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El Hombre Moderno


Enviado por   •  26 de Junio de 2015  •  2.566 Palabras (11 Páginas)  •  284 Visitas

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EL HOMBRE MODERNO. Descripción fenomenológica.

P. Alfredo Sáenz, SJ. 4ta edición. Año 2001. Gladius

Introducción

Hombre Moderno es el hombre que es fruto de la llamada “civilización moderna”. Esta es la civilización resultante, la creada sobre los escombros de la antigua civilización fundada en el cristianismo. El hombre moderno es el resultado, el fruto de ésta. Proceso por el cual se fue formando la civilización moderna: Cristiandad

Renacimiento

Reforma protestante

Iluminismo

Revolución Francesa

Revolución Soviética

El nuevo orden mundial (hoy en día).(Aclaración: estos no son bloques compactos)Paso crucial: en el medioevo el hombre era considerado el centro de todo. A partir de Galileo sólo será algo minúsculo dentro de la pequeñez de la tierra. Pascal: “el silencio eterno de estos espacios infinitos me espanta”. Otro paso: el hombre quiere recuperar su protagonismo perdido. Esto se concretaría en el antropocentrismo moderno, el humanismo renacentista y la Ilustración. El hombre quiso volver al centro de la creación marginando a Dios. La infinitud del universo, afirmada por la nueva cosmología, se fue transformando en la infinitud potencial de la propia mente, incluso hasta creadora. La mente humana es idéntica a la razón divina. Hoy en día quedan cristianos pero no cristiandad, es decir, una sociedad impregnada con el espíritu del Evangelio. Lewis sostiene que estamos en una época post-cristiana, fruto de un salto histórico cualitativo. Enrique Rojas dice que el hombre contemporáneo se parece mucho a los productos light: comida sin calorías, manteca sin grasa, cerveza sin alcohol, azúcar sin glucosa, tabaco sin nicotina, leche descremada. Un hombre descafeinado, un hombre sinsustancia, sin contenido.

VIII El consumismo

Cuando el dinero, más allá de su fin natural, que es determinar la equivalencia entre las cosas, domina la ciudad, esta se convierte en un gran mercado y su habitante, en un ser productor y consumidor, regulado por estrictas normas cuantificables de rendimiento y eficacia. El “homo o economicus” tiene dos caras: el empresario y el consumidor. El empresario tiene como principal intento, no siempre el afán de lucro, sino el interés de su empresa. La empresa es para él como un ser de carne y hueso. El hombre de negocios no sabe de otro anhelo, no conoce otra preocupación que ver su negocio crecer y hasta verlo convertirse en un organismo floreciente, fuerte y próspero. Aspira siempre a ampliar su negocio Hay cuatro niveles que dirigen la vida de un niño: la grandeza, el movimiento rápido, la novedad y el sentirse que tienen poder. Todo esto se da en el empresario moderno. Todo empresario se consagra a una sola cosa: la producción. Esto llega a tal exceso que su actividad acaba por destruir su cuerpo y corromper el alma.

El consumidor, por otra parte, también está obsesionado por el valor económico. Dice Sciacca, que lo propio de este valor consiste en ser “intercambiador y consumidor” y lo propio del valor espiritual es ser “expresador y comunicador”. Aquel puede ser comprado o vendido. Con los valores espirituales no se puede hacer esto. Para el hombre consumista solo cuentan los bienes terrenos, las cosas perecederas, como si fueran definitivas. Es la era del plástico: “tener, usar, tirar, volver a tener…” es la consigna. Es la metafísica de la nada. La muerte de casi todos los ideales. “La enfermedad del Occidente es la de la abundancia: tener todo lo material y haber reducido al mínimo lo espiritual” (Rojas). La civilización moderna, no sabe ya lo que es el hombre, ignora el sentido de la existencia y está amputado de toda finalidad. Se la puede definir como “la civilización de medios”, una civilización técnica. Ya no es el fin el que hace surgir los medios. Los mismos medios se han convertido en fin. Poseer los medios es poseer el fin. Al hombre de hoy no le interesan más los héroes y los santos, como en otras culturas. Sus modelos son los que han triunfado económicamente, gente llena de cosas. Se encargan de fomentar este espíritu consumista, los que dirigen la televisión. Estos crean necesidades y elaboran el horizonte de los anhelos. La televisión es el instrumento más eficaz del consumismo. Este espíritu tiene mucho que ver con el

zapping. Esta palabra anglosajona significa golpear, disparar rápidamente y expresa la tesitura de aquel a quien le interesa todo y nada a la vez. El hombre moderno-televidente es “aquel que conoce el precio de todas las cosas y el valor de ninguna” (Oscar Wilde) El hombre consumista es un hombre inquieto, no se contenta con lo que tiene. Es el “homo consumens”, el hombre sin apetencias sagradas y trascendentes. Que no admite esto más allá que el de la adquisición incesante y universal. Se consume en una vida totalmente superficial. Lo más profundo que hay en el hombre moderno es su piel. La acumulación constante de bienes no aporta nada a la realización personal. En general el bienestar material se incrementa mientras el desarrollo espiritual se reduce. La sobreabundancia deja en el corazón la tristeza. La victoria de la civilización científica y técnica nos ha inculcado una inseguridad Espiritual. Hoy ya no se reconoce el sentido, la finalidad de la existencia.

IX El hedonismo

Esta palabra viene del vocablo griego: edoné, que significa placer. Propiamente es un sistema filosófico, que hace consistir el bien en el placer. El hombre encuentra su felicidad en el placer. El hombre, según los hedonistas, está sujeto a la soberanía del instante. El placer físico tiene superioridad sobre el moral. Excluye la moderación en su búsqueda. El hombre de nuestro tiempo busca pasarla de la mejor manera posible, acosta de lo que fuere. Esta búsqueda omnímoda e insaciable del placer se convierte en una necesidad inconsciente. El hombre necesita un placer inmediato que invada toda su sensibilidad. Se ha buscado liberar el campo del sexo, que ocupa un lugar privilegiado en aquella búsqueda ansiosa del placer. Se confunde sexo con amor. Es un amor light. Un amor así entendido considera a la mujer como un mero objeto del placer como si fuera un material descartable, que se usa y se tira. Al sexo practicado sin compromiso selo

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