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Discusión: ¿Qué hay entre la vida y la muerte?


Enviado por   •  18 de Enero de 2016  •  Apuntes  •  1.482 Palabras (6 Páginas)  •  279 Visitas

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Discusión: ¿Qué hay entre la vida y la muerte?

Vida y muerte poseen significados diferentes, maneras subjetivas de abordarlos y afrontarlos, miles de mitos y supuestos, pero lo más importante; tienen en común la ridícula idea de suponer un conocimiento siquiera medianamente cercano a lo real, que se escabulle en cuanto se piensa haberlo encontrado, no es ni en la vida ni en la muerte donde se hallará el valor de estos esquemas, de estas ideas, de estas palabras, de estos significados.

Patrick Süskind, Hermann Hesse, Gustave Flaubert, Fiódor Dostoyevski, Honoré de Balzac, Lev Tolstói y Oscar Wilde, tienen en común un sutil estilo de narración, que impregna lo real de una silueta, de una postura y un ideal, de un trascendental significado a sus propias obras, esta sombra de luz proyectada, atraviesa a los virtuosos, penetra en los cínicos, fabula entre el súper-hombre, se abre paso por los religiosos. No importa qué tan esquiva sea la realidad, qué tan transmutado esté este ideal, siempre penetrará nuestros sentidos, y llenará de sensaciones el cuerpo.

Iniciemos imaginando la muerte de trece mujeres, y su unión en una misma esencia, significó una paz derrochadora, aquella que no se mide, no se cuantifica, acaso puede llegar a imaginarse de ella algún encuentro frondoso, donde recorrerás la vida en búsqueda de recobrar aquel instante, recrear el éxtasis en tu mente y transformar el escenario y los actores a tu gusto, todo esto es una salida absurda a una pregunta jamás formulada. No era importante entonces la apariencia, sino una esencia mística proveniente del universo más bello jamás conocido, y como todo buen tesoro, que se custodia celosamente por lo real, debe poseer un final abrupto, donde el filo desgarre lo superfluo, en búsqueda de lo interior.

Supongamos ahora, la vejez solitaria de supuesto lobo, mitad hombre, que desemboca en una angustiosa búsqueda de la muerte en su esencia liberadora. Este deseo es sustituido por un instantáneo y efímero gozo, una silueta femenina que enternece la vida de este sujeto, ella fue su salvadora. Cuán mejor puede resultar este suceso, cuán bello y magnífico ha de ser el destino para que tales líneas de vida se crucen y permanezcan eternamente unidas. No merece la pena develar demasiado sobre el asunto pero explicaré un poco lo anterior, suponga usted una mano independiente, como de la que es dotada dios en las fantasías de los caricaturistas, ahora, imagine que esta mano tiene lápiz y papel, y apoyando el primero sobre el segundo, dibuja dos líneas que son trazadas una al lado de la otra. Ahora bien, las líneas, en algún fatídico punto, se han cruzado, y siguen su corso por separadas. Si no ha quedado perfectamente claro, la unión de ambas líneas será eterna, no importa qué tan largo sea el recorrido de éstas, siempre habrá un punto en común, una idea similar, una unión simultánea y espontánea que figuró y desapareció, pero no sin dejar rastro.

Esta silueta y su línea, convergieron con aquel solitario y entristecido lobo, generando una unión de potenciales amantes, íntimos cómplices y un solo verdugo, un final cumplido. El lobo y su silueta unieron sus manos y las de otros, deslizaron sus dedos por los suyos, por los del otro, y por los de los otros, palparon impacientes y curiosos en fronteras concernientes a otras pieles, rozaron sus sensaciones contra la cálida y latiente piel de otro enamorado, para finalmente, en medio de la desnudez total, entregarse por primera vez al filo de un acero sobre una piel, solo para romper el esquema.

Bien pues, ahora hemos de trasladarnos a Francia, donde lo bello tiene un lugar hegemónico y la estética redunda como un paradigma. Tal es el afán de todos sabores, que el hombre más culto puede llegar a salivar con la dosis adecuada de su propio éxtasis, sin embargo no hablaremos de sabores, no particularmente atractivos a la degustación prematura.

El contacto cálido y lleno de experiencias que resulta del roce de los labios, genera un gusto, ha de suponerse, pero además genera una sensación que revuelve la memoria en cualquier caso, entonces, unos labios que han perdido el afán por alcanzar los de otro de memoria conocido, claman por nuevas degustaciones, le rogaré solo por un instante que se libre del mito de la fidelidad, del ancla cultural que supone una monotonía en torno a los sabores, piense usted que puede resultar quizás aversivo el concepto “degustar”, aplicado a una figura humana, pero suponga además, que todo está permitido al ser plasmado en palabras.

El contacto de los labios con la piel, los miles de sabores provenientes de fuentes que en diferentes situaciones podrían penetrar en los estómagos sensibles, pero que en tal instante resultan un clímax por demás supuesto, es entonces donde aquellos labios, destruyeron su propio esquema previsto, su amor jurado tras una cruz de supuesta eterna felicidad, para sucumbir al amor de otro, que más que brindarle sus botos, le brinda su piel, para que puedan estos labios conocer un nuevo sabor, una nueva alma y finalmente, una nueva tragedia.

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