El Hombre De Las Cavernas

Nueva visión del Mito del Hombre de la Caverna

Tomando como base el Mito del hombre de la caverna de Platón publicada en el libro VII de La República, y en la que participan otros filósofos famosos pertenecientes a su Academia, entre otros, Sócrates, se delinea a continuación una nueva perspectiva del referido mito o alegoría como otros la llaman. Es sabido que el mito relata la vida de unas personas encadenadas dentro de una caverna mirando hacia una pared. Para dichas personas, el único medio para ver el mundo externo es una fogata ubicada en la parte posterior de ellos, que le sirve de refractor de imágenes de quienes pasan por una pasarela frente a ésta y le reflejan una realidad distorsionada. Sin embargo, para ellos eso representa su única realidad sin entender su origen ni su propósito.

A la luz de lo que representa la alegoría y la intención original, la misma tendría otra finalidad desde la perspectiva de Aristóteles, quien a pesar de ser discípulo de Platón, generó su propia filosofía. Para Aristóteles, la teoría de las Ideas que propuso Platón, es imposible ya que establece una separación entre el mundo visible y el mundo inteligible, es decir, entre la sustancia y aquello por lo que una sustancia es, su forma o esencia.

Desde esta noción, recrear la misma escena del mito de las cavernas, con esta finalidad impondría severos cambios. Tratar de ubicar los seres humanos con las mismas cadenas que las presentó Platón y colocarlos en la misma caverna, no tendría el mismo efecto. Se trata de representar a los encadenados imágenes que dan una idea de lo que realmente es algo que no se percibe del todo, y según Aristóteles, no tendría sentido mostrárselas ya que no la relacionarían con la idea original o esencia de las cosas, sobretodo porque este filósofo respalda la creencia metafísica de que el hombre en su naturaleza, le interesa conocer su entorno. De esa forma puede alcanzar el conocimiento de las causas y los principios del ser y de todo lo material que le rodea.

Por ende, si se amarraran los referidos hombres en las mismas circunstancias que lo relata Platón, desde esta nueva perspectiva, los mismos harían lo propio para no limitarse a esperar que las imágenes pasaran frente a ellos. De seguro que desde esta nueva percepción, los encadenados buscarían a sus espaldas lo que hace que aparezcan ante ellos figuras inentendibles. Así descubrirían que no son manchas que la luz de la fogata refleja, sino que son cosas y no ideas como entiende Platón que es la base de las cosas reales.

No puede perderse de perspectiva que ante la ideas de Aristóteles, la base de lo real no es la idea que se tiene de las mismas, sino la esencia que es una idea mucho más tangible y objetiva ante todos los seres humanos. Por lo tanto en esta idea nueva de la alegoría del mito, el hombre no se queda con las ideas preconcebidas que trascurren frente a él sino que se lanza a buscar la raíz de las mismas. No se trata de aceptar por absoluto lo que se nos enseña, es más bien tener la conciencia de que tener la idea de una cosa es aceptar que se puede separar entre lo que se ve y lo que es la esencia en su forma más básica y real.

En fin, según ambas alegorías, la de Platón y la tarea de tratar conciliar las teorías filosóficas de Aristóteles referentes a la sustancia y la metafísica, solo ponen en perspectiva que desde los inicios de nuestra era, el ser humano siempre ha tenido la necesidad de retar su propio entendimiento para aprender sobre las cosas. En este empeño el aplicar y valerse de todo tipo de artimañas se hace requisito si el fin último es querer aprender. Por ende la representación alegórica del mito de las cavernas sirve para que el hombre se vea si, ante la necesidad de aprender, solo se limita a aceptar como real lo que se le presenta ante sus ojos,

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