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El individualismo y la libertad en J. S. Mill


Enviado por   •  27 de Enero de 2021  •  Ensayos  •  2.298 Palabras (10 Páginas)  •  98 Visitas

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Facultad de Filosofía y Letras

Sistema de Universidad Abierta
Filosofía
Matería del Área de Filosofía e Historia Social

El individualismo y la libertad en J. S. Mill

Profesor: Ruiz Mendez Alberto Fernando
García Abúndez Alan Samuel

309067539 (EA)

El individualismo y la libertad en J. S. Mill

John Stuart Mill publicó en 1859 “Sobre la libertad”, obra magna y de gran calibre que apunta directamente al análisis de la libertad humana. Tal libro es tenido como el manual del perfecto demócrata y trata de responder a la pregunta de por qué habría de tolerarse el error y de permitir que los equivocados confundan a otros. Mill se convierte así en el gran pensador que teoriza la democracia como instrumento para satisfacer los deseos del máximo número de personas. En el capítulo IV (De los límites de la autoridad de la sociedad sobre el individuo) encontramos la siguiente afirmación, en la que se concentran algunas de las ideas principales de su propuesta política: […] ninguna persona ni ningún grupo de personas, están autorizadas para decirle a otra criatura humana madura que no peude hacer con su vida lo que ha elegido hacer con ella en su propio beneficio” (Mill 2008, 181). En este enunciado se incluyen las dos fundamentos que articulan la idea que da título a la obra: la libertad no puede entenderse sin individualismo y sin el principio de mayor felicidad.

         

Mill nos expone desde las primeras líenas que la libertad de la que habla no esgrime el problema del libre albedrío. No se trata de poner en tela de juicio si el ser humano puede ejercer a voluntad o si está determinado, sino que la libertad se plantea en un sentido estrictamente sociológico, y no metafísico. La cuestión que Mill quiere analizar es el conflicto que plantea la autoridad política, “[…]la naturaleza y límites del poder que puede ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre el individuo” (Mill 2008, 71). Así, el individualismo adquiere una propuesta central en su exposición, entendiéndose como la primacía moral de los individuos sobre las exigencias de cualquier grupo social. El otro gran pilar de su propuesta es el principio de utilidad, de acuerdo con el cual toda acción debe orientarse hacia la persecución de la felicidad de las personas. Aquí Stuart Mill es heredero de su maestro, Jeremy Bentham, quien había participado en la rigurosísima educación que James Mill había procurado a su hijo. Habían convertido al joven Mill en una máquina del pensamiento, quien había sufrido las consecuencias de que otros, y no él mismo, trazasen su camino.

Su idea del individualismo consiste precisamente en afirmar la potestad sobre las propias acciones, asumiendo que solamente uno mismo debe hacerse responsable de ellas. Y el sentido que deberán tomar esas acciones será siempre la búsqueda de la felicidad. En este punto Mill parte de las ideas de Jeremy Bentham, el padre del utilitarismo, pero distanciándose al mismo tiempo de ellas. Según Mill, Bentham tuvo la intención de fundamentar el concepto de naturaleza humana en una idea que en realidad es errónea, estrecha e insuficiente. Para su maestro, el ser humano es un ser profundamente egoísta, cuyos actos vienen siempre motivados por la persecución del placer y la evitación del dolor. Desde esa empatía o antipatía hacia todo lo que nos rodea se podría explicar cualquier fenómeno humano, y toda relación que el hombre establezca con su entorno. Bentham llega a plantear una negación de la voluntad a través de una determinación que viene dada por el principio de placer-dolor al que el ser humano está condenado. Además, el principio de mayor felicidad se plantea con pretensiones de ser empírico, medible. Solo una aritmética moral podría ser válida para la regulación política.

 

Aunque Mill coincide con Bentham al considerar que el utilitarismo y la persecución de la felicidad deben atender al principio de placer-dolor, y que las acciones justas son aquellas que maximizan la felicidad, se distancia de él al defender que el placer y el dolor deben entenderse de forma distinta. El error de Bentham consiste, según Mill, en que solamente había considerado el placer como un problema de carácter cuantitativo, y no cualitativo. Pues bien, Mill niega la homogeneidad de todos los placeres, así como la de la naturaleza humana, que según él no puede ser siempre la misma porque sus facultades están indefectiblemente sujetas a evolución. La satisfacción de los placeres más fundamentales –la comida, el sueño etc.- no sería suficiente para alcanzar la felicidad. Existen, según Mill, una jerarquía de los placeres, habiendo por tanto placeres inferiores y superiores. La felicidad no podrá alcanzarse en ningún caso al satisfacer simplemente las necesidades básicas, sino que deberá incluir también esos placeres que considera superiores, vinculados a unas facultades más elevadas.

Sería el caso de todo aquello que tenga que ver con ciertas necesidades morales, creativas, intelectuales, con, en definitiva, cierto tipo de cultura o gusto refinado. El criterio de Mill queda sintetizado como “dignidad humana”, que lo diferencia del resto de animales. Se comprende así su célebre cita: “Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho. Y si el necio o el cerdo opinan de un modo distinto es a causa de que ellos sólo conocen una cara de la cuestión. El otro miembro de la comparación conoce ambas caras” (Mill 2014, 55). La justificación de Mill para la defensa de esos valores que considera más elevados consiste en afirmar que, a diferencia del resto de satisfacciones, la de esos valores alberga una utilidad marginal creciente. Esto significa que cuanto más se cultiven esos valores más satisfacción nos proporcionarán. Justamente lo contrario ocurriría con los placeres inferiores, cuya utilidad marginal decreciente provocaría que, ante una satisfacción continuada, esta dejaría progresivamente de tener un efecto placentero.

 

Una sociedad feliz será aquella que permita el desarrollo y la satisfacción de las facultades superiores, que no pueden entenderse sin el avance y el progreso de la libertad individual. Es en este sentido en el que Mill concibe una sociedad liberal como la más adecuada. El Estado liberal será aquel que procure una limitación de su propia soberanía, y que garantice en términos jurídicos la libertad de todos los individuos. Ese estado habrá de someter todas sus leyes al principio de utilidad, pero siempre atendiendo al contexto histórico en el que las aplica. La forma de gobierno más perfecta es por tanto la democracia, siempre que el marco histórico y cultural lo permita. Es decir, de acuerdo con Mill la democracia solamente es apropiada en aquellas sociedades que gocen de un alto avance civilizatorio, mas no en aquellas que se encuentren en “estado de barbarie”. A pesar de que Mill rechaza el paternalismo de Bentham, al defender que la mayoría social no es siempre infalible al dictaminar lo que es justo o bueno para los individuos, justificó la implementación de un gobierno despótico en las sociedades que consideraba incivilizadas. El objetivo de estos gobiernos debía ser garantizar las condiciones materiales suficientes como para que el pueblo en cuestión pudiera escapar del estado de incivilización y poder regirse democráticamente.

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