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El Hombre Moderno


Enviado por   •  30 de Julio de 2013  •  2.980 Palabras (12 Páginas)  •  409 Visitas

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Grace García

CI-3020

"El Hombre Moderno"

-Alfredo Sáenz

LA FALTA DE INTERIORIDAD

Lo primero que advertimos en el hombre de nuestro tiempo es su escasa interioridad, una insuficiencia de vida interior que, paradójicamente, puede ir unida con un marcado subjetivismo. Al decir interioridad, nos estamos refiriendo a aquel fondo recóndito del alma que es el afectado cuando decimos que algo se nos ha entrañado en el corazón, que algo nos ha impresionado, conmovido o sobrecogido, como suele acontecer al tratarse de algo que se refiere a la admiración, el amor, la adoración, la emoción artística o el asombro metafísico. Todas estas son vivencias que afectan nuestra interioridad.

Pues bien, como lo señala Sciacca, el hombre de hoy vive más "exteriormente" que "interiormente". Recuerda todas sus citas, menos las que tiene consigo mismo. Ha perdido la capacidad de recogimiento y de concentración. "Nosotros vivimos fuera de nuestra interioridad: no interiorizamos nuestra vida práctica, exteriorizamos nuestra conciencia; no recuperamos el mundo dentro de nosotros, nos perdemos y dispersamos a nosotros mismos en el mundo. Reflejamos la superficie de las cosas en lugar de reflejar sobre las cosas la profundidad de nuestroespíritu"

Michele E Sciacca, Fenomenología del hombre contemporáneo, Asoc. Dante Alighieri, Buenos Aires, 1957, p. 10.

No en vano escribió Thomas Merton que el hombre ha perdido "la capacidad de estar a solas consigo”.

Ya Pascal se había referido a esta “huida de sí mismo”. No se trata de algo meramente fáctico, de un fenómeno pasajero. Tal tesitura ha llegado a constituir un modo de ser, un estilo de vida de la “diversión”, palabra que proviene del la di-vertere, orientarse hacia otro lado, verter, derramarse hacia fuera. Se ha llegado a decir que nuestra cultura es, en buena parte, una cultura de la evasión.

EL DESARRAIGO

Pasemos a una segunda caracterización fenomenológica: el hombre de hoy es un hombre que ha perdido sus arraigos. No en vano es el producto de un largo proceso histórico, que progresivamente lo ha ido desvinculando de sus raíces tradicionales en parte individualista, en parte colectivista, pero no un ser orgánico. El hombre es “orgánico” cuando se integra en un organismo, como miembro de un cuerpo, cuando tiende puentes a realidades que lo trascienden y enriquecen. El hombre inorgánico, por el contrario, es un ser aislado, mutilado, amputado de las religaciones que normalmente debían sustentarlo y darle vida.

Decimos que este hombre moderno es des-arraigado por el proceso revolucionario del mundo moderno. No en vano hemos pasado por dos grandes revoluciones las cuales el hombre ha quedado cada vez mas solo r inerme ante un estado cada vez mas omnipotente, sin raíces en las familias, en las asociaciones intermedias, en Dios.

Algunas de las manifestaciones de dicho desarraigo que tanto ha distanciado al hombre de nuestros tiempos al hombre de antaño. El hombre tradicional, aun el que no había pasado por las aulas, poseía una peculiar formación doctrinal, hecha de intuición, de comunión con lo real, de espíritu espontáneamente creador, de aspiración hacia el cielo.

Destaca Marcel de Corte el grado en que el hombre ha ido perdiendo ese sentido íntimo, intuitivo y tradicional de los valores, que le hacían perseguir su fin propio casi sin darse cuenta, cumpliendo así sus deberes consigo mismo, con la familia y con la sociedad. Resulta curiosa esta inclinación del hombre moderno a olvidar lo que está a su alcance, para perseguir objetivos remotos. El desarraigo de todo lo que es orgánico: familia, patria, profesión, Iglesia, que el hombre de nuestro tiempo considera no como un seno sino como una tumba para su búsqueda de plenitud humana, hace que viva habitualmente en lo abstracto, en un estado de volatilización, que ya es ahora su hábitat natural.

LA MASIFICACIÓN

Otra peculiaridad del hombre de hoy es su inserción en la masa, hasta el punto de volverse en muchos casos hombre-masa. la masa puede definirse como un hecho psicológico, sin necesidad de esperar a que emerjan los individuos que en ella se aglomeran. Cuando conocemos a alguien podemos saber si es de la masa o no. El ser de la masa en nada depende de la pertenencia a un estamento determinado. Dentro de cada clase social hay siempre masa y minoría auténtica. No es raro encontrar en la clase media y aun baja, personas realmente selectas Pero lo característico de nuestro tiempo es el predominio, aun en los grupos más distinguidos, como los intelectuales, los artistas, los que quedan de la llamada "aristocracia", de la masa y el vulgo. Por tanto la palabra "masa" no designa aquí una clase social, sino un modo de ser hombre que se da hoy en todas las clases sociales, y que por lo mismo representa a nuestro tiempo, en el cual predomina.

Pfeil distingue dos tipos de masificación. La primera, que se podría llamar transitoria, se da cuando los hombres por algunos momentos pierden su facultad de pensar libremente y de tomar decisiones, adhiriendo al conglomerado, lo que les puede acontecer, si bien sólo en ocasiones, incluso a gente con personalidad. Al segundo tipo de masificación, al que alude Pfeil, o sea la crónica, que se realiza cuando la gente pierde de manera casi habitual sus características personales, sin preocuparse ni de verdades, ni de honores, asociándose a aquel conglomerado homogéneo de que hemos hablado, conjunto uniformado de opiniones, de deseos y de conductas. El hombre-masa es un hombre sin carácter, sin conciencia, sin libertad, sin riesgo, sin responsabilidad. En resumen: la conducta masificada es la renuncia al propio yo. Folliet llama a esto "la incorporación al Leviathan", que confiere al hombre-masa cierta seguridad material, intelectual y moral. El individuo no tiene ya que elegir, decidir, o arriesgarse por sí mismo; la elección, la decisión, y el riesgo se colectivizan.

EL IGUALITARISMO

Pasemos a otra característica del hombre moderno, su tendencia a la igualación lo más absoluta posible. Es una consecuencia de su sumersión en la masa. Vivimos "en sazón de nivelaciones", escribe pintorescamente Ortega. Se nivelan los estamentos sociales, se nivelan los sexos, se nivelan las personas. Resulta un hecho

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