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EL SENTIDO RELIGIOSO - esquema explicado


Enviado por   •  23 de Agosto de 2016  •  Tareas  •  6.103 Palabras (25 Páginas)  •  509 Visitas

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EL SENTIDO RELIGIOSO

¿Por qué comenzar a hablar de Religión?

¿Para conocer de un modo más profundo el catolicismo?

También, pero en primer lugar para comprender más de uno mismo, para emprender la búsqueda del propio rostro humano, para poder, finalmente, decir “yo” de un modo más auténtico.

Y ¿cómo puede un ser humano comprenderse a sí mismo, comprender su propia naturaleza?

¿Encerrándose en soledad a reflexionar sobre sí mismo? ¿Conociendo todas las teorías que tienen que ver con el hombre para, finalmente, elegir la mejor?

El hombre no puede conocerse a sí mismo si no es en de la vida que vive, en los comportamientos que caracterizan su personalidad, las elecciones que lo definen, las ocupaciones a las cuales se dedica, los sentimientos que le provocan, el modo en el que encara su tiempo libre, las amistadas que hace.

Es en el compromiso con la vida que el hombre se descubre a sí mismo.

¿Qué es la vida de un ser humano?

“La vida de cada hombre está hecha de caminos, pruebas, misterios. Me parece que buscar el misterio de la vida es una maravillosa sensación. Intentamos abrir estos misterios, intentamos elegir el camino exacto para nosotros, intentamos encontrar el sentido de la vida”.

En estas palabras de Julia, una joven de Kazakistán, está expresada la característica fundamental de la vida humana.

Vivir, en efecto, coincide con buscar ese porqué: sin algo por lo cual valga la pena estudiar, trabajar, amar, cantar, preocuparse por los demás, divertirse, la vida no se realiza, el hombre no es feliz. Buscar algo por lo cual valga la pena vivir no es la característica de una persona particularmente genial o extraña, sino que pertenece a la naturaleza misma del hombre: este factor se llama sentido religioso.

Así como un hombre, abriendo los ojos, ve los colores y las formas de los objetos, del mismo modo, por el hecho mismo de estar vivo, el hombre busca el significado de la vida.

En el hombre, a cualquier edad, en cualquier lugar que se encuentre, no importa la raza a la cual pertenezca, el sentido religioso se identifica con algunas preguntas fundamentales e inevitables:

  • ¿cuál es el sentido concluyente de la existencia?
  • ¿cuál es el significado último de la realidad?
  • en fin, ¿por qué vale la pena vivir?

Cada hombre tiene dentro de sí estas preguntas y, viviendo, prácticamente da una respuesta: en efecto, en cada segundo de la existencia, consciente o inconscientemente, él afirma algo por lo cual vale la pena vivir y comprometer las propias energías.

Pueden ser los amigos, el trabajo, la carrera, el dinero, el poder, el joven o la chica... de todos modos, siempre es por algo por lo que el hombre vive su instante.

  1. PARTIR DE UNO MISMO

¿Cómo afrontar la experiencia religiosa para captar sus factores constitutivos? Ante todo, definamos el método a usar para responder a esta pregunta.

  1. Si la experiencia religiosa es realmente una experiencia, no podemos hacer otra cosa más que partir de nosotros mismos para mirarla a la cara y captar sus factores constitutivos.
  2. Pero “partir de nosotros mismos” es una proposición que puede prestarse a equívocos.

Preguntémonos: ¿cómo me identifico yo a mí mismo? Este “mí mismo” puede correr el riesgo de ser definido por una imagen que tengo de mí, por un preconcepto, imagen y preconcepto abstractos. ¿Cuándo se parte verdaderamente de uno mismo? Partir de uno mismo es real cuando la propia persona es mirada en acción: es decir, es observada en la experiencia cotidiana. No existe, en efecto, una persona que se pueda abstraer de una acción que realiza, excepto que duerma –la extraña, humorística, dramática suspensión de la actividad consciente en la cual diariamente el hombre debe caer-; pero, salvo que duerma, la persona está siempre en acción. Partir de sí mismo quiere decir moverse a partir de la propia persona sorprendida dentro de su experiencia cotidiana; entonces el “material” de partida no será ya un prejuicio sobre uno mismo, una imagen artificiosa de uno mismo, una definición de nuestra persona tomada quizá de las ideas corrientes o de la ideología dominante.

¿De qué modo se pueden descubrir los factores fundamentales de la experiencia religiosa?

Ya que la religiosa es una experiencia humana, para comprender sus aspectos esenciales es necesario partir de nosotros mismos.

¿Qué significa partir de nosotros mismos?

Partir de nosotros mismos significa partir de la propia persona observada en acción dentro de la vida cotidiana.

  1. EL YO-EN-ACCIÓN

Los factores que nos constituyen emergen, al observarnos en acción. En efecto, es en el yo-en-acción donde aparecen los elementos que sostienen ese mecanismo que es el sujeto humano.

San Tomás dice en su De Veritate: “Un hombre comprender que tiene un alma, que vive y que es por el hecho de que piensa, siente y lleva a cabo otras actividades del mismo tipo”. Es decir: uno comprender que existe por el hecho de que piensa, siente y lleva a cabo otras actividades semejantes. ¡Qué cargada de implicaciones está esa afirmación! Un hombre perezoso de manera grave y seria –en el sentido de que pudiendo hacer 10 hace 0 ó 1- , está en unas condiciones que le impiden entenderse a sí mismo, o que sólo le permiten hacerlo con mucha dificultad.

Imaginemos, por ejemplo, un chico al que, por varios motivos, no le guste la aritmética y que por ello no se haya esforzado jamás en estudiarla. No estará en condiciones de saber si tiene una capacidad al menos normal en ese campo. Si, por el contrario, comienza a esforzarse, podría incluso descubrir que tiene una capacidad superior a lo normal. Precisamente porque sólo la acción “descubre” el talento, el factor humano.

Una chica de quince o dieciséis años puede decirse a sí misma por la mañana, al comenzar la jornada de costumbre: “No valgo nada, no sé hacer nada”. Pero, por la tarde de ese mismo día, si el chico con quien sale le dice “te quiero”, inmediatamente se descubrirá distinta de lo que el desánimo matutino le había hecho pensar. Provocados por una relación, los factores de su personalidad han salido a flote.

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