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No hay democracias perfectas


Enviado por   •  6 de Marzo de 2014  •  1.206 Palabras (5 Páginas)  •  346 Visitas

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rmalmente y realmente. No hay democracias perfectas, totalmente terminadas, pero en nuestro país sus carencias son especialmente evidentes. Y ahí está, a mi entender, la causa esencial y de fondo de los problemas estructurales que tenemos como país, y de convivencia ciudadana. Lo ha sido históricamente, pero principalmente lo es ahora en que, además, vivimos un importante desbarajuste en varios campos, una manifiesta desafección hacia la política (que debería salvarnos) y una gravísima crisis económica (que nos ahoga), entre otras cuestiones que lo agravan todo..

Una democracia inacabada, en nuestro caso, fundamentalmente por la insuficiencia de demócratas de verdad. De ciudadanos respetuosos de la libertad de otros ciudadanos, de la justicia con los demás ciudadanos y dispuestos a acatar las reglas del juego colectivo dictadas por la voluntad libre, responsable y claramente mayoritaria, expresada con las debidas garantías. Sin todo esto no hay auténtica democracia, la democracia no es posible. Quizás por este motivo, por la insuficiencia de verdaderos demócratas, podría decirse que estamos ante una cierta democracia formal, pero realmente solo acabada de iniciar.

Estamos ante una democracia inacabada realmente, pero también formalmente, por la existencia de una Constitución insuficientemente abierta y flexible para adaptarse a los tiempos actuales. Capaz de contener el máximo de legitimidades actuales, así como las nuevas voluntades de modernización social, económica, de desconcentración y descentralización –sin perder la orteguiana vertebración para el buen gobierno-, en su ordenamiento jurídico y en un marco de solidaridad de ciudadanos libres y de pluralidad de pueblos reconocidos como tales

Y democracia inacabada, por otro lado, por no haber asumido las distintas instituciones –legislativas, jurídicas y ejecutivas-, en los distintos niveles (estatales, autonómicas, municipales) su papel y en el sentido originario y constitutivo de ser parte integrante del Estado. De un Estado democrático de derecho, pactado en circunstancias ciertamente excepcionales, pero pactado por los representantes de los distintos sectores ideológicos, territoriales y de las diferentes tendencias políticas del momento y, luego ampliamente referendado por el pueblo soberano.

Los desafíos o insumisiones a los principios básicos constitucionales vigentes por parte de algunas instituciones –que recordemos, son piezas integrantes del Estado- constituyen claras muestras de inmadurez democrática y de deslealtad jurídica. Se llame politización partidista en sus funciones institucionales, amenazas de declaración unilateral de independencia o actitudes fachendas de situarse “moralmente fuera de la Constitución”.

La actual Constitución, como cualquier otra en el mundo, no es sagrada ni intocable, sino –por histórica y coyuntural- reformable y substituible; pero no acatarla, mientras sea vigente, es sembrar el desorden jurídico y la confusión social. Es abrir el camino de la anarquía y del caos. Es el comportamiento más antidemocrático, en términos prácticos.

Es necesario terminar, formalmente y realmente, nuestra democracia por ahora inacabada debido a circunstancias históricas, ajenas y propias, y también a un talante más reivindicativo y victimista que emprendedor y solidario. Terminarla de verdad hasta el punto que una democracia se pueda considerar, por lo menos, funcionalmente culminada, empezando por asumir con conciencia los valores democráticos profundos y de cada época.

En realidad, ciertamente, una democracia nunca puede llegar a ser perfecta, acabada del todo. El politólogo Ferran Requejo advierte, en el mismo sentido que otros, que «la democracia es siempre un viaje inacabado y un experimento permanente». Un viaje y un experimento, cabe añadir, hacia la soberanía del pueblo para alcanzar una sociedad de ciudadanos libres, justa y volcada al progreso, material y moral, para todos.

Para el tratadista Robert A. Dahl, la democracia es «la historia de la soberanía del pueblo basada en el sufragio universal,

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