Etica Nicomaquea
lisoe2022 de Mayo de 2014
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Del bien humano en general
Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección parece tener algún bien. Cierta diferencia, con todo, es patente en los fines de las artes y ciencias, pues algunos consisten en simples acciones, en tanto que otras veces, además de la acción queda en producto. Y en las artes cuyo fin es algo ulterior a la acción, el producto es naturalmente más valioso que la acción.
Siendo como son en gran numero las acciones y las artes y ciencias, muchos serán por consiguiente los fines.
Cuando de las ciencias y artes algunas están subordinadas a alguna facultad unitaria los fines de todas las disciplinas gobernadoras son preferibles a los de aquellas que les están sujetas, pues es en atención a los primeros por lo que se persiguen los demás. Y nada importa a este respecto que el fin de la acción sea tan solo la misma actividad u otra cosa a más de ella, como en las ciencias sobredichas.
Si existe un fin de nuestros actos querido por sí mismo, y los demás por él; y si es verdad también que no siempre elegimos una cosa en vista de otra es claro que ese fin último será entonces no sólo el bien, si no el bien soberano. Con respecto a nuestra vida, el conocimiento de este bien es cosa de gran momento, y teniéndolo presente acertaremos mejor donde conviene. Y si así es, hemos de intentar comprender en general cual pueda ser, y la ciencia teórica o practica de que depende.
El bien de que hablamos es la competencia de la ciencia soberana y más que todas arquitectónica, la cual es, con evidencia, la ciencia política. Ella, en efecto, determina cuales son las ciencias necesarias en las ciudades, y cuáles las que cada ciudadano debe aprender y hasta dónde.
Lo bueno y lo justo, de cuya consideración se ocupa la ciencia política, ofrecen tanta diversidad y tanta incertidumbre que ha llegado a pensarse que solo existen por convención y no por naturaleza. Y los bienes particulares encierran por su parte la misma incertidumbre, ya que para muchos son ocasión de perjuicio.
Cada cual juzga acertadamente de lo que conoce, y de estas cosas es buen juez. Juzgar en conjunto sólo puede hacerlo quien posea una cultura general.
Puesto que todo conocimiento y toda elección apuntan a algún bien, declararemos ahora cual es el bien a que tiene la ciencia política, y que será, por tanto, el más excelso de todos los bienes en el orden de la acción humana.
La mayoría llaman a ese bien felicidad y suponen que es lo mismo vivir bien y obrar bien que ser feliz. Pero la esencia de la felicidad es cuestión disputada, y no la explican del mismo modo el vulgo y los doctos.
No sin razón el bien y la felicidad son concebidos por lo común a imagen del género de vida que a cada cual le es propio
Tres son, con efecto, los tipos más salientes de vida, a saber: el que queda dicho, la vida política, y en tercer lugar la vida contemplativa.
la mayoría de los hombres muestran tener decididamente alma de esclavos al elegir una vida de bestias justificándose en parte con el ejemplo de los que están en el poder, los espíritus selectos , en cambio, y los hombres de acción identifican la felicidad con el honor: este es, puede decirse el fin de la vida política.
El honor, parece ser un bien arto superficial, pues manifiestamente esta mas en quien da la honra que en quien la recibe, el verdadero bien debe ser algo propio y difícil de arrancar de su sujeto. Los que persiguen los honores lo hacen al parecer para persuadirse a sí mismos de su propia virtud; y así procuran ser honrados de los hombres prudentes de que pueden hacerse conocer, cual dejan ver claro que aun en su propia estimativa la virtud es un bien superior a la honra.
Por lo dicho podría creerse que la virtud es el fin de la vida política. En cuanto a la vida de lucro es ella una vida antinatural y es claro que no es la riqueza el bien que aquí buscamos, porque es un bien útil.
Quizá sea mejor examinar la noción del bien en general. Pero el bien se predica tanto de la sustancia como de la cualidad y de la relación. Y siendo así el bien no puede ser algo común universal y único, pues si así fuese, no se predicaría en todas las categorías, si no en una sola. De todos los bienes no habría si no una ciencia, cuando por el contrario existen muchas. Pues aun admitiendo que sea una unidad el bien que se predica en común de los bienes, o algo separado y existe en sí mismo, manifiesta cosa es que en tal caso no podría ser practicado ni poseído por el hombre, que es precisamente lo que buscamos.
En cada acción y elección el fin, pues es en vista de él por lo que todos ejecutan todo lo demás. De manera que si existe un solo fin para cuanto todo lo que se hace, éste será el Bien practicable; y si muchos, estos serán los bienes.
