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EL DOCENTE QUE ENSEÑA A PENSAR


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2016  •  Ensayos  •  2.042 Palabras (9 Páginas)  •  264 Visitas

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EL DOCENTE QUE ENSEÑA A PENSAR

Ensayo

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   Introducción:

   En este breve trabajo se abordada de manera directa, lo que para mí significa el impulsar un pensamiento reflexivo en los estudiantes de educación básica. El texto está fundamentado en mi aún poca experiencia frente a grupo y en diversas fuentes teóricas sobre el tema. Menciono en él, algunas de las características que debe tener un buen docente que se atreve a dejar de lado lo tradicional y opta por lo práctico y significativo, ya que él es parte fundamental del proceso educativo. El presente es un tema de mucha discusión, ya que no es una tarea fácil el lograr cumplir con tan rigurosos objetivos de desarrollar el pensamiento crítico en niños de edad escolar. Si bien la educación supuestamente está basada en principios que pretenden impulsar el crecimiento de los estudiantes, muchas veces, debido a sus métodos opresores, resulta ser justamente lo contrario. No podemos permitir que esto siga pasando. Es necesario actuar a favor de la más grande capacidad del ser humano que lo caracteriza de otras y lo coloca en la cima de la jerarquización: la capacidad de pensar reflexivamente. No podemos seguir dándonos el lujo de desperdiciar cualidad tan potente.

   La profesión docente atraviesa por una etapa de crisis, no sólo en el aspecto socio-político y cultural; sino también en todo lo referente a lo profesional. Y es que cada día son más los retos y obstáculos que debe superar, que pareciera un oficio de nunca acabar. Uno de estos grandes retos, es la difícil tarea de enseñar a sus estudiantes a pensar; es decir, encaminarlos a que por sí mismos lleguen a un pensamiento crítico y reflexivo que les permita incluirse a la sociedad superando los propios obstáculos que se les presenten. Esto no es para nada fácil. Para lograrlo es necesario que las nuevas generaciones de profesores se alejen de los métodos tradicionales y sean capaces de enseñar de formas innovadoras, y por fin logren dejar de lado la repetición de patrones con los que ellos aprendieron en su momento. La sociedad está cada vez más globalizada, por lo que se exigen ciudadanos cada vez más competentes en ella, y por competentes me refiero a que sean capaces de solucionar problemáticas de cualquier índole, usando para ello su creatividad y pensamiento crítico. Para despertar la curiosidad de aprender en un niño, considero necesario el ejemplo del mismo docente. Si ellos tienen como modelo a seguir a una persona realmente entusiasta, aprenderán que no hay otra forma de hacer las cosas más que poniendo todo su empeño en cualquier actividad que se planteen, sin importar lo “insignificante” que esta pueda llegar a ser.

Hace tiempo, por ahí leí una frase que dice así: “No cortes las ideas de un niño, con tus absurdas ideas de adulto”. Desde aquel momento no se me sale de la cabeza. Es que es tan fácil “moldear” la personalidad de un niño, lo cual deja con una gran responsabilidad al docente. Él será de los principales responsables de dejar volar a sus estudiantes, o de cortarles las alas incluso antes de que estos puedan emprender el vuelo. Para no caer en lo segundo, “el docente debe proveer de toda clase de estímulos que permitan el desarrollo del aprendizaje, implementando acciones pedagógicas-didácticas que reviertan el fenómeno del desinterés por aprender”. Estos estímulos no deben ser necesariamente en especie; bastaría con simples comentarios positivos hacia los niños, que permitan nutrir la confianza que deben tener en ellos, y que contribuyan a que pierdan el miedo a equivocarse. No es posible, que en pleno siglo XXI, continúe habiendo personas que no son capaces de lanzarse al precipicio por miedo a que las cosas no salgan como esperan. El maestro tiene la responsabilidad de alentar a los alumnos a que participen en todo aquello en lo que tengan la oportunidad, para que mediante estas experiencias que vaya adquiriendo y gracias a la convivencia con otros vaya obteniendo un panorama más amplio en todos los aspectos. Pero decir es más fácil que hacer. Durante mi primer periodo de prácticas del semestre en curso, traté de brindarles a los niños la libertad de ser ellos los protagonistas de este arduo proceso de enseñanza-aprendizaje. En ratos lo lograba, y en ratos optaba por aplicar más el método tradicional porque evidentemente es más fácil. Desde el momento de planear resultó un reto para mí el plantear actividades que permitieran a los niños “sopesar la evidencia con la que contaba para poder decidir ante su propia conciencia”, característica que nos menciona Miguel Núñez en uno de sus artículos. Sin embargo, por algo se empieza, y a este momento puedo afirmar que ya hay un avance en ese aspecto. Ya debo ser capaz de establecer actividades más dinámicas que permitan al niño participar al 100% en la construcción de su conocimiento. Si hay algo con lo que no he batallado, es con la empatía que genero con los alumnos. Me es muy fácil salir de mi zona de confort en ese aspecto. Puedo fácilmente adecuar alguna actividad ya sobre la marcha, tratando siempre de que los estudiantes se sientan de lo más cómodos realizando las actividades que ellos mismos me han llegado a proponer. Enseñar la habilidad de pensar es más complejo de lo que se pueda estipular. Hay que fomentar la investigación, experimentación, indagación y análisis por parte de los niños, algo que no se logrará si el docente no está dispuesto a darles un empujoncito y a no ser sólo un transmisor de teorías que no son significativas para ellos. Actualmente se cuentan con muchos medios que facilitan el tipo de actividades mencionadas anteriormente, por ejemplo, el acceso a internet y bibliotecas virtuales, el rápido transporte a lugares como museos, el poder de tener a la mano diverso material didáctico que nos permita trabajar con los niños. Ahora sí que es sólo cuestión de que el profesor a cargo se dé a la tarea de cronogramar cómo permitirá la participación activa de los alumnos con todos los recursos ya mencionados.

A lo largo de la historia no se tienen muchos registros de personas que han logrado “pensar por sí mismos”, esto debido a que sólo una cuanta minoría se ha atrevido a lo anterior, ya que eso ha implicado ir en contra de la naturaleza de su época y desafiar a las propias autoridades. Estas pocas personas han revolucionado la forma de aprender y han ido más allá, y lo más seguro es que detrás de cada ellos, haya estado un gran maestro que supo cómo impulsar estas grandes historias. Si quisiéramos que en las actuales generaciones también den ese pequeño brinco las personas, hay que comenzar por tener en nuestras aulas un ambiente lleno de respeto y dialogo. Sí, el diálogo es sumamente importante, ya que a través de él y del intercambio de opiniones que propone, es posible que los educandos extiendan sus visiones, y sean capaces de crear nuevas ideas y acciones a partir de ello. En verdad, es realmente sorprendente todo lo que un niño trae en su cabeza, y que cuando se siente libre de expresarlo, logra contagiar a todo un grupo con sus ideas. Me tocó el caso de un niño bastante tímido, que presenta incluso un grado de tartamudez (que yo atribuyo a su falta de confianza), que cuando finalmente entró en confianza conmigo, pudimos escuchar sus brillantes ideas, y verlas plasmadas en trabajos manuales que se dio a la tarea de realizar y compartir con sus compañeros. Es indescriptible el grado de satisfacción que se siente cuando logras pequeños avances en situaciones como esta. A partir de aquel momento vi que a veces en las boquitas calladas, se esconden ideas brillantes que es necesario sacar a relucir para que el mundo las conozca. Claro que esto es sólo un poco de lo que puedo relacionar de mi práctica con diversas lecturas.

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