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El Castigo Según San Agustín

warnica9 de Noviembre de 2012

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En el capítulo IX del libro “La naturaleza del bien”, San Agustín trata el tema de la “Institución del castigo para reintegrar al recto orden a la naturaleza transgresora”. En el primer párrafo de éste capítulo, él afirma lo siguiente:

“Cuando se les perdona a los pecadores el castigo que merecen, efecto de la bondad infinita de Dios; pero no hay iniquidad o injusticia en él si se les hiere con el castigo merecido, porque la naturaleza resulta más ordenada cuando sufre justamente en el castigo que cuando se regocija impunemente en el pecado”.

En otras palabras, San Agustín enseña que, Dios perdona al pecador, y que muchas veces, por su bondad infinita, perdona el castigo que éste merece por sus pecados; pero luego da a entender que es mejor recibir el castigo merecido por la falta cometida, que quedar impune del castigo. En este ensayo, intentaré mostrar el error de San Agustín al hacer ésta afirmación, tomando como base las enseñanzas de Jesucristo y el pensamiento actual de la Iglesia Católica sobre la Misericordia de Dios.

Es necesario tener en cuenta que San Agustín fue influenciado por Platón, y que después de su conversión, él, atormentado por el pecado, encuentra una explicación racional sobre la naturaleza del mal, no como una entidad con esencia propia, sino como la ausencia del bien. Además, la antropología de Platón tuvo tan influencia, que en la Edad Media, la concepción de que el cuerpo es el enemigo del alma, lleva a utilizar el castigo al cuerpo como una forma de penitencia y disciplina.

En el Antiguo Testamento, el profeta Oseas nos dice que Dios quiere nuestro amor y no nuestros sacrificios . En el Nuevo Testamento, se nos narra que un sábado los discípulos de Jesús tenían hambre, y arrancaron unas espigas para alimentarse. Los fariseos escandalizados por ésta acción, reclamaron a Jesús (probablemente para que castigara a sus discípulos por haber hecho eso), pero Jesús les reprocha sus actitudes diciéndoles que si entendieran bien la frase “amor quiero y no sacrificios”, no reclamarían eso.

Otro texto del Nuevo Testamento nos narra que un día Jesús fue invitado a comer en la casa de un fariseo llamado Simón, y que al sentarse en la mesa, una mujer pecadora le lavó los pies a Jesús. Simón se escandalizó por esto, pero Jesús le contó una parábola sobre dos hombres que debían dinero a un prestamista, uno más que el otro, y a ambos les fue perdonada la deuda. Luego le preguntó: “¿Cuál de los dos amará más?”, Simón respondió: “Pienso que aquel a quien perdonó más”, y Jesús dijo que a quién más se le perdona, más ama. Al unir estas dos lecturas, nos damos cuenta de que lo que de verdad le importa a Dios es nuestro amor, y que una forma de conseguir nuestro amor es perdonándonos todas nuestras faltas, no castigándonos por ellas.

Y, Finalmente, la mejor lección de amor y de perdón que Jesús nos dio, fue cuando estaba crucificado y exclamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” . No pidió castigo para ellos, por más mínimo que fuera, sólo los perdonó. Más aún, al ladrón que se arrepintió le dijo: “En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.

En conclusión, creo que San Agustín junto dos conceptos totalmente diferentes, “Justicia Divina” y “Justicia Social”. Para la Justicia Social, es necesario castigar los delitos para mantener un orden moral, para establecer los límites que no se deben cruzar, para que la persona se haga responsable de sus acciones. Pero la Justicia Divina que Dios utiliza es la misericordia, hija del amor, y eso es algo totalmente incomprensible para nosotros, pues nuestro conocimiento de Dios es mínimo. Dios, en su infinita sabiduría, supo que perdonar es mejor que castigar, pues él quiere que lo amemos, no que le temamos.

La Iglesia Católica afirma que Dios no

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