ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

ENSAYO

ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

EPIGRAFE:

La vida y la muerte, dos cosas distintas pero con las mismas preguntas  

PALABRAS CLAVE:

Vida, muerte, juventud, vejez

INTRODUCCIÓN:

Nadie puede huir de la muerte. La sensación de la vida es tan segura como la certeza de que la noche sigue al día, el invierno viene a partir del otoño, y la vejez llega una vez que la adolescencia queda atrás. La población toma precauciones para evitar el sufrimiento y no verse en apuros a lo largo de la vejez; pero escasas personas se preparan para la muerte, que adviene indefectiblemente.

TESIS:

Vida, algo lleno de emociones y momentos. Muerte algo imprescindible y aterradora.

CUERPO:

¿Qué es la muerte? ¿Qué pasa con nosotros mismos luego de que morimos? Si nos empeñamos, tenemos la posibilidad de desconocer tales cuestiones. Y en impacto, varios lo elaboran. Pero si no adquirimos intensa conciencia sobre la verdad de la muerte, culminaremos viviendo una vida superficial y de escasa seguridad espiritual. Es viable que logremos convencernos de que, de alguna forma, lidiaremos con la muerte una vez que llegue. Varias personas se mantienen asiduamente ocupadas en toda clase de labores, para evadir pensar sobre los temas primordiales de la vida y de la muerte. No obstante, todas las personas que en algún momento han pensado en la muerte, se preguntan en que hay después de ella, y unos contestan que puede ser otra vida más cruel, otra dimensión o hasta otro mundo distinto al que conocemos.

¿A qué se llama muerte?, ¿se trata de una extinción?, ¿una transición hacia la nada? ¿O es la puerta de acceso a una nueva vida?, En todo caso, ¿qué es la vida?, ¿una fase momentánea y evanescente que está seguida de quietud?, ¿una fase de no existencia?, ¿algo que tiene una profunda continuidad y se prolonga más allá de la muerte?

En términos prácticos, la muerte es elemental. Si los individuos vivieran para toda la vida, con la época empezarían a desear la muerte. Sin la muerte, enfrentaríamos toda una nueva gama de inconvenientes, a partir de la superpoblación mundial hasta el hecho de tener que luchar con un físico envejecido. El deceso da espacio a la renovación y a la regeneración.

La muerte debería agradecerse como un beneficio, tanto como se agradece la vida. El budismo ve el deceso como un lapso de tiempo libre, como el acto de reposar, por medio del cual la vida recobra energías y se elabora para nuevos ciclos de vida. No hay ni una razón para temerle a la muerte, para odiarla o para buscar desterrarla de nuestra mente.

La muerte no discrimina, nos despoja de todo. La popularidad, la riqueza y el poder son definitivamente inútiles en el estado de desapego total de los últimos momentos de nuestra realidad. En aquel instante, solo tenemos la posibilidad de confiar es en nosotros. Debemos afrontar la muerte con solemnidad, con la sola armadura de nuestra cruda humanidad, con el registro real de nuestras propias ocupaciones, según con las elecciones que asumimos en la vida. ¿He sido fiel a sí mismo? ¿Qué he aportado al mundo? ¿De qué estoy satisfecho y cuáles son mis remordimientos? Para morir bien, uno tiene que haber vivido bien. Para quienes han transcurrido su realidad fieles a sus convicciones y han trabajado para brindar felicidad a los otros, la muerte puede llegar como un tiempo libre reconfortante, como un sueño bien ganado luego de un día de gratos esfuerzos.

Estar consciente de la muerte nos permite vivir cada día y cada momento con agradecimiento por la incomparable oportunidad que tenemos de crear algo, mientras habitamos este planeta. Para disfrutar de verdadera felicidad debemos vivir cada momento como si fuese el último. El hoy nunca volverá. Podemos hablar del pasado o del futuro, pero la única realidad que tenemos es el momento presente. Confrontar la realidad de la muerte nos permite, de hecho, generar creatividad ilimitada, valor y alegría en cada instante que vivimos.

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