El desarrollo de la autonomía individual de Кant
DungaEnsayo2 de Diciembre de 2012
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En la pedagogía kantiana es priopritario el ideal de autonomía; según decía, la educación "debe sacar al hombre de su minoría de edad autoculpable". No obstante, esta autonomía tiene que desplegarse según las condiciones apuntadas en la filosofía moral; o sea, que la autonomía tiene que articularse con el deber. Se debe decidir autónomamente, pero desde la voluntad dictada por la razón (en esto coincide con Locke), y no desde una apetencia u opinión subjetiva, y por tanto, ni necesaria ni universal.
Este peso de la razón se percibe hoy como gravoso y excesivo: de ahí la revitalización moral de los sentimientos. Sin embargo, para Kant, moralmente, el sentimiento es algo negativo pues desvía y distrae de los dictados de la razón pura; por eso los sentimientos conducen a la debilidad. Y efectivamente, debe reconocerse que si hay algo empírico y contingente en el hombre, eso son los sentimientos.
Kant teme la fuerza de los sentimientos; por eso concluye en un cierto pesimismo antropológico y pedagógico. En su Antropología en sentido pragmático se encuentra otra sentencia de gran fuerza expresiva, pero vivencialmente negativa: "el hombre es de una madera tan torcida que nunca llega a enderezarse".
Ante el poder de la afectividad en la conducta humana, Kant ha insistido en la pedagogía del esfuerzo y del sacrificio. Lo que produce placer es, cuando menos, sospechoso, pues indica que el hombre se complace en sí mismo, desviándose de la rectitud que debe tener su conducta. Por lo mismo no admite la felicidad como fin (eudaimonía); para él esto es una hipocresía moral, pues es un intento de disfrazar la complacencia de dignidad ética. Lo cual revela que Kant entendía la felicidad como placer, y especialmente, placer sensible.
Pero como el niño no puede entender esto, y no es realmente autónomo, debe suplirse su razón y su voluntad con mandatos. Con esta opinión, en cierto sentido, recae en el conflicto de Locke entre habituación y autonomía. No obstante Kant insiste en que dichos mandatos sólo son pedagógicamente válidos si contribuyen a que se vaya preparando la futura autonomía moral de la voluntad; esto se realiza mediante la "educación física", concebida por Kant como educación del cuerpo que prepara la de la mente, y que consiste en:
a. cuidados: para tener un cuerpo sano
b. disciplina: para sujetar las pasiones
c. cultura: entendida como cultivo, que comprende el cultivo del cuerpo y prepara el cultivo del alma (facultades superiores, sentimientos de placer y disgusto, formación del temperamento-carácter [que apunta ya directamente a la educación moral])
Dentro de la cultura, además se incluye la educación escolar (aprendizaje de las letras y los números, y las ciencias)
El desarrollo de la autonomía individual es la "educación moral". Se trata de que el hombre sea bueno; esto es, de que tenga un buen carácter que le permita obrar con rectitud. Ser bueno es hacer cosas buenas; pero las acciones no se definen como buenas por la realización de un fin heterónomo, sino por el cumplimiento del deber establecido autónomamente en el imperativo categórico. En definitiva, lo que en la acción moral es la coherencia interna entre la voluntad libre y la ley moral universal.
La educación moral se orienta por:
1. el desarrollo de habilidades morales para la conducta social
2. tener sentido productivo por el que mis acciones me reporten el mayor beneficio posible
3. tener sentido de la moralidad por el que descubro la ley y el deber
El ideal prevalente de autonomía lleva a Kant a no recomendar las sanciones (premios y castigos) y la imitación de modelos o héroes en la educación moral; aunque reconoce que las sanciones resultan inevitables en la educación física. Por tanto,
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