Filosofia Moderna
crawberry27 de Noviembre de 2013
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LA FILOSOFÍA MODERNA
Lic. Martha Como
El racionalismo de René Descartes
Breve noticia biográfica
René Descartes nace en La Haya, pequeño pueblo de Francia, en 1596, en el seno de una familia de elevada posición socioeconómica. Cursa sus estudios en el colegio jesuita de
La Fleche desde 1606 hasta 1614, en el que es instruido en los conocimientos que se impartían en su tiempo: Lógica, Matemática, Física y Metafísica, nutriéndose en estas disciplinas según los textos originales de Aristóteles, tal como lo exigía la tradición escolástica.
En 1616 aprueba su licenciatura en Derecho en la Universidad de Poitiers. En 1618 se alista en el ejército del príncipe de Nassau, que gobernaba los Países Bajos en guerra con los españoles. Más tarde se alistará en el ejército de Maximiliano de Baviera.
En su condición de hombre de fortuna y sin penurias económicas, dedicó su vida a estudiar y a viajar. Amaba por sobre todo la paz, la soledad y el estudio.
Su obra ha sido rica y fecunda y le debemos en su condición de matemático la geometría analítica, así como también numerosos estudios de física y de astronomía, en los que coincidía con la teoría heliocéntrica de Copérnico, y con la fundamentación matemática que de esta teoría había hecho Galileo. Estaba por publicar un texto en el que adhería a tales concepciones acerca del sistema solar, cuando se enteró de que Galileo debía abdicar de su teoría por orden de la Santa Inquisición. Prudentemente, dejó la publicación para un momento más oportuno.
Su obra filosófica, aunque no muy extensa, ha marcado un hito en la historia de la filosofía Occidental, y sus principales textos son El discurso del método y las Meditaciones Metafísicas.
Falleció en 1650, a causa de una pulmonía que en apenas una semana consumió su vida.
La duda metódica
La exigencia cartesiana de llegar a conocimientos evidentes que se me presenten como ideas tan claras y distintas que nunca me conduzcan a afirmar juicios erróneos, lo lleva a someter a todos sus conocimientos a la prueba de la duda. Si un conocimiento abriga alguna posibilidad de duda, entonces no es evidente. Porque la evidencia es indubitable, y se nos impone como verdadera.
Pero esta duda no es una duda escéptica, semejante a la duda pirrónica que - por temor a caer en el error - no emitía ningún juicio y se limitaba a señalar con el dedo. La duda en Descartes es tan sólo un recurso metodológico que se impone para llegar a verdades evidentes. Es más; algunos de sus argumentos son tan exagerados, que hasta nos pueden parecer absurdos. Pero no debemos olvidar, cuando los leamos, que más que recursos, son artilugios metodológicos puestos al servicio de su finalidad, tal como la formula en la primera regla del método: no aceptar como verdadero ningún conocimiento que no sea evidente.
La primera meditación, subtitulada De las cosas que podemos poner en duda, comienza con las siguientes palabras: "Hace algún tiempo que vengo observando que desde mis primeros años he recibido por verdaderas muchas opiniones falsas que no pueden servir de fundamento sino a lo dudoso e incierto, porque sobre el error no puede levantarse el edificio de la verdad. "
Por lo cual Descartes decide despojarse de todo saber adquirido, partir de un no saber radical, y comenzar de nuevo a partir de cero. Para ello deberá poner en duda todos esos conocimientos adquiridos, y no sólo los manifiestamente erróneos, sino también todos aquellos que pudieran despertar algún atisbo de duda. De aquí es que suele decirse que los caracteres de la duda cartesiana son el de ser metódica y no escéptica, el ser exagerada y también universal.
Pero para dedicarse a destruir todas sus antiguas opiniones, no es preciso, - dice Descartes - examinarlas una por una, empresa imposible de realizar por lo inacabable.
Bastará - agrega - examinar los cimientos sobre los que se han construido esos conocimientos, ya que si esos cimientos no fueran confiables, todo lo edificado sobre ellos necesariamente se derrumbará.
Ahora bien; los cimientos sobre los que se construyen todos nuestros conocimientos son los sentidos y/o la razón. De modo que en lo que sigue, Descartes se dedicará a examinar la legitimidad de ambas vías de conocimiento, sean los sentidos o sea la razón, para servir de fundamento a conocimientos evidentes.
Este examen lo efectuará Descartes mediante cuatro argumentos con los que pretende invalidar dichas fuentes de conocimiento, mostrando que no son tan confiables como ingenuamente suponemos.
