EL CONCEPTO DE EDUCACIÓN
mrodriguezcuervo30 de Abril de 2013
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El concepto de educación
Marta Rodríguez Cuervo
La educación es un proceso dinámico que pretende un perfeccionamiento u optimización de las cualidades humanas. A su vez exige el influjo intencional (heteroeducación) sin coacciones por parte de los agentes educativos y la libre disposición del educando (autoeducación) y pretende lograr la inserción activa de la persona, plenamente realizada, en la naturaleza, sociedad y cultura. También puede entenderse la educación (en resumidas cuentas) como el proceso de optimización integral e intencional del hombre, orientado al logro de su autorrealización e inserción activa en la naturaleza, la sociedad y la cultura.
De las definiciones ofrecidas sobre educación, podemos concluir que todas ellas la consideran un proceso ya que no puedes intentar conseguir una buena educación de un día para otro, es necesaria una evolución progresiva. Por otro lado, la educación se basa en la transmisión (de tradiciones, modelos, informaciones…) que pretenden hacer al hombre maduro para encajar en la sociedad teniendo bien formada su personalidad.
Los pilares de la educación son aspectos en los que se apoya el proceso de aprender a lo largo de la vida. Son cuatro:
-Aprender a conocer: comprende contenidos conceptuales, posicionamiento crítico-reflexivo, memoria y atención.
-Aprender a hacer: facilita contenidos procedimentales, medios, caminos, recursos, formas, etc. y competencias como el trabajo grupal o asumir riesgos.
-Aprender a convivir: supone contenidos actitudinales como el diálogo, descubrir al otro, conseguir objetivos comunes, preparar proyectos cooperativos o equipos heterogéneos…
-Aprender a ser: se compone de contenidos actitudinales como actitudes personales, autoestima, autonomía, responsabilidad… Además de facilitar el testimonio y ofrecerse como modelo.
La enseñanza de la religión es necesaria para que el alumno adquiera una formación plena e integral, que es lo que pretende la escuela. Para que el alumno alcance esta formación plena debe desarrollar todas sus capacidades y entre ellas está la dimensión religiosa y moral que le aporta el sentido de su vida, las respuestas a sus grandes preguntas, así como su orientación, ejemplo y palabra del mismo Dios sobre su crecimiento en el bien y la verdad. Todo con el nivel científico o teológico propio de la formación escolar, distintos que el de la catequesis. La formación religiosa y moral, como la artística, ética, lingüística, etc., contribuye al crecimiento y maduración de la personalidad de los alumnos. Esta formación, por tratar de cuestiones que atañen a la conciencia del individuo, es una opción libre que los padres toman por sus hijos. Esta libertad de elección responde al derecho que tienen los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones, derecho refrendado por la Constitución española, art. 27.3.
La enseñanza de la religión desarrolla todas las capacidades del alumno y específicamente la capacidad trascendente. Su contribución a la formación plena del alumno se concreta así:
Aporta al alumno un conocimiento profundo acerca del amor de Dios Padre, llevado a su máxima realización en la muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo que lo derrama sobre nosotros.
Responde a sus grandes preguntas y aporta razones para amar, razones para creer y razones para esperar.
Ofrece una explicación ordenada y razonada de los fundamentos, contenidos y exigencias morales de la Religión Católica, donde puede encontrar el sentido de su vida.
Logra una comprensión de la vida religiosa adecuada a su edad y nivel de desarrollo cultural, conociendo el valor e influencia del cristianismo en la Cultura Europea.
Esta enseñanza se lleva a cabo en relación con los demás saberes que se transmiten en la escuela, integrándola armónicamente en el conjunto de los conocimientos y convicciones que concurren en el proceso de aprendizaje del alumno.
Con todo ello, a su vez, contribuye al desarrollo de la personalidad y a la formación de buenos ciudadanos, orientando la conducta humana hacia el bien y la virtud.
El contexto en el cual se imparte la educación cristiana es importante. Debemos ver éste no sólo considerando los acontecimientos sociales, políticos y económicos, sino también la situación existencial de las personas, sus experiencias y entendimientos de la fe. Se hace necesario que la educación cristiana que se imparte en la iglesia haga posible que el mensaje de Jesús se transmita de una manera clara y pertinente. Se requiere que se examine cuidadosamente el contexto estableciendo un diálogo con él. La educación cristiana debe tener como una de sus prioridades el ofrecer respuestas concretas a los interrogantes que lanza la sociedad.
