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El Cuerpo

laura_8812 de Octubre de 2014

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Sobre la exhortación a la reflexión en el Elogio

de la Locura de Erasmo de Rotterdam1

On the Exhortation to Reflection in Erasmus

of Rotterdam’s Eulogy of Insanity

Jaime Palacio Rada

Universidad del Zulia

Maracaibo - Venezuela

Resumen

El Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam ha sido calificado como una crítica a la Europa del Renacimiento. El presente trabajo expone además como hipótesis que en dicha obra hay, detrás del uso de la ironía, una exhortación a sus lectores a reflexionar. Esto se afirma con apoyo en ciertos elementos que aquí se mostrarán, y en la comparación entre las críticas que hizo Lutero a la iglesia católica y las que había hecho Erasmo, enraizadas en una espiritualidad especial que él llamaba Philosophia Christi, basada en la practicidad, la sencillez, la verdad y la humildad, cualidades que, a través de la ironía, Erasmo invitaba a practicar en su Elogio.

Palabras clave: Erasmo de Rotterdam, Martín Lutero, Elogio de la Locura, Renacimiento, Philosophia Christi.

Abstract

The Praise of Folly (1511) by Erasmus de Rotterdam has been classified as a criticism of European Renaissance. This paper proposes as a hypothesis that said work contains a tacit exhortation to a special reflection by the reader. This is proposed based on certain elements that are shown herein, and in a comparison of the criticism of the Catholic Church made by Luther, which contrasted with that of Erasmus, which was based on a special spirituality in the so-called Philosophia Christi, based on practice, simplicity, truth and humility, qualities which Erasmus called others to practice in his Eulogy.

Key words: Erasmus of Rotterdam, Martin Luther, The Eulogy of Insanity, Renaissance, Philosophia Christi (Christ Philosophy).

Recibido: 11-12-03 Aceptado: 26-03-04

1. Introducción

A lo largo de la historia encontramos varios autores y pensadores que criticaron sus propios tiempos. Uno de ellos fue Erasmo de Rotterdam (1469-1536)2, agudo observador de su época, que fue el tardío Renacimiento. En aquel entonces el humanismo en boga resaltaba al hombre como centro de la vida y el conocimiento, y principal protagonista del mundo en todas sus dimensiones: artística, literaria, social, política, etc. Pero, a pesar de estas altas expectativas, en la vida real y concreta los hombres renacentistas no estaban en una posición privilegiada frente a los de otros tiempos. Esa época fue de extrema complejidad: Por un lado se asumía al hombre como centro de todos los ámbitos, pero, por otro, ese periodo padecía los excesos de las pasiones y contradicciones humanas que, exteriorizadas en algunos hechos importantes (como la crisis de la iglesia, el auge de movimientos populares igualitarios, la exacerbación mórbida de la sensibilidad colectiva con respecto a la muerte, etc.), hicieron del Renacimiento una época propicia, no sólo para expresar la grandiosidad del hombre, sino también, y en gran medida, para que explotaran abruptamente todo ese cúmulo de pasiones y contradicciones que hicieron de dicha época una etapa de cambios profundos en la historia de occidente.

Uno de los hombres que pudo comprender mejor este escenario fue Erasmo de Rotterdam. Él, así como otros pensadores de su época, entendió que la responsabilidad de las cosas buenas y malas que les sucedían a los hombres era de los hombres mismos, y no de Dios, como se pensaba generalmente en la edad media. Un corolario que podía deducirse de esto dicho es que sólo los hombres podían crear las bases para una vida humana más plena y digna.

En la sociedad europea de entonces jugaba un papel dominante la iglesia, pero ya en competencia con los monarcas y aristócratas nacientes del absolutismo. También habían aparecido nuevas clases sociales poderosas como los comerciantes, y miembros de otros sectores sociales ya tradicionales, como los campesinos, o que habían adquirido mucho mayor relieve en esa época, como los artistas, y quienes ejercían ciertas profesiones liberales. Todos estos sectores, instituidos por seres falibles, débiles, e irascibles, mostraban las tachas comunes y universales del vulgo humano, pero también estaban presentes las fallas más graves de una minoría, como la corrupción eclesiástica y académica. El Elogio de la Locura 3 es una obra que muestra la labor de un observador y analista profundo de la vida humana, y más específicamente, de la que se desarrollaba en la Europa de aquel entonces.

El Elogio fue la expresión literaria de la situación de la época. Dicha expresión no podía venir sino de alguien que conociera bien la sociedad, o al menos sus sectores más importantes. Erasmo, que había sido religioso y era teólogo, conocía bien la iglesia, desde sus jerarquías más altas a sus miembros más humildes. También estaba familiarizado con los sectores involucrados con ésta, como los mismos teólogos, y otros intelectuales. Su Elogio quería, en primer lugar, figurar como un espejo en el que la sociedad misma se viera reflejada, y así pudiera ver sus contradicciones, errores y debilidades.