El primer argumento lo utilizará Descartes para dudar del conocimiento sensible lejano, y dice así: "Todo lo que hasta el presente me ha parecido lo más verdadero y seguro lo he aprendido de los sentidos o por ellos; y habiendo experimentado que a veces los sentidos nos engañan, la prudencia ordena no fiarse nunca por entero de los que alguna vez nos han engañado. "
De modo que con este sencillo argumento, Descartes descalifica a los sentidos como fuente confiable para el conocimiento. Sin embargo, las meditaciones que efectúa Descartes implican un diálogo consigo mismo, de modo que no sólo argumenta sino que también contra argumenta, afirma algo y en seguida limita esa afirmación ya que hasta en la duda, debe ser cauteloso.
Porque, es cierto que a veces los sentidos nos engañan. Pero, ¿cuándo?: Dice Descartes: generalmente, "respecto de cosas muy lejanas y poco sensibles, pero hay muchas otras, sin embargo de las que razonablemente no es posible dudar, como por ejemplo que yo estoy aquí, sentado junto al fuego, con una' bata puesta, teniendo en mis manos este papel y cosas semejantes. ¿Pues cómo habría yo de negar que estas manos y este cuerpo son míos a no ser que me comparara con esos insensatos cuyo cerebro está tan turba y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que afirman constantemente que son reyes, cuando son pobres, que están vestidos de oro y púrpura cuando van desnudos, o se figuran que son cántaros o que tienen un cuerpo, de vidrio? (...) Debo considerar sin embargo que soy hombre y por consiguiente tengo costumbre de dormir y de representarme en sueño cosas iguales y menos verosímiles a veces que las que se imaginan esos insensatos cuando están despiertos. ¡Cuántas veces me ha sucedido soñar que me hallaba en este sitio, que estaba vestido y al lado del fuego, aunque en realidad estaba desnudo y metido en la cama!"
Este argumento del sueño seguramente parecerá descabellado, pero no debemos olvidar que no se trata de una duda real sino de un recurso metodológico artificioso, puesto al servicio del encuentro de una verdad absoluta. En todo caso, Descartes afirma que no encuentra un criterio cierto para distinguir la vigilia del sueño, y que casi se ha persuadido de que está soñando y de que tal vez la vida entera no sea más que un sueño. Ahora bien; si reflexionamos un poco acerca de esta hipótesis del sueño permanente, lo que advertimos es que mediante esa hipótesis Descartes no sólo duda del conocimiento sensible cercano, sino de la realidad del mundo entero puesto que podría no tener más consistencia que la de una imagen onírica, es decir una realidad puramente imaginaria y evanescente.
Pero aún si estuviera soñando, - continúa meditando Descartes - hay una verdad que se me impone y es la de la matemática, con su evidencia ya no sensible sino racional. "Tanto si estoy despierto como si estoy dormido, tres más dos suman cinco y un cuadrado tiene cuatro lados", nos dice Descartes.
O sea, si la evidencia sensible puede ponerse en duda, la evidencia racional parece imponerse de modo indubitable. Y es aquí donde Descartes recurrirá al último argumento aún más exagerado que la hipótesis del sueño.
Hace mucho tiempo - nos dice - que tengo la idea de que he sido creado .por un Dios omnipotente, y que me ha hecho tal como soy. Ahora bien, siendo Dios omnipotente, ¿no podría suceder que él haya querido que no hubiera ni Tierra, ni cielo, ni cuerpos ni magnitudes, ni colores, y sin embargo yo tuviera la certeza de que sí existen? ¿Y no sería posible que yo tuviera la evidencia de que tres más dos son chico y que los lados de un cuadrado son cuatro, pero sin embargo porque Dios lo quiso, esto no sea verdadero? Se dirá que Dios es suprema bondad y no ha querido crearme de tal modo que yo me engañara siempre, aún cuando seguramente me ha creado de modo que me engaño con demasiada frecuencia. En fin, supondré que no es Dios quien me hace caer en el engaño constante, sino cierto genio maligno, sumamente astuto y poderoso quien empeña todo su ingenio en engañarme. Supondré que la tierra, el cielo, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas exteriores que creo ver con absoluta certeza no son más que ilusiones, tanto como mis manos y mi propio cuerpo, mis sentidos, y que todo el mundo percibido no es más que una ficción con la que el genio me engaña. Y me adheriré obstinadamente a estos pensamientos, hasta al menos, suspender el juicio acerca de la realidad de todas estas cosas.
Con esta hipótesis del genio maligno, Descartes cae en la duda universal en la cual ni la existencia de su propio cuerpo ni la del mundo exterior, ni la evidencia racional de la matemática, quedan sustraídas. Es en medio de esta duda absoluta que Descartes concluye su primera meditación.
El Cogito
La segunda meditación, que Descartes subtitula De la naturaleza del espíritu humano que es más fácil de conocer que el cuerpo, comienza con el estado de incertidumbre en el que había
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