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Curso Fundamental Sobre La Fe


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2014  •  1.402 Palabras (6 Páginas)  •  181 Visitas

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Curso fundamental sobre la fe

1. Meditación sobre la palabra “Dios”

Quizá la reflexión sobre Dios puede y deba comenzar con la palabra “Dios” por una razón mucho más sencilla. Solo la palabra es capaz de hacer presente para nosotros lo que ella significa. En efecto, no se tiene experiencia de Dios como de un árbol, de otro hombre y de otras realidades externas, las cuales, aunque quizá no estén nunca ahí totalmente sin palabras, fuerzan también por sí mismas el nacimiento de su palabra, porque en nuestro espacio de experiencia se representan simplemente ante nosotros en un determinado lugar del espacio y del tiempo, y así de suyo impulsan inmediatamente hacia la palabra. Por ello podemos decir que lo más simple e ineludible en la pregunta de Dios es para el hombre el hecho de que en su existencia espiritual está dada la palabra Dios.

Nos dice Karl Rahner que la palabra “Dios” es un hecho que se verifica en la vida cotidiana; está allí, es parte de nuestro mundo lingüístico, la usemos poco o mucho. Si alguien afirma que Dios no existe, “puede ayudar a que la palabra siga teniendo existencia”. ¿Qué debería hacer si quiere que desaparezca por completo? “Guardar silencio absoluto”, esto es, ni siquiera declararse ateo. Pero esto sería insuficiente, porque los otros seguirían usándola y con ello haciéndola presente. Por ende, no puede ser borrada de la práctica comunicacional.

2. ¿Qué dice la palabra “Dios”?

El mero hecho de que exista la palabra es ya digno de reflexión.

Cuando hablamos de Dios en esta forma no nos referimos, naturalmente, tan solo a la palabra española. Es indiferente que digamos Dios, o Gott en alemán, o Deus en latín, o El en lenguaje semítico, o Teotl en mejicano antiguo, aunque en sí sería una pregunta muy obscura y difícil de dilucidar si con esas palabras tan diferentes se significa lo mismo (o el mismo), pues en cada uno de estos casos no es posible remitir simplemente a una experiencia común de lo significado, independientemente de la palabra misma.

Hay también, sin género de dudas, nombres de Dios o dioses allí donde en forma politeística se venera un panteón de divinidades o donde, como en el antiguo Israel, el Dios uno y omnipotente tiene un nombre propio (Yahveh), porque se tiene la persuasión de haber hecho experiencias totalmente peculiares con él en la propia historia, las cuales, a pesar de la incomprensibilidad de Dios y con ello de su carencia de nombre, lo caracterizan de algún modo y así le confieren un nombre propio.

Pero, ¿a qué nos remite, más allá de los distintos nombres que fue asumiendo en el tiempo?

Hoy aparece “sin contornos”, porque no indica algo del mundo categorial, como un árbol o una mesa. Esto no es casual, tiene que ver con la percepción que tenemos de ella: la que menta “lo inefable”, lo que no está dado a nuestro conocimiento.

En tal carácter puede colocarnos ante el silencio de lo que no se puede nominar por ser el fundamento de todo.

Asimismo, puede generar otro tipo de silencio: el que significa indiferencia o, también, negación.

3. ¿Tiene futuro esta palabra?

Rahner dirige su planteo al futuro de esta palabra; y aquí caben dos alternativas: desaparece sin dejar rastros o sobrevive como una interpelación que alcanza a todos. La primera hipótesis es la de un mundo sin la palabra Dios; ello supondría que nadie se hace la pregunta fundamental, la pregunta por el todo y su origen; la pregunta radical sobre la existencia, la que conocemos por la filosofía y la religión. En tal caso no sabría siquiera que no se plantea tal pregunta, subsumido en el mundo de las cosas manipulables, su vida quedaría reducida a lo útil o instrumental. Entonces habrá tenido lugar una especie de “evolución regresiva”, habría dejado de ser homo sapiens sapiens para ser homo habilis.

En otros términos: la muerte de ese preguntar, indicaría la muerte del hombre. La otra posibilidad es que esta palabra singularísima, sobreviva asomándose en cada lengua, en cada experiencia particular y en cada cultura. Singularísima, porque en vez de remitirnos a las cosas, como las otras palabras

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