No todos los fines son fines finales, pero el bien supremo debe ser evidentemente algo final. Por tanto si hay un solo fin final, hay un solo final, éste será el bien que buscamos: y si muchos el mas final entre ellos.
Lo que se persigue por sí mismo, lo declaramos mas final que lo que se busca para alcanzar otra cosa. Tal nos parece ser, por encima de todo, la felicidad. A ella en efecto la escogemos siempre por sí misma, y jamás por otra cosa. En tanto el honor, el placer, la intelección y toda otra perfección cualquiera, son cosas que aunque es verdad que las escogemos por sí mismas, lo cierto es que las deseamos en vista de la felicidad, suponiendo que por medio de ellas seremos felices. Es manifiesto que la felicidad es algo final y autosuficiente y que es el fin de cuanto hacemos.
Declaremos que el acto propio del hombre es una cierta vida, y que ella consiste en la actividad y obras del alma en consorcio con el principio racional, y que el acto de un hombre de bien es hacer todo ello bien y bellamente; y como de otra arte , cada obra se ejecuta bien cuando se ejecuta según la perfección que le es propia, donde todo esto se sigue que el bien humano resulta ser una actividad del alma según su perfección; y si hay varias perfecciones, según la mejor y más perfecta , y todo esto, además, es una vida completa .
Los bienes han sido distribuidos en tres clases: los llamados exteriores, los del alma y los del cuerpo, los del alma solemos llamar bienes con máxima propiedad y plenamente.
Se suscita la cuestión de si la felicidad es cosa de aprendizaje o de costumbre o resultado de algún otro ejercicio. Parece con todo que la felicidad es una de las cosas más divinas, puesto que el primero y fin de la virtud, algo supremo y divino y bienaventurado.
La estabilidad, de cierto se encontrara en el hombre feliz, que será tal por toda su vida. Jamás el hombre feliz será desdichado, por más que no tenga la perfecta bienaventuranza si viene a caer en las desgracias.
Siendo la felicidad una virtud del alma conforme a la virtud perfecta, consideremos ahora la naturaleza de la virtud. El verdadero hombre de estado, parece que ha de ocuparse de la virtud más que de otra cosa alguna, desde el momento en que quiere hacer sus conciudadanos hombres de bien y obedientes de las leyes. Y por virtud humana entendemos no la del cuerpo, si no la del alma, y por felicidad una actividad del alma.
A unas virtudes las llamamos intelectuales; a otras morales. Intelectuales son por ejemplo, la sabiduría, la comprensión y la prudencia; morales la libertad y la templanza.
De la virtud en general.
Las virtudes no nacen en nosotros ni por naturaleza, ni contrariamente a la naturaleza, si no que siendo nosotros naturalmente capaces de recibirlas las perfeccionamos en nosotros por la costumbre.
En una palabra, de los actos semejantes nacen los hábitos, es preciso realizar determinado a actos, ya que los hábitos se confortaran a su diferente condición.
Tres cosas hay en cuanto a nuestras preferencias: lo bueno, lo útil y lo placentero, y otras tres contrarias de aquellas en cuanto a nuestras aversiones; lo malo, lo nocivo y lo desagradable.
La virtud del hombre será entonces aquel hábito por el cual el hombre se hace bueno y gracias al cual realizara bien la obra que le es propia.
Lo igual es un medio entre el exceso y el defecto. Llamo término medio de una cosa a lo que dista igualmente de uno y otro de los extremos, lo cual es uno y lo mismo para todos. Mas con respecto a nosotros, el medio es lo que no es excesivo ni defectuoso, pero esto ya no es uno ni lo mismo para todos. Así todo conocedor rehúye el exceso y el defecto, buscando y prefiriendo el término medio, pero el término medio no de la cosa, si no para nosotros.
De los dos extremos, en efecto, el uno induce más a error, el otro menos. Por lo tanto, y puesto que dar en el medio es extremadamente difícil, debemos tomar de los males los menos.
La política.
Es también de necesidad, por razones de seguridad, la unión entre por los que por naturaleza deben respectivamente mandar y obedecer. La mujer y el esclavo difieren por naturaleza (pues la naturaleza no hace nada mezquinamente)
Los barbaros sin embargo, la mujer y el esclavo tienen el mismo rango; y la causa de esto es que no tienen ellos nada que por naturaleza puedan mandar, si no que la misma sociedad conyugal es en ellos entre esclavo y esclava.
La familia es así, la comunidad establecida por la naturaleza para la convivencia de todos los días. La primera comunidad a su vez que resulta de muchas familias, y cuyo fin es servir a la satisfacción de necesidades que no son meramente las de cada día, es el municipio. Con
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