Es medular entender como la práctica pedagógica de Jesús respondió a su contexto. Para el Maestro, las situaciones concretas de sus discípulos fueron ocasiones para impartir una enseñanza. Los discípulos fueron dirigidos a encontrar respuestas dentro del marco de su propia realidad. La actividad pedagógica de Jesús fue impactante, no sólo por el contenido de sus enseñanzas, sino también por la viveza educativa que se dio en la misma. El dinamismo que Jesús le impartió a su enseñanza, la profundidad de sus palabras y los resultados que ésta produjo fueron impresionantes. Los evangelistas en sus relatos llenos de dramatismo recogen esa imagen de Jesús como pedagogo. Al leer los evangelios con un lente pedagógico apreciamos la gran diversidad de métodos empleados por Jesús y el cómo la pedagogía y el contexto se relacionan. Pues los métodos de Jesús fueron respuestas concretas a experiencias a las cuales Él quería responder. Entre los métodos empleados por Jesús tenemos: historias, parábolas, milagros, oraciones, discursos, símbolos y lenguaje simbólico, preguntas y respuestas, estudio de casos, repetición, inducción, motivación por medio de ejemplos y proyectos. Como se puede apreciar los métodos de Jesús fueron variados entre sí. Es que la pedagogía invita a la creatividad y a la respuesta efectiva del momento y situación en que se imparte la enseñanza. En Jesús, lo teórico y lo práctico se entrelazaron en la práctica educativa. Por eso podemos decir que las experiencias de sus discípulos fueron motivos para la enseñanza y el resultado de la enseñanza fue motivo para modificar sus experiencias de vida. Para el Maestro la experiencia no fue relato trivial e insignificante, sino punto de partida para entender la situación teológica y existencial en que se encontraban sus discípulos.
Un/a educador/a es un/a que comunica. De nuestras prácticas educativas sabemos que la experiencia personal y social es quizás la forma más efectiva en que la gente conecta lo aprendido. Una de las claves hermenéuticas que utiliza nuestra gente para interpretar las escrituras son sus experiencias. Pero la experiencia no debe verse aquí como mero testimonio o relato superficial, sino como aquello que expresa y dramatiza cómo los discípulos piensan y ven el mundo. Las experiencias nos indican cuáles son sus preocupaciones, y cuál es su entendimiento teológico. El que educa religiosamente debe buscar formas de cómo insertar su enseñanza en esa historia, para resaltar en ella la fe. El/a educador/a debe procurar el hacer de esa historia una historia diferente. Si nuestra gente aprende a través del lenguaje sencillo y de aquellas cosas que están a su alrededor; entonces es adecuado que utilicemos estos recursos para producir el aprendizaje. Al emplear las experiencias validamos como Jesús lo hizo a la persona con sus historias y circunstancias. Cuando la historia de nuestras vidas es insertada en la historia de la fe o cuando la historia de la fe es insertada en la historia de nuestras vidas, se produce una pedagogía transformadora. Este fue el caso de la mujer samaritana. Las preguntas bien dirigidas y organizadas dieron como resultado la transformación de su vida y de su comunidad. El relacionar pedagogía y comunicación nos obliga a pensar en el nivel teológico, social, psicológico, intelectual y económico en que viven nuestros estudiantes. Para llevar a cabo una pedagogía fructífera es necesario que lleguemos al nivel en que se encuentra nuestra gente. Este nivel no solamente es intelectual, es de condición social, de género, de experiencias de vida, de pensar político, etc. No podemos atosigarles a las personas nuestras respuestas estereotipadas. Debemos permitir que la iglesia sea un lugar de diálogo y tolerancia. La comunicación en la pedagogía de la pregunta hace que veamos a Jesús, El Maestro como modelo de nuestra práctica educativa. Pero no es que vayamos a reproducir todo lo que Él hizo, sino que veamos como educadores/as que estamos modelando ante nuestros discípulos. El/la educador/a por su fe, entrega y testimonio de vida enseña más que con sus palabras. El carácter cristiano no se forma solamente de palabras sino, a través de vivencias que contagian vidas. Si la experiencia produce aprendizaje, como hemos señalado, la experiencia vista y compartida del otro puede ser determinante para el crecimiento y la madurez cristiana. De que vale que hablemos de igualdad y justicia hacia los desposeídos y marginados de nuestras sociedades si no somos capaces de modelar esto tratando a nuestros semejantes, hombre o mujer, con el respeto y el amor que merecen.
Pedagogía divina
La catequesis, en cuanto comunicación de la Revelación divina, se inspira radicalmente en la pedagogía de Dios tal como se realiza en Cristo y en la Iglesia, toma de ella sus líneas constitutivas y, bajo la
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