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Filosofia


Enviado por   •  9 de Abril de 2014  •  4.491 Palabras (18 Páginas)  •  190 Visitas

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1. La caracterización de los periodos históricos. Siempre los historiadores al escribir la historia han buscado una cierta inteligibilidad de la misma, al menos por razones prácticas de claridad y síntesis. Así, se distinguen etapas o periodos históricos, y se procura hallar unos caracteres esenciales que sirvan para diferenciar unos periodos de otros; y eso no se hace sólo por necesidades prácticas. En los historiadores antiguos predomina con frecuencia el afán moralizante, sacar lecciones de la Historia, o el político, favorecer o atacar una determinada