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EL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN LA ANTIGUA GRECIA


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2012  •  3.681 Palabras (15 Páginas)  •  665 Visitas

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EL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN LA ANTIGUA GRECIA

1. Introducción.

En la Grecia clásica se inicia la epopeya intelectual que construyó los cimientos de la

civilización occidental. Sin embargo, desgraciadamente, los pensadores griegos

fracasaron en su intento a la hora de comprender los principios esenciales del orden

espontáneo del mercado y del proceso dinámico de cooperación social que les rodeaba.

Si bien hay que reconocer las grandes aportaciones realizadas por los griegos en el

campo de la epistemología, la lógica, la ética e incluso de la concepción del derecho

natural, fracasaron lamentablemente a la hora de entender que también debía

desarrollarse una disciplina, la ciencia económica, que estuviera dedicada a estudiar los

procesos espontáneos de cooperación social que constituyen el mercado. Peor aún, con

el surgimiento de los primeros intelectuales, aparece también la tradicional simbiosis y

complicidad entre pensadores y gobernantes. Ya desde un principio los intelectuales, en

su gran mayoría, abrazan la bandera del estatismo, y sistemáticamente minusvaloran, e

incluso critican y denigran la floreciente sociedad mercantil, comercial y artesanal que

les rodeaba. Quizá hubiera sido mucho pedir que, con los mismos albores del

conocimiento filosófico y científico los griegos entendieran también desde un principio

al menos los rudimentos de una disciplina que, como la economía política, es la más

joven de todas la ciencias y tiene como misión el estudio de una realidad tan abstracta y

difícil de comprender como es la del orden espontáneo del mercado. Pero lo que sí

llama la atención es cómo los filósofos griegos, al igual que los intelectuales de hoy, no

pudieron evadirse de la arrogancia cientificista de creerse legitimados para imponer a

sus conciudadanos sus particulares puntos de vista, proponiendo para ello la utilización

de la coacción sistemática del gobierno. La historia se repite una y otra vez y es muy

poco lo que, incluso hoy, hemos avanzado en este sentido.

2. El contexto histórico político.

El paralelismo se da también, no sólo en relación con las simpatías estatistas de los

pensadores sino, además, respecto del contexto de rivalidad entre dos concepciones

radicalmente opuestas relativas al gobierno y a la libertad individual. En efecto, a lo

largo de gran parte del siglo XX el mundo y la sociedad en general se han encontrado

divididos: por un lado, la concepción liberal basada en el gobierno limitado, el respeto a

la sociedad civil y la libertad y responsabilidad individual (representada, al menos en

términos relativos, por la sociedad norteamericana); por otro lado, el socialismo

imperante que pretende recurrir al estado para imponer por la fuerza a la sociedad civil

las más variadas utopías (representado durante gran parte del siglo XX por la ya extinta

Unión Soviética). También en la Grecia clásica cabe identificar dos polos igualmente

opuestos. Por un lado, la relativamente más liberal y democrática ciudad de Atenas, que

es capaz de acoger una floreciente vida comercial y artesanal, en un orden espontáneo

de cooperación social basado en el respeto e igualdad ante la ley. Frente a Atenas,

destaca la ciudad de Esparta, profundamente militarista, y en la cual la libertad

individual es prácticamente inexistente, pues todos los recursos se consideran que han

de estar subordinados al estado. Llama la atención cómo, de manera invariable, los más

importantes y destacados pensadores y filósofos atenienses no cesaron de criticar,

fustigar y minusvalorar el orden comercial que les rodeaba y gracias al cual vivían,

aprovechando, por contra, cada oportunidad para ensalzar el totalitarismo estatista que

representaba Esparta. Parece como si los intelectuales de entonces, al igual que los de

ahora, no pudieran sufrir el hecho de que, aun considerándose más sabios, no fueran

capaces de cosechar en términos económicos los resultados de lo que ellos consideraban

que era su propia valía, ni de resistirse a la tentación de imponer a sus conciudadanos

sus particulares puntos de vista sobre lo que estaba bien o mal, proponiendo para ello en

cada momento la utilización del poder coactivo del estado.

El reconocimiento de esta realidad no nos debe llevar al engaño de pensar que las polis

relativamente más libres no fueran también víctimas, en muchas ocasiones, del

estatismo. Por ejemplo, muchos políticos no dudaron a la hora de justificar que Atenas

emprendiera políticas imperialistas, llegando incluso, como hizo Pericles en el siglo V

a.C., a malversar el erario público para emprender obras faraónicas (como la del

Partenón, que fue construido desviando recursos que habían sido acumulados con gran

esfuerzo por diversas polis para otros fines de carácter defensivo), y a intentar

convencer

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