FEDON O DEL ALMA
CFRAN300922 de Julio de 2014
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FEDON O DEL ALMA
INTRODUCCION
En este diálogo Platón da a conocer la teoría de las Ideas inteligibles, la teoría de la reminiscencia, la inmortalidad del alma, la teoría de la metempsicosis del alma, el desprecio hacia lo corporal y sensible, y el viaje del alma, además de tocar varios temas más.
El diálogo comienza días después con una conversación entre Equécrates y Fedón, quien le relata a Equécrates, por pedido del mismo, las últimas horas de vida y la conversación que tuvieron.
Fedón va relatándole detalle por detalle las conversaciones de Sócrates, las vivencias y cómo Sócrates moría.
Las conversaciones y discusiones de Sócrates se centran principalmente en Simmias y Cebes, amigos de Sócrates y discípulos del pitagórico Filolao, los cuales van discutiendo los más diversos temas, haciendo objeciones a Sócrates y éste demostrándoles que se equivocaban hasta desembocar en un mito escatológico de la travesía de las almas y una descripción del mundo.
El Fedón, es una obra en donde nos encontramos con variados matices ideológicos.
El Fedón no es una mera serie de preguntas y respuestas; sino que es una composición de distinto género, en la que, en medio de los incidentes de un argumento principal, se proponen, discuten y resuelven problemas complejos, que interesan a la vez a la psicología, a la moral y a la metafísica; obra sabia sobre la muerte en la que están refundidos, con profunda intención, tres objetos muy diferentes: el relato histórico, la discusión y el mito.
Argumento
El relato consiste en la descripción del último día de la vida y la muerte de Sócrates, que a Equécrates de Fliunte hace Fedón, testigo conmovido aún por la muerte serena, que se refiere con un lenguaje sencillo y la grandeza antiguas. El relato inicia en el momento en que Fedón nos abre las puertas de la prisión y aparece Sócrates, sentado el borde de su cama, en medio de sus discípulos, que concurrieron para recoger las últimas palabras de su maestro. Aparece tranquilo y risueño, sin advertirse en él tristeza ni de decaimiento que altere su semblante, sino sereno y tranquilo, como el pensamiento que le anima. Fuera de la emoción, mal contenida, de sus amigos, y las lamentaciones de Jantipa, su mujer; nada absolutamente se advertía en la persona de Sócrates que indicara la proximidad de su muerte; el mantiene sin esfuerzo su modo de ser y su lenguaje ordinarios.
Sócrates estaba determinado a dar a sus amigos el ejemplo de una vida consagrada hasta el último momento a la filosofía, Sócrates hizo retirar a su mujer y a sus hijos y no tardó en provocar a Simmias y a Cebes a una discusión, que debía prolongarse hasta la puesta del sol, o sea hasta el instante marcado por la ley para beber la cicuta.
Esto no sería un canto de tristeza, sino más bien de esperanza en la vida bienaventurada de su alma inmortal.
Un filósofo no debe darse muerte a sí mismo.
Según la explicación de Sócrates, son los dioses quienes debes escoger el momento de dar muerte a los hombres mortales y no los mortales quienes decidan cuando deben perder la vida, ya que así se sigue el curso natural del mundo. Muchas veces, mejor les sería a algunos estar muertos que vivir, pero ellos no pueden suicidarse, pues no pueden darse este beneficio.
El filósofo, los placeres del cuerpo y la reencarnación
Sócrates les habla referente a la integridad del ser humano, y a la posición que se debe tener ante la muerte porque cuando se es amante del saber, lo que más se ansía es precisamente el abandono del cuerpo para liberar el alma, que es la que permite un estado pleno. Menciona que quienes tienen un gran apego a lo material a lo aparente son los que sufren en este trance, sin embargo quien hace caso omiso de esto y se dedica a la sabiduría entonces es solo un paso más que debe dar el individuo.
Para que el alma pueda acercarse lo más posible a la inmortalidad de las ideas, el filósofo debe llevar una vida libre de los placeres que éste demanda, es decir, una vida ascética. El alma es prisionera del cuerpo, y por eso, su objetivo es liberarse en el momento de la muerte.
Hace mención de que el quien es filósofo está al cuidado del alma y por tanto debe rehuir a todos los placeres que el cuerpo busca porque de caer en las tentaciones que éste le pone entonces convierte su alma en impura y no tendrá acceso directo al gozo de la divinidad y por tanto habrá de venir de nuevo al mundo en otros nacimientos y refiere que de acuerdo a la esencia del alma entonces es la parte corpórea que adquirirá, incluso habla de la reencarnación en animales. Por tanto el trabajo de un filósofo es cuidar del alma para que sea encaminada al Hades.
Los amigos que ponen en tela de duda sus discursos son Simmias y Cebes mismos que no creen en que el alma no se destruya en el momento de la muerte del cuerpo, de ahí pues que lo cuestionen respecto a ese razonamiento y le soliciten que haga de manera más explícita, el porqué considera que el alma se conserva y retorna a otro cuerpo.
El filósofo no deberá temer a la muerte.
Según Sócrates, prepararse para el momento de la muerte en qué el alma se separa del cuerpo, ya que ésta necesita librarse lo más posible de la imperfección del cuerpo material, su prisión. Sería una incoherencia que el filósofo, que se prepara para la muerte, le tuviera miedo, ya que éste es, en cierto modo, su objetivo final en la vida. Por eso Sócrates no siente ni el más mínimo temor de la muerte que le espera.
La separación del cuerpo y el alma.
La muerte en sí, que es el momento concreto de la separación alma-cuerpo (el cuerpo muere y el alma queda libre). El pueblo llano ha considerado desde los albores del tiempo la muerte como uno de los mayores males, puesto que su tiempo en la tierra se termina, y nadie sabe que hay más allá; se separan de todo aquello que conocen, amigos, familia, riquezas, etc. sin que haya retorno posible. Los filósofos son considerados por el pueblo personas insensatas, puesto que, a primera vista, parece que buscaran finalizar su vida, despreciándola junto a todo lo que da (los placeres que éste intenta evitar, desde el placer de un abrazo a el de sentir la brisa en el cabello, o la contemplación de un paisaje bonito a la vista), que es lo que la gente del pueblo disfruta de ella: vivirla. El filósofo, a diferencia del pueblo, no busca exactamente la muerte; la espera paciente y se prepara para, precisamente no temerle.
La reminiscencia.
Sócrates sostiene que el aprender es solo recordar, que al nacer traemos los conocimientos y que el olvido es dado por la transición del nacer, pero que una vez que recordamos entonces el conocimiento lo recuperamos.
La reminiscencia, como Sócrates explica a Cebes, es el recordar el conocimiento que el alma conserva de una vida anterior, puesto que ésta es inmortal. Este recuerdo que se produce en el alma es causado a partir de la visión de cosas materiales semejantes, ya que se parecen a la idea única que el alma recuerda, pero no lo son, ya que las cosas materiales del mundo material que percibimos con nuestros sentidos son un engaño y carecen de la pureza de la idea a la que imitan y se asemejan, por lo que es necesario que de algún modo hayamos aprendido en un tiempo anterior aquello de lo que ahora nos acordamos.
La generación de contrarios.
Mediante esta explicación y ejemplos, Sócrates demuestra que todo aquello que es no nace sino que de su contrario. Por ejemplo: si es de día, no es de noche, y viceversa; no pueden ser a la vez porque son contrarios, de forma que si uno existe, es porque el otro no existe, entendiendo que uno le da paso al otro.
La simplicidad del alma y su inmortalidad.
Sócrates considera que el alma, al ser única, uniforme, divina, perfecta e ininteligible no tiene necesidad de poseer nada, pues le basta con su esencia para ser perfecta. Por otro lado el cuerpo que es visible, necesita estar apoyado por otras cosas materiales para poder existir en el mundo material en el que vive que cubren sus necesidades, tales como ropa, comida y órganos, entre otros. De esta forma, demuestra que cuanto más simple (en el sentido de no necesitar nada en concreto para existir), más perfecta, pura y cerca de la inmortalidad se encuentra algo como el alma. Esto explica, a su vez, la vida ascética que llevan los filósofos; una vida simple sin necesidad de placeres ni de todo aquello necesario para el cuidado del cuerpo, mismo que, al ser imperfecto, no es necesario cuidarlo demasiado.
La afinidad entre el alma y las ideas.
Sócrates argumenta que son las ideas las que forman la esencia del mundo físico o material y son el “modelo” en el que se basan las cosas materiales. Por lo tanto, si al saber recordamos aquello que ya habíamos conocido, querrá decir que el alma ya conocía las ideas, probando que el alma ha pertenecido alguna vez al mundo de las ideas pues se encuentra atrapada en el cuerpo. Dado que el alma no pertenece al mundo material, buscará eternamente separarse del cuerpo que la aprisiona y de su impureza para poder así volver junto a las bellas ideas perfectas y puras como ella. Es esta estrecha relación entre el alma y las ideas la que permite al filósofo afirmar la inmortalidad del alma una vez más.
Las almas purificadas a través de la filosofía y su futuro.
El filósofo que ha cultivado su alma y se ha abstenido de todo placer material, llegará a separarla sin problemas del cuerpo que la aprisiona y a unirse nuevamente a las ideas que tanto anhela. Al privarse de estos placeres, el alma es pura, pero no podrá librarse de la contaminación que el cuerpo le da. Una vez la muerte llegue
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