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FORMULACIONES DEL IMPERATIVO CATEGÓRICO


Enviado por   •  19 de Enero de 2017  •  Documentos de Investigación  •  2.183 Palabras (9 Páginas)  •  564 Visitas

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2.6. FORMULACIONES DEL IMPERATIVO CATEGÓRICO

El imperativo categórico es uno de los conceptos centrales pero también uno de los extremadamente falseados de la ética kantiana[1]. Es el imperativo categórico el precepto fundamental de la razón práctica, pues a saber, por la mera forma de la ley este imperativo limita a la voluntad de todo contenido material, de esta forma se convierte en el principio supremo de la moralidad.[2]

        Nuestro autor al saber que el imperativo categórico es solamente uno y que expresa la necesidad de que la máxima se adecúe a la regla y sea válida para todo ser racional lo enuncia de la siguiente forma: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal”[3] Esta ley pone de manifiesto su carácter universal y necesaria, además de que no atribuye acciones particulares, pero enseña por ello mismo toda acción conforme a la ley moral.

        No obstante, el valor universal de la ley, como el filósofo alemán lo comprende, en ocasiones suele ser bastante frágil, lo que provoca no pocas malas interpretaciones, por ejemplo, a alguien pudiera pensar, que el suicidio, la eutanasia, el asesinato, el aborto en ciertas circunstancias se tomarían como ley universal puesto que si el principio último es el hombre se puede perfectamente razonar la conveniencia de éstos, ante este absurdo, se debe señalar entonces que la ley moral es universal y es ley porque es buena, y no de forma contraria.

        En consecuencia, Kant refuta esas interpretaciones al clarificar el contenido de dicha ley. En la Fundamentación para una metafísica de la costumbres  introduce en su sistema ético la segunda formulación del imperativo categórico mediante el concepto de finalidad, pues a saber, en todas las épocas y en todas las circunstancias existen leyes que disciplinan la conducta del hombre y éstas resultan de la naturaleza humana ordenada a un fin, debido a que la finalidad es lo que sirve a la voluntad como razón objetiva para su autodeterminación[4].

        En la convicción ética del pensador alemán, el hombre es considerado fin absoluto en sí mismo, al ser fin absoluto en sí mismo, éste por antonomasia se constituye como la base de una ley universal absoluta, debido a que:

“(…) existe como un fin en sí mismo, no simplemente como un medio para ser utilizado discrecionalmente por esta o aquella voluntad, sino que tanto en las acciones orientadas hacía sí mismo como en las dirigidas hacia otros seres racionales el hombre ha de ser considerado siempre al mismo tiempo como un fin”[5].

Razón por la cual, el imperativo categórico se formularse así: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio”[6]. Con esta formulación se pone de manifiesto que los seres racionales no son fines subjetivos, al contrario, son fines objetivos debido a que su existencia es por sí misma un fin, y como ya explicó Kant, este fin no puede someterse a otro y convertirse en únicamente en medio; pero es menester aclarar que, en la prescripción precedente no se dice que no podamos servirnos de otra persona como medio para un determinado fin, es decir para un servicio,  lo que se deduce y se afirma al mismo tiempo es  que no podemos tratar nunca a un hombre sólo como medio, o sea, como cosa cualquiera[7]. El hombre al ser portador de una dignidad la cual se le da por un bien participado exige y merece respeto, con esto, la idea de hombre como fin en sí mismo da lugar a leyes objetivas y universales.

Es preciso indicar que la tercera y última formulación del imperativo categórico expuesta por Kant en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres es una continuación de las dos anteriores. A saber, el fundamento de toda ley práctica está objetivamente, −de acuerdo a la primera fórmula−  en que la ley es universal, es decir, la ley moral es válida para todo ser racional sin excepción, y subjetivamente en el sujeto –como quedó asentado en la segunda fórmula−  racional considerado como fin en sí mismo.

Como consecuencia de lo anterior deriva la tercera fórmula del imperativo, a saber, cómo “la idea de la voluntad de cualquier ser racional como una voluntad que legisla universalmente”[8]. Esto nos da a entender que la voluntad sólo reconociéndose legisladora podría someterse a una ley sin contradecir su valor supremo, en otras palabras, la idea del hombre como ser racional y fin en sí mismo que no se somete a ningún otro es la condición necesaria de la concordancia de los dos primeros.

La formulación preliminar del imperativo categórico supone la idea de la voluntad como legisladora universal, es decir, muestra que la voluntad no puede depender de ningún interés, de esta forma se afirma la autonomía de la ley moral lo cual nos lleva a la idea de un imperativo categórico incondicional, de esta manera el hecho moral implica la autonomía de la voluntad.

2.7.  LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD

No se debe dejar a un lado el concepto de autonomía de la voluntad puesto que nuestro autor en las tres formulaciones del imperativo categórico la presenta –la voluntad− como independiente de condiciones empíricas, la voluntad entonces ha de ser determinada solamente por la mera forma de la ley y este motivo de autodeterminación es cualificado como suprema condición de todo imperativo, por ende, se debe decir entonces que la autonomía de la voluntad es el principio mediante el cual la voluntad se hace partícipe de la moralidad, esto hace factible que formule un imperativo categórico[9].

Todo lo anterior confirma que la autonomía de la voluntad radica, en darse a sí misma la ley, es decir, es la propiedad de la voluntad de ser una ley para sí misma, por ello, una voluntad libre y una voluntad sumisa a la ley moral son una sola cosa y, precisamente en esto está la verdadera moralidad, así lo confirma el conocido profesor de Lepzing: “la autonomía de la voluntad es aquella modalidad de la voluntad por la que ella es una ley para sí misma (independientemente de cualquier modalidad de los objetos del querer”[10]

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