Pero el Elogio no solo iba a ser un reflejo o una critica a esa sociedad. Puede sostenerse que en la obra también estaba implícita una invitación a reflexionar que a su vez tenía la finalidad de motivar un cambio en los individuos y en la sociedad misma. Erasmo quería influir en los hombres del Renacimiento para que, en el mejor de los casos, lucharan contra los errores y debilidades que les perjudicaban como seres humanos, errores que se veían reflejados en muchas de sus acciones e instituciones. En la siguiente cita correspondiente al prólogo del Elogio, puede notarse que Erasmo hizo de éste algo más que una crítica.

“San Jerónimo escribió en este genero4 con más libertad y mordacidad, en varias ocasiones hasta sin perdonar los nombres propios. En cuanto a nosotros, aparte de que nos hemos abstenido completamente de nombrar a nadie, hemos guardado tal moderación en el estilo, que el lector avisado comprenderá desde luego que nuestro ánimo ha sido más bien agradar que morder”5.

Como hemos notado en la cita anterior, el Elogio no sólo quería referirse a las fallas de los distintos sectores de la sociedad, sino que quería hacerlo sin disgustar ni afrentar al lector y hasta recurriendo al humor, como lo hace frecuentemente en la obra. Un humor bien pensado, que se afianzaba a menudo en referencias a la mitología clásica de Grecia y Roma, así como en la historia y literatura de ambas civilizaciones.

Mas, detrás de todo el andamiaje de la crítica, y del humor de la obra, hay una intención mucho más profunda. Por un lado, Erasmo, a diferencia de San Jerónimo, se abstiene de hacer señalamientos a los culpables de manera directa, con lo cual había más posibilidades de alcanzar las intenciones de la obra, que quería agradar más que morder. Esto último ya nos va sugiriendo que Erasmo no está plenamente en contra de aquellos a quienes critica, y que los señalamientos que les hace no son para dañarlos sino para mejorarlos. Además, parecería contradictorio con el carácter de pensador meditado de Erasmo, que él realizara toda una crítica e inspección de la sociedad, sin que en ella no asomara la más mínima intención de plantear una posibilidad distinta con relación a la situación tan compleja y difícil que se muestra a través de los numerosos ejemplos que él presenta en su obra. Esta intención puede distinguirse a través de las comparaciones que se hacen en el Elogio entre la conducta de esa sociedad y especialmente del clero del siglo XVI con la vida de los apóstoles y la vida de Jesús, contraste que parece claramente querer inducir a los lectores a examinar sus vidas, y si fuere el caso, reformarlas. Al hablar de los monjes, dice:

Hay algunos de ellos que trafican ventajosamente con su mugre y su mendicidad, y van berreando de puerta en puerta para pedir un pedazo de pan, sin dejar hosterías, coches ni barcos que no asalten, con no poco perjuicio de los verdaderos mendigos; de este modo penetran suavemente estos hombres, que con su suciedad, su ignorancia, su ordinariez y su desvergüenza pretenden ofrecernos una imagen de los Apóstoles6.

Y no trata mejor a las dignidades eclesiásticas más elevadas:

Los sumos pontífices, los cardenales y los obispos imitan desde hace largo tiempo con éxito y casi sobrepasan la conducta de los príncipes. [...] Pero nuestros prelados de hoy obran más cuerdamente dedicándose a ser pastores de sí mismos y dejando al mismo Cristo la custodia de sus ovejas o a Cristo, o delegando sus funciones en los frailes y vicarios, sin acordarse siquiera de su nombre de Obispo, que quiere decir trabajo, vigilancia y solicitud, pues sólo cuando se trata de atrapar dinero es cuando son obispos de verdad y no de los que se duermen en las pajas7.

De la misma manera, si los cardenales pensaran que son los sucesores de los apóstoles, y que se les exige la misma conducta que aquellos observaron; que no son los dueños, sino los administradores de los bienes espirituales, de todos los cuales tendrán que dar muy pronto una estrecha cuenta; [...] Repito que si los cardenales meditasen en estas cosas, lejos de ambicionar ese honor renunciarían a él de buena voluntad o llevarían una vida más laboriosa y más diligente, como lo fue antiguamente la de los discípulos de Jesús8.

¿Por qué razón han de tener riquezas los que se dicen hacer las veces de los apóstoles, que vivían pobres?9.

Otro aspecto que influye en esta intención de Erasmo es la manera en que se dirige a los distintos sectores a quienes critica. Como se ha señalado en la página anterior, él en ningún momento

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