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Etica Para Amador

LectorInge16 de Octubre de 2012

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Capitulo Uno: De Que Va La Ética

En este primer capítulo el autor nos habla de lo que puede ser lo bueno y lo malo, a partir de lo que nos conviene, en esta parte no habla de que lo que nos conviene es lo que para nosotros es bueno, pero para poder desarrollar esto que nos conviene tenemos una serie de obstáculos, los cuales considero que son lo que a los otros les convienen, pero esta conveniencia no es la que nosotros consideramos como buena sino como mala, por lo que es aquí donde surgen los obstáculos ; pero tenemos que saber que hay cosas que están hechas solamente para hacer algo lo cual también puede significar un obstáculo, pero a partir del ejemplo de las abejas y castores, nos damos cuenta que es prácticamente imposible realizar actividades que están dentro de lo que considero como una posible fantasía o algo parecido.

En este primer capítulo el autor hace una comparación de el hombre con los animales en donde menciona a las termitas y a Héctor (personaje de la gran obra de Homero) quien es un guerrero al igual que una parte de las termitas que forman el reino, pienso que en esta parte del capítulo el autor nos trata de enseñar o dar a entender que el hombre tiene el privilegio de ser libre, y es algo que nadie nos puede quitar, ya que el humano tiene la capacidad de decidir lo que quiera y en este caso las termitas no pueden cambiar lo que tiene que hacer ya que pienso que no tiene el razonamiento suficiente para saber qué es lo que les conviene, o al menos eso creemos.

Aunque el autor nos dice que no podemos hacer lo que queramos creo que si lo podemos hacer, pero hacer algo sin pensar, puede traer consecuencias no muy agradables, pero también es verdad que de cierta manera tenemos una libertad un poco limitada ya que hay cosas que nos suceden y que no son producto del actuar de otra persona, que no nos benefician, sino que nos perjudican en muchas cosas, o simplemente son cosas en las que no podemos tomar parte alguna.

Cuando nos plantea la voluntad, creo que es algo muy parecido a lo que he estado mencionando anteriormente ya que aunque si existen diferencias, esta nos va a llevar a realizar una actividad de bien o mal; con todo esto en conjunto y llevándolo por el buen camino, desde mi punto de vista después de haber visto la reflexión del autor, creo que no va a crear lo que para nosotros podría ser la felicidad.

Capitulo Dos: Ordenes Costumbres y Caprichos

Para empezar, en este capítulo queda claro que hay cosas que nos convienen para vivir y otras no, como todo, siempre habrá algo bueno y algo malo, pero no siempre está claro o no podemos distinguir qué cosas son las que nos convienen. Pero aunque no podamos elegir lo que nos pasa, podemos elegir lo que podemos hacer frente a lo que nos pasa.

A veces las circunstancias nos ponen en el dilema de elegir entre dos opciones que no hemos elegido. Aunque, sabemos que hay ocasiones que elegimos, aunque preferiríamos no tener que elegir la mayoría de veces.

Según este capítulo, uno de los primeros filósofos que se ocupó de estas preguntas, fue Aristóteles, quien imaginó el siguiente ejemplo. Un barco lleva una importante carga de un puerto a otro, a medio trayecto, le sorprende una tremenda tempestad, parece que la única forma de salvar el barco y la tripulación es arrojar por la borda el cargamento, que además de importante es pesado. El capitán del navío se plantea el problema siguiente: ¿Debo tirar la mercancía o arriesgarme a capear el temporal con ella en la bodega, esperando que el tiempo mejore o que la nave resista? Claro está que, si arroja el cargamento lo hará porque prefiere hacer eso en vez de afrontar el riesgo, pero sería injusto decir que quiere tirarlo. La verdad es que quiere es llegar a puerto con su barco, su tripulación y su mercancía. Eso es lo que más le conviene, sin embargo, dadas las terribles circunstancias, prefiere salvar su vida y la de su tripulación a salvar la carga, por más valiosa que sea. Piensan que ojala y no hubiera llegado esta terrible tormenta, pero la tormenta no puede elegirla, es cosa que se le impone, cosa que le pasa, quiera o no.

Lo que en cambio puede elegir es el comportamiento a seguir en el peligro que se le viene encima. Podríamos decir que es libre porque no le queda otro remedio que serlo, libre de pensar en circunstancias que él no ha elegido sufrir.

Casi siempre que reflexionamos en situaciones difíciles o importantes sobre lo que vamos a hacer nos encontramos en una situación parecida a la de ese capitán de barco del que hablaba Aristóteles. Pero claro, no siempre las cosas se ponen tan feas. O algunas veces sí pero con circunstancias diferentes.

