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El camino hasta las Montañas


Enviado por   •  22 de Agosto de 2013  •  Ensayos  •  1.223 Palabras (5 Páginas)  •  246 Visitas

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El camino hasta las Montañas de las Pesadillas transcurrió sin contratiempos y Ayla recorrió el último tramo con gran tranquilidad y disfrutando de las cosas curiosas que había en aquel extraño lugar.

Comió flores de piruleta, probó el algodón de azúcar que crecía en unos preciosos y pegajosos árboles y se relamió de gusto con el árbol que daba manzanas de caramelo. Además, se lo pasó en grande contemplando peces que volaban, pájaros que vivían bajo el agua, insectos que no parecían insectos, plantas que andaban y otras muchas cosas fantásticas.

Entonces llegó a las Montañas de las Pesadillas y todo cambió.

-Bien -dijo-, ya estoy aquí. ¿Ahora qué?

-Ahora tienes que enfrentarte a lo que en ellas encuentres y llegar hasta la cima -le respondió el Aire, que nunca parecía estar muy lejos.

-¡Vaya, qué fácil! -suspiró Ayla, y continuó caminando.

Iba ascendiendo sin encontrarse con nada más peligroso que unas cuantas piedras saltarinas que se empeñaban en botar y rebotar en mitad del camino estorbándole el paso. Todo iba bien, bastante bien, incluso demasiado bien, si se tenía en cuenta lo que había esperado encontrar en aquellas Montañas.

Y fue entonces cuando llegó la niebla.

Surgió de ninguna parte y lo cubrió todo con rapidez. Era imposible ver más allá de las narices y atravesarla era tan difícil como atravesar un plato de puré de patatas.

-Esto lo he visto en mis sueños -dijo Ayla tragando saliva-. Supongo que aquí comienzan las pesadillas.

-Efectivamente -dijo el Aire intentando apartar la niebla sin conseguirlo.

-¿Y ahora qué hago? -preguntó Ayla.

-Recuerda que estás en el mundo de los sueños -le respondió.

-Vale, lo recuerdo… ¿Y ahora qué? -volvió a preguntar Ayla.

-En el mundo de los sueños nada es lo que parece, nada parece lo que es, nada es si tú no quieres y solo es lo que tú deseas. Aquí tienes más poder del que tú crees. -y tras decir esto, dio tres o cuatro vueltas con mucha dificultad y desapareció.

Ayla siguió su camino -muy despacio y casi a tientas- sin dejar de pensar en lo que el Aire había dicho. La niebla era cada vez más espesa y Ayla cada vez veía menos, hasta que al cabo de un rato ya no sabía si iba hacia delante o si retrocedía, si andaba hacia la derecha o hacia la izquierda, si frente a ella había tierra firme o un precipicio, y el miedo se apoderó de ella hasta el punto de dejarla paralizada, sin atreverse a mover el pie ni medio centímetro por miedo a caerse, o a tropezar o, peor aún, a encontrarse con algo monstruoso. Ayla temblaba pegada a la pared de la montaña sin saber qué hacer, ni hacia dónde ir, ni qué narices había querido decir el Aire con todo aquel galimatías.

-Nada es lo que parece, nada parece lo que es, nada es si yo no quiero, solo es lo que yo deseo… Solo es lo que yo deseo… lo que yo deseo… ¡Lo que yo deseo es salir de aquí! -Ayla se cruzó de brazos, enfadada y asustada- ¡Si al menos hubiera hadas en este mundo!

Y entonces aparecieron. Eran muchas, eran brillantes, eran pequeñas, eran…

-¡Gatos! -exclamó Ayla sorprendida- ¿Hadas-gato? ¡No sabía que existieran las hadas-gato!

-¿Algún miauproblema? -maulló la que parecía la jefa deteniéndose frente a Ayla.

-No, no, ninguno -replicó Ayla-. En serio.

-Porque si hay algún miauproblema, nos miauvamos y miaulisto ¿eh? -volvió a maullar la jefa.

-No, no, por favor, no os miau… no os marchéis -se asustó Ayla.

-Pide miauhadas, aparecen miauhadas y ella se miauqueja… ¡Humanos! -miaugruñó el hada.

-No me quejo, de verdad que no -insistió la niña.

-Venga, miausíguenos si quieres miausalir de aquí.

Las minúsculas hadas-gato se aproximaron a Ayla llenándolo todo de luz, ella las siguió miaucallada

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