El Trabajo Y El Dinero En Hesíodo, Aristófanes, Aristóteles, Platón Y Jenofonte.
oscar1420 de Septiembre de 2011
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Las Nubes de Aristófanes y las nuevas tendencias en la educación ateniense1
Oscar Velásquez
Pontificia Universidad Católica de Chile
La comedia las Nubes de Aristófanes ha sido, casi inevitablemente, motivo de
controversias desde la antigüedad. No suele importar mucho que personalidades
influyentes del momento como Cleón, el poderoso y en muchos aspectos exitoso
demagogo ateniense, sean ridiculizadas en forma inmisericorde por el comediógrafo.
Inspira interés, sin embargo, cuando la agresión se dirige con descarnada fuerza en contra
de uno de los personajes más venerados de la antigüedad, el filósofo Sócrates; y ello es
más complicado aún, si se tiene en cuenta el hecho de que son muchas las fuentes
contemporáneas que ofrecen un cuadro de hecho contrapuesto. Para ello puede bastar la
mención de las obras de Platón y de Jenofonte, en que el filósofo ocupa un lugar de
privilegio y respeto. Por estas razones, al menos, es preciso delimitar el campo de esta
investigación; porque me propongo un objetivo de modesto alcance, y que consiste en
analizar los rastros de un posible sistema socrático de instrucción y enseñanza, un proceso
de educación que suele llamarse entre los griegos paideia o paideusis. En la creencia de que
el Sócrates sí estuvo preocupado de la enseñanza (se haya o no dedicado profesionalmente
a ella), la representación que de él hace Aristófanes, más allá de la polémica acerca del
valor moral de su contenido, es, a mi juicio, sorprendentemente consistente en sus líneas
generales. En otras palabras, la figuración del personaje Sócrates es coherente consigo
mismo, y, en apariencia, no tan incongruente, como se ha solido aseverar, con los
testimonios acerca del filósofo como los de Platón o Jenofonte.
Para llegar a una conclusión de esa naturaleza es necesario, evidentemente, tener
en cuenta la diversidad de los puntos de vista de los autores, en especial –como es el caso
de Aristófanes– si hay que interpretar una personalidad histórica a través del complejo
prisma de la comedia. El método, entonces, de este trabajo consiste básicamente en un
examen del personaje Sócrates, tal como figura en las Nubes, con el intento de develar,
1 Este trabajo forma parte del proyecto Fondecyt 1010466.
hasta donde ello sea posible, esos rasgos que lo ponen en sintonía con Platón. Más allá de
la metodología, por otra parte, y en cierta medida como un resultado de ella, quiero
además sugerir que, precisamente, esa representación del Sócrates de las Nubes posee, en
lo que a la educación se refiere, un grado significativo de consistencia, es decir, la
concepción socrática de la enseñanza parece ser justamente una temática que manifiesta
puntos interesantes de contacto entre el comediógrafo y el filósofo Platón.
Estrepsíades, el héroe de la comedia y portavoz del rumor popular
En la economía de la obra, el personaje Estrepsíades cumple un papel claramente
establecido desde el inicio. Un padre cargado de deudas producidas por su hijo Fidípides,
amante de los caballos y las carreras. El agobio del padre no ha cesado y le mantiene en
vigilia, mientras su hijo ronca y pronuncia dormido frases alusivas a sus aficiones hípicas.
Muy pronto, sin embargo, surge la idea que ha de poner en movimiento toda la trama de
la obra:
Ahora entonces que he estado pensando toda la noche en una salida
encuentro un atajo único, divinamente enorme:
si logro persuadir a este muchacho, me salvaré (Nu. 75-77).
El modo de salir de la dificultad, el camino de salida (hodoû), se le presenta en un cierto
sentido estrecho (atrapón: “sendero, atajo”), pero desde un nuevo punto de vista, a la vez
“maravillosamente, divinamente” (daimoníos) amplio. Se alude quizás aquí con daimoníos
al demonio socrático; porque en verdad, todas estas escenas iniciales entre el padre, y el hijo
causante de sus problemas económicos –hasta el momento en que se decide ir la escuela de
Sócrates–, dejan entrever que Estrepsíades sabe a qué puerta ha resuelto tocar. Sabe al
menos lo que la mayoría parece saber, es decir, que hay un cierto Sócrates, que hace las
veces de maestro principal de un phrontistérion o “pensadero”2 de almas sabias”. Estos
seres dedicados al saber, junto con “argumentar persuasivamente” (légontes anapeithousin)
acerca de ciertas nuevas teorías físicas y astronómicas, además,
ellos enseñan, suponiendo que uno les dé dinero,
a ganar mediante argumentos tanto sobre cosas justas como injustas (Nu. 98-99).
2 Es, como se sabe, una palabra inventada por Aristófanes. H. van Daele sugiere una relación con phrontistai , como la que
se daban a sí mismos los sofistas (Aristophane, tome I, V. Coulon, H. van Daele, Les Belles Lettres Paris 1972 p. 168 n. 1).
Estos argumentos se supone que son en especial los relativos a las causas
judiciales, uno de los temas favoritos de Aristófanes y la comedia del siglo V ateniense.
Así, entonces, como estos sabios quieren convencernos –contra toda la común evidencia–
que el cielo es parecido a la tapa de un asador, “y nosotros <somos> los carbones” (Nu. 97-
98), así, él podría convencer a los jueces sobre asuntos realmente incorrectos, como es el
salvarse de las deudas sin pagar. Si bien el poeta finge desconocer con exactitud (una
pincelada de estilo intelectual) el nombre que se dan estos sabios, se toma la ocasión de
darles un epíteto burlesco, el de merimnophrontistai, un término que quizá podría aludir a
Empédocles,3 pero que, además, retrata el aspecto de inquieta preocupación (he mérimna)
que dejan traslucir estos sabios, absorbidos como están en sus propios pensamientos. Su
hijo Fidípides, más directo y desembozado, dice conocerlos bien (hoida, v 100)), y les llama
“gente maldita”, “charlatanes” y “cara pálidas”; e individualizando a Sócrates, en forma
malintencionada seguramente, mientras alude nuevamente a su “demonio” le llama
kakodaimon, “poseído de un mal genio”, es decir, un “desgraciado”.
Pero el asunto principal para el comediógrafo está en identificar precisamente
ese tipo de enseñanza que Sócrates realiza, y que le da aparentemente una fama tan
controvertida. Primero que todo, se le atribuye lo que por lo general se le asigna a los
sofistas, a saber, el poder argumentar en forma convincente acerca de un buen o un mal
caso, de modo que, como cuenta Estrepsíades, “se dice que ellos pueden abogar de
acuerdo con lo más injusto y ganar” (Nu. 115). Podemos efectivamente ver al Sócrates
platónico argumentar, por ejemplo, en el Protágoras, acerca de la imposibilidad o
posibilidad de la enseñanza de la virtud; o, cosa que lleva también a confusión a
Eutifrón, “si lo piadoso es querido por los dioses porque es piadoso, o es piadoso
porque es querido por los dioses” (Eutifrón 10a). ¿Hubo muchos, acaso, que entendieron
mal las verdaderas intenciones del maestro?4 No es ahora el momento de discutirlo,
pero evidentemente Sócrates andaba por ahí examinando cosas que llevaban en sí
argumentos contradictorios. Al menos podemos decir, desde un punto de vista
3 Cf. K. J. Dover, Aristophanes Clouds, Oxford 1989 (1968) p. 107.
4 Como comenta K. J. Dover, op. cit. xliii. “Socrates’ tutorial method, as portrayed in Nu., could pass as a bare caricature
of the dialectical skill with which, in Plato, he secures the co-operation of others in the quest for metaphysical proofs”. Lo
que dificulta quizá mayormente la evaluación de escenas como la que se comenta, es nuestra ignorancia básica del
significado profundo de la comedia antigua.
platónico, que Sócrates utiliza tales métodos para persuadir a su interlocutor de la
debilidad de sus propias opiniones y convicciones. No era probablemente fácil para el
ateniense medio –el público ideal– distinguir la presentación concreta en una discusión
de ambos argumentos, de los objetivos de perfección
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