Por lo general, uno no se pasa la vida dando vueltas a lo que nos conviene o no nos conviene hacer. Pienso que eso es algo natural del ser humano.

Hay que analizar entonces la serie de diferentes motivos que tienes para tus comportamientos matutinos. Ya se sabe lo que es un motivo en el sentido que recibe la palabra en este contexto. Es la razón que tienes o al menos crees tener para hacer algo, la explicación más aceptable de tu conducta cuando reflexionas un poco sobre ella.

En otras ocasiones el motivo es que sueles hacer siempre ese mismo gesto y ya lo repites casi sin pensar, o también el ver que a tú alrededor todo el mundo se comporta así habitualmente. Lleva por nombre, costumbres, este juego de motivos.

Nos limitaremos a examinar los tres meros tipos de motivos, es decir las órdenes, las costumbres y los caprichos. Cada uno de esos motivos dirige tu conducta en una dirección u otra, explica más o menos tu preferencia por hacer lo que haces frente a las otras muchas cosas que podrías hacer. Lo que se pretende decir es que cada tipo de motivos tiene su propio peso y te condiciona a su modo. Como por ejemplo las ordenes sacan su fuerza en parte del miedo que puedes tener a las terribles consecuencias que se tomaran en contra tuya si no obedeces. Por otro lado las costumbres vienen más bien de la comodidad de seguir la rutina en ciertas ocasiones como también de tu interés.

Las órdenes y las costumbres tienen una cosa en común, parece que vienen de fuera, que se te imponen sin pedirte permiso. En cambio, los caprichos te salen de dentro, brotan espontáneamente sin que nadie te los mande ni a nadie en principio creas imitarlos.

Y si en la situación en que se está las órdenes no bastan, la costumbre todavía menos. La costumbre sirve para lo corriente, para la rutina de todos los días. Se podría decir de manera vulgar, que una tempestad no es momento para estar con caprichos. Tú mismo te pones tu ropa por las mañanas y así todos los días, pero si en caso de incendio no te diera tiempo tampoco te sentirías demasiado culpable.

Tampoco parece que sea ocasión propicia para entregarse a los caprichos. Si te dijeran que el capitán de ese barco tiró la carga no porque lo considerase prudente, sino por capricho, ¿Qué pensarías? Supongo que se pensaría que está loco.

Perdona que te deje en un suspense digno de Hitchcok, pero no voy a decirte para acabar qué es lo que a la postre decidió nuestro zarandeado capitán. ¡Ojalá acertase y tuviera ya buen viento hasta volver a casa! La verdad es que cuando pienso en él me doy cuenta de que todos vamos en el mismo barco.

Nos dice que tanto la virtud como el vicio, están en nuestro poder. Claro que, siempre que está en nuestro poder el hacer, lo está también el no hacer, y siempre que está en nuestro poder el no, lo está el sí, de modo que si está en nuestro poder el obrar cuando es bello, lo estará también cuando es vergonzoso, y si está en nuestro poder el no obrar cuando es bello, lo estará, asimismo, para no obrar cuando es vergonzoso.

En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente

Sólo disponemos de cuatro principios de la moral:

El filosófico

El religioso

El humano

El político

No hemos de preocuparnos de vivir largos años, sino de vivirlos satisfactoriamente porque vivir largo tiempo depende del destino, vivir satisfactoriamente de tu alma.

Capitulo Tres: Has Lo Que Quieras

Se decía antes, que la mayoría de las cosas, las hacemos porque nos las mandan.

Pero resulta que en ocasiones importantes o cuando nos tomamos lo que vamos a hacer realmente en serio, todas estas motivaciones corrientes resultan insatisfactorias. O sea que no las disfrutamos como se debería.

Cuando tiene uno que salir a exponerse junto a las murallas de Troya desafiando el ataque de Aquiles, como hizo Héctor. O cuando hay que decidir entre tirar al mar la carga para salvar a la tripulación o tirar a unos cuantos de la tripulación para salvar la carga; o... en casos semejantes, aunque no sean tan dramáticos ni órdenes ni costumbres bastan y no son cuestiones de capricho. Esto tiene que ver con la cuestión de la libertad, que es el asunto del que se ocupa propiamente la ética.

Libertad es poder decir sí o no, lo hago o no lo hago, digan lo que digan las demás personas, me conviene y lo quiero, aquello no me conviene y por tanto no lo quiero. Libertad es decidir, pero también no se debe olvidar darse cuenta de que se está decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar, como podrás comprender. Y para no dejarte llevar no tienes más remedio que intentar pensar al menos dos veces lo que vas a hacer

La primera vez que piensas en el motivo de tu acción, la respuesta a la pregunta ¿Por qué hago esto? es del tipo de las que hemos estudiado últimamente. Lo hago porque me lo mandan, porque

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