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EL PRINCIPE DE MAQUIAVELO


Enviado por   •  8 de Septiembre de 2011  •  3.786 Palabras (16 Páginas)  •  1.116 Visitas

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CONTROL DE LECTURA

EL PRÍNCIPE DE NICOLAS MAQUIAVELO

CAPÍTULO I

DE LOS GÉNEROS DE PRINCIPADOS Y AL MAERA EN QUE SE ADQUIEREN.

Todos los Estados, todas las dominios que han tenido y tienen soberanía sobre los hombres, fueron y son repúblicas o principados. Los principados son hereditarios o nuevos o son Estado añadidos al que se recibe por heredad. Los dominios así adquiridos pueden tener la costumbre de someterse a un príncipe, o estar habituados a vivir en libertad, por lo que hay que ganarlos por medio de las armas propias o ajenas.

CAPÍTULO II

DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS

En los Estados hereditarios existe la costumbre del sometimiento al príncipe por linaje, porque solo basta el acatamiento del orden establecido por los ancestros; de tal suerte, que un príncipe de normal capacidad se mantendrá siempre en el poder, a menos que una influencia ajena y poderos se lo impida.

El príncipe natural tiene menos razones para ofender y menso necesidad para hacerlo, por lo tanto resulta más amado por el pueblo.

CAPÍTULO III

DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS.

El principado nuevo se encuentra en grandes dificultades que consisten fundamentalmente en que a los súbditos les nace la voluntad de cambiar a su señor, creyendo que con ello habrá de mejorar su condición. En esta situación el príncipe se ve obligado a ofender a sus nuevos súbditos, no solo con las armas, sino con la infinidad de vejaciones que trae consigo la conquista.

Los territorios revoltosos se pierden con más dificultad cuando se conquistan por segunda vez.

Estos estados que al conquistarse se agregan a uno más antiguo, de la misma provincia y de la misma lengua es muy fácil consérvalos, sobre todo cuando están acostumbrados a vivir libres; para conservarlos se debe tomar en cuenta dos cosas: es necesario suprimir a la familia del antiguo príncipe, y la otra es no modificar las leyes ni aumentar los tributos, si se hace esto en poco tiempo el principado antiguo y el nuevo serán uno solo.

Cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres y organización diferentes la persona que los adquirió se debe ir a vivir a su nueva posesión; esto dará mayor seguridad y posesión al gobierno ahí establecido, porque estando presente s posible reprimir los desordenes de inmediato también porque los representantes del príncipe no pueden saquear las provincias y esto gana el amor y la satisfacción de sus súbditos.

Otro remedio eficaz es establecer colonias en uno o dos lugares que sean eslabones que unen a un estado con otro, las colonias no cuestan, son más fieles y causan menos problemas, la escasa población ofendida es pobre y desorganizada, por lo que no causa daños.

A los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos, la ofensa que se le haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.

Si en lugar de colonias se guarda el estado con gente de armas, todo es mucho más costoso, y se perjudica a toda la población con la movilización del ejército, lo que ofende a la gente y aumenta el número de enemigos.

El príncipe que se adjudique una provincia nueva, con lengua y costumbres diferentes a la suya debe convertirse en guía y defensor de los vecinos más débiles, y evitar a toda costa que algún extranjero tan poderoso como él entre a esta provincia, porque es común que cuando alguien poderoso entra a una provincia los habitantes más débiles se unan a el por envidia a quien los gobierna. Con el favor de los grupos aliados y las armas podrá someter a los más potentes y convertirse en regidor absoluto de las provincias.

El deseo de conquistar es un sentimiento muy natural y ordinario, cuando este deseo es realizado por hombres que manejan todas las posibilidades a su favor, son reconocidos y alabados, nunca censurados. Por el contrario, cuando no poseen la capacidad necesaria y se empeñan en la conquista, caen en el error y son censurados con justicia.

Como regla general: aquel que se apoya en otros para elaborar su grandeza, obra su propia ruina; nada se obtiene sino, con la propia fuerza e industria; si un príncipe se sienta por otros medios su poder será siempre limitado.

CAPÍTULO IV

POR QUE OCUPADO EL REINO DE DARÍO, POR ALEJANDRO, NO SE REVELÓ CONTRA LOS SUCESORES DE ÉL, DESPUÉS DE SU MUERTEJ

Todos los principados de los que tenemos memoria se gobiernan de dos formas distintas; ya sea por un príncipe soberano que concede a sus siervos al gracias de ejercer algún ministerio en su representación, ayudándole en las cosas de gobierno; y por el príncipe y aquellos barones que poseen títulos que no se dieron por gracias del soberano, sino por nobleza de sangre. En los Estados donde el príncipe se apoya en los siervos para su gobierno, el ejerce una autoridad mayor; cuando los súbditos acatan las órdenes de otro, es aun ministro al que obedecen, sin manifestarle una especial consideración o afecto.

CAPÍTULO V

DE QUÉ MODO HAY QUE GOBERNAR EN LAS CIUDADES PRINCIPADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS, SE REGÍAN POR SUS PROPIASLEYES.

Hay tres maneras de conservar un Estado que estaba acostumbrado a regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad:

1. Destruirlo

2. radicarse en él

3. dejarlo regir por sus leyes, obligándolo a pagar tributo y establecer un gobierno compuesto por un pequeño número de personas para que se encarguen de velar por la conquista.

CAPÍTULO VI

DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALETO PERSONAL

Los estados recientemente adquiridos, donde hay un nuevo príncipe, las dificultades del gobierno son mayores o menores según sea la virtud de quien ejerza el poder.

Quienes llegan al poder por la vía de la virtud adquieren el principado con dificultad; pero se les da mantenerlo con facilidad, los problemas que surgen durante la conquista son consecuencia de las nuevas leyes y formas de organización que esta obligado a implantar para sostener su estado y seguridad. Todo orden político innovador tiene como enemigos a quienes el orden anterior había beneficiado y como defensores a quien no había corrido con esa suerte.

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