Ensayo expositivo sobre el amor según San Agustín de Hipona

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Ensayo expositivo sobre el amor según San Agustín de Hipona

Autor: Francisco Javier Lara

C.I. 10.796.939

San Agustín de Hipona, fue el más influyente de los filósofos cristianos latinos, nació en Tagaste, en la provincia romana de Numidia, el 13 de Noviembre de 354 d.c. Alrededor de 365 d.c. se trasladó a Madaura, donde estudió, gramática y literatura latina. Regresó a Tagaste en 374 d.c. enseñando las mismas durante un año.

Seguidamente, retornó a Cartago, donde abrió una escuela de retórica, permaneciendo allí hasta 383 d.c. junto con su amante y su hijo. Se le atribuyen más de 100 obras de su autoría, entre las cuales se encuentran: Contra los Académicos, La Vida Feliz, El Orden, Soliloquios, La Dialéctica, La Dimensión del Alma, El Libre Albedrío, La Música y El Maestro, entre otras. Falleció el 28 de agosto de 430 d.c.

En sus escritos, presenta la razón y el alma como las bases del conocimiento revelado por Dios. Expresa que la felicidad y el amor se equilibran porque emanan de Dios. Todo lo que se hace con amor es bueno porque es un reflejo de Dios.

Para este filósofo y escritor, la búsqueda constante del ser humano es la felicidad. Pero no todos los seres humanos pueden hallar la felicidad, porque confunden lo que quieren con la felicidad y desean cosas que no tienen que ver con el amor a Dios. Para lograr conseguirla, las personas deben ver y apreciar aquello que está más allá de los órganos sensoriales que dirigen la lógica y la razón, debido a que la humanidad fue hecha a la imagen y semejanza de Dios, lo cual significa que básicamente, según San Agustín, además de un cuerpo físico, el ser humano también posee un espíritu. Por ello, no en balde,  Dios es un espíritu infinito que ama con amor infinito. De esta manera, el amor es sobrepuesto al campo racional.

Señala además, que el amor es la fuerza de la voluntad en las personas. Así como todas las actividades y facultades del espíritu son movidas por la voluntad, el amor, que mueve a la voluntad, es lo que da sentido y unidad a todas las operaciones humanas. De esta manera, cada persona se define así misma por el amor que manifiesta, es el amor lo que la hace ser persona.

Dicho amor, no se refiere al amor pasional, erótico, entre dos seres humanos, o el amor filial entre dos amigos o conocidos, o el amor que existe entre padres e hijos, sino al amor basado en principios, es decir, a la misma clase de amor que Dios manifiesta a su creación, reflejado en la bondad, la misericordia, la justicia, la verdad, la tolerancia, la humildad, el cual no se refiere necesariamente a un sentimiento, sino a la acción y ejecución de buenas obras. Quien ama la verdad, ama a Dios. La verdadera felicidad por lo tanto es eterna, por lo que solo la búsqueda de Dios nos hace felices. 

El ser humano, debe entonces comenzar a buscar, clasificar y definir el amor desde el interior y no desde el exterior. De lo contrario pudiera llegar a amar lo que no es saludable que ame, o lo que es saludable amar no amarlo. Amar más lo que debe amar menos, o amar menos lo que debe amar más.

San Agustín, con su filosofía del amor, no estaba promoviendo una forma de vida alejada del uso de las ciencias, la razón y los placeres materiales, tal como promovían los ascetas, sino un una balanza equilibrada entre estas (ciencia, razón y placeres materiales) y el amor, porque toda acción realizada por el hombre sin amor, no le producirá a la larga felicidad y satisfacción genuina.

De esta filosofía de San Agustín se desprende, desde el punto de vista del ensayista, que muchos de los problemas que ha atravesado y atraviesa la humanidad, se originan por la carencia de amor hacia Dios y hacia el prójimo. Cuando una persona ama lo que no debe amar, o ama menos, a lo que debería amar más, se presentan conflictos internos, desequilibrios personales y con los demás. Por lo que resulta de vital importancia, aplicar esta filosofía del amor de San Agustín basada en la bondad, la tolerancia, el respeto, la fraternidad y la transparencia, en el hogar, los centros educativos, en el lugar de trabajo y en cualquier espacio para que reine la armonía, el equilibrio y la paz entre la humanidad.

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