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El Hombre En Busca Del Sentido


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2014  •  2.707 Palabras (11 Páginas)  •  139 Visitas

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PRIMERA FASE: INTERNAMIENTO EN EL CAMPO

Las primeras reacciones

Las ilusiones que algunos de nosotros conservábamos todavía

las fuimos perdiendo una a una; entonces, casi inesperadamente,

muchos de nosotros nos sentimos embargados por un humor

macabro. Supimos que nada teníamos que perder como no fueran

nuestras vidas tan ridículamente desnudas. Cuando las duchas

empezaron a correr, hicimos de tripas corazón e intentamos

bromear sobre nosotros mismos y entre nosotros. ¡Después de

todo sobre nuestras espaldas caía agua de verdad!...

Aparte de aquella extraña clase de humor, otra sensación se

apoderó de nosotros: la curiosidad. Yo había experimentado ya

antes este tipo de curiosidad como reacción fundamental ante

ciertas circunstancias extrañas. Cuando en una ocasión estuve a

punto de perder la vida en un accidente de montañismo, en el

momento crítico, durante segundos (o tal vez milésimas de

segundo) sólo tuve una sensación: curiosidad, curiosidad sobre si

saldría con vida o con el cráneo fracturado o cualquier otro

percance.

Una fría curiosidad era lo que predominaba incluso en

Auschwitz, algo que separaba la mente de todo lo que la rodeaba

y la obligaba a contemplarlo todo con una especie de objetividad.

Al llegar a este punto, cultivábamos este estado de ánimo como

medida de protección. Estábamos ansiosos por saber lo que

sucedería a continuación y qué consecuencias nos traería, por

ejemplo, estar de pie a la intemperie, en el frío de finales de

otoño, completamente desnudos y todavía mojados por el agua

de la ducha. A los pocos días nuestra curiosidad se tornó en

sorpresa, la sorpresa de ver que no nos habíamos resfriado.

A los recién llegados nos estaban reservadas todavía muchas

sorpresas de este tipo. Los médicos que había en nuestro grupo

fuimos los primeros en aprender que los libros de texto mienten.

En alguna parte se ha dicho que si no duerme un determinado

número de horas, el hombre no puede vivir. ¡Mentira! Yo había

vivido convencido de que existían unas cuantas cosas que

sencillamente no podía hacer: no podía dormir sin esto, o no

podía vivir sin aquello. La primera noche en Auschwitz dormimos

en literas de tres pisos. En cada litera (que medía

aproximadamente 2 X 2,5 m) dormían nueve hombres,

directamente sobre los tablones. Para cada nueve había dos

mantas. Claro está que sólo podíamos tendernos de costado,

apretujados y amontonados los unos contra los otros, lo que tenía

ciertas ventajas a causa del frío que penetraba hasta los huesos.

Aunque estaba prohibido subir los zapatos a las literas, algunos

los utilizaban como almohadas a pesar de estar cubiertos de lodo.

Si no, la cabeza de uno tenía que descansar en el pliegue de un

brazo casi dislocado. Y aún así, el sueño venía y traía olvido y

alivio al dolor durante unas pocas horas.

Me gustaría mencionar algunas sorpresas más acerca de lo

que éramos capaces de soportar: no podíamos limpiarnos los

dientes y, sin embargo y a pesar de la fuerte carencia vitamínica,

nuestras encías estaban más saludables que antes. Teníamos que

llevar la misma camisa durante medio año, hasta que perdía la

apariencia de tal. Pasaban muchos días seguidos sin lavarnos ni

siquiera parcialmente, porque se helaban las cañerías de agua y,

sin embargo, las llagas y heridas de las manos sucias por el

trabajo de la tierra no supuraban (es decir, a menos que se

congelaran). O, por ejemplo, aquel que tenía el sueño ligero y al

que molestaba el más mínimo ruido en la habitación contigua, se

acostaba ahora apretujado junto a un camarada que roncaba

ruidosamente a pocas pulgadas de su oído y, sin embargo, dormía

profundamente a pesar del ruido. Si alguien nos preguntara sobre

la verdad de la afirmación de Dostoyevski que asegura

terminantemente que el hombre es un ser que puede ser utilizado

para cualquier cosa, contestaríamos: "Cierto, para cualquier cosa,

pero no nos preguntéis cómo".

¿“Lanzarse contra la alambrada''?

Nuestro ensayo psicológico no nos ha llevado tan lejos

todavía; ni tampoco nosotros los prisioneros estábamos entonces

en condiciones de saberlo. Aún nos hallábamos en la primera fase

de nuestras reacciones psicológicas. Lo desesperado de la

situación, la amenaza de la muerte que día

...

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