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Del gobierno representativo JOHN S. MILL


Enviado por   •  30 de Agosto de 2023  •  Tesis  •  19.002 Palabras (77 Páginas)  •  55 Visitas

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Del gobierno representativo
JOHN S. MILL.

Augusto Bolívar y Oscar Cuéllar[1].

John Stuart Mill como uno de los fundadores de la ciencia política contemporánea plantea la forma para enfrentar el estudio de la política y, específicamente, como determinar el buen gobierno.  Ambos temas aparecen junto con el nacimiento mismo del pensamiento occidental en el planteamiento griego, la primera fundamentación Hobbsiana y la de Maquiavelo, Kant iniciará la división entre ciencias del espíritu y de la naturaleza pasando por la disputa liberal marxista hasta y perduran hasta nuestros días un cierto escepticismo que no le entrega ni a la práctica científica ni a su aplicación mucha confianza.  Mill plantea estas cuestiones en forma más simple aunque no menos profunda.  El tema de este artículo es exponer en primer término la forma en que Mill adopta la antítesis del enfoque de la política com0o ciencia y arte; en segundo término, la postura de Mill respecto de la antítesis; y, finalmente, los problemas que para el presente plantea su enfoque

  1. Introducción

Desde sus orígenes la filosofía griega se plantea la cuestión de la forma del estudio de la política y como este estudio puede ayudar a la consecución del bien; al estatuto científico que ocupan las acciones humanas o cómo pueden ser estudiadas, o cuáles son las condiciones para su conocimiento; sino por primera vez de forma clara y nítida en Kant, y en esa medida, desde la perspectiva de la filosofía trascendental, corresponde a La Crítica de la razón pura, o tiene que ver con el deber ser y se ubica en el campo de la Crítica de la Razón práctica.  J. S. Mill plantea la antítesis clásica, por un lado al mostrar que las cuestiones políticas y en especial las referidas al buen gobierno pueden ser estudiadas como cuestiones referidas a lo que es: la-política como arte y como ciencia en la obtención del buen gobierno[2].

Desde el punto de vista de Mill, las especulaciones relativas a las instituciones políticas y específicamente a las “formas de gobierno”, podríamos decir en las cuestiones referidas a la política y a la historia, se distinguen dos: “teorías” o “doctrinas” “opuestas” que consideradas abstractamente, resultan “absurdas”; y desde una perspectiva menos rígida constituyen en la actualidad dos visiones más bien complementarias.  Estas dos formas de teorías se asimilan al mundo del arte, de la acción; o al de la ciencia o del conocimiento.

En el primer caso, las instituciones y entre ellas el gobierno aparecen como instrumentos con fines específicamente práctico[3]; son producto de la elección, de la voluntad.  En el segundo caso, las instituciones tienen su génesis en los procesos naturales y por lo tanto pueden considerarse desde la perspectiva de las ciencias naturales[4]; por lo tanto, no dependen de la voluntad.  Esta división recuerda la establecida por Kant y después desarrollada en el siglo XIX por las tesis neo-kantianas, de ciencias del ser y del deber ser, o ciencias de del espíritu o de la naturaleza o nomotéticas e ideográficas.

Según la versión de Mill, estas formas de especulación pueden adquirir el carácter de arte, estrictamente práctico, y, en este caso, desde esta perspectiva nacen cuestiones de fin y medio; así, las formas de gobierno son meros expedientes para alcanzar alguno de los fines que los hombres puedan proponerse mediante la simple invención o la combinación de medios más útiles para alcanzar el fin deseado.  En esta visión el hombre sería libre de crear o no las instituciones y decidir cómo y según qué modelo han de constituirse: dependería de su voluntad.  El fundamento de la elección del mejor gobierno consistiría en reconocer, en primer término, cuál es la misión impuesta a esta institución; otra, derivada de la primera, investigar qué forma es la más propia para el cumplimiento de la misión o fin.  Sólo restaría, una vez establecida la forma de gobierno qué encierra mayor bien y menor mal --considerada como un especie de máquina-- el asentimiento de los compatriotas[5].

Por otra parte, las especulaciones también pueden adquirir el carácter de una ciencia del gobierno como una rama de la “historia natural” en la que “el gobierno es una “especie de producto espontáneo” no sujeto a elección.  No responden a ningún designio ni fin se deben aceptar como vienen “no se forjan brotan” y se deben conocer sus cualidades y adaptarnos a ellas.  “Las instituciones políticas de un pueblo son una especie de producción orgánica de su naturaleza y de su vida; son el producto de sus costumbres, de su instinto, de sus necesidades y de sus deseos inconscientes y a penas el fruto de su intención deliberada.  La voluntad del pueblo no ha tenido otra intervención en el caso que la de responder a necesidades transitorias por combinaciones igualmente transitorias.  Es dado adaptarse a estas combinaciones cuando se conforman lo bastante el carácter y sentimientos nacionales y por agregación sucesiva, constituyen un Gobierno adaptado al pueblo que lo posee; pero que en vano nos esforzaríamos en imponer a cualquier otro cuya naturaleza y circunstancias no le hubieran espontáneamente producido.”  (Mill, 1991, p. 5[6].

La tesis de Mill ante la alternativa abstracta de las instituciones como arte o como ciencia adquiere su concreción en una perspectiva que recuerda la tesis kantiana de la historia.  La historia tiene dos instancias por una parte, la libertad de la voluntad por otra las manifestaciones de esta libertad de la voluntad sus expresiones fenoménicas (Kant, 1784, La idea.....)

(...) “las instituciones políticas (...) son obra de los hombres que deben su origen y toda su existencia a la “voluntad humana”. (...) el mecanismo político no funciona por sí mismo (...) “por hombres debe ser manejado y aún por hombres ordinarios.  Tiene necesidad no de su simple aquiescencia si no de su participación activa, y debe ajustarse a las capacidades y moralidad de los hombres tal como los encuentre, lo que implica tres condiciones:

El pueblo al cual se destina una forma de gobierno debe consentir en aceptarla, o al menos, no debe rehusarla hasta el punto de oponer un obstáculo insuperable a su establecimiento.

Debe poseer la voluntad y la capacidad de hacer mostrarse inclinado y capaz de hacer lo necesario para mantener su existencia; y,

Debe poseer la voluntad y la capacidad de hacer (acción o abstención de ella) lo que dicha forma de gobierno exija de él y sin lo que no podría alcanzar su fin (Mill, 1991, p. 6).

“El pueblo debe ser capaz de llenar las condiciones de acción y, las condiciones de coacción moral necesarias, sea para sostener la existencia del Gobierno establecido, sea para suministrarle los medios de cumplir sus fines”.  Puede existir muchas razones por las cuales un pueblo sea renuente a aceptar una forma de gobierno y que se requiera: una coerción externa o la tradición de obediencia a una familia.  Algunos pueblos no aceptan por imposición ni la monarquía ni a la república y pueden estar indispuestos o incapacitado para aceptar una forma de gobierno aunque lo deseen.  También existen impedimentos materiales, geográficos que impiden la propagación de ideas sobre los gobiernos a implantar (Mill, 1991, pp. 6-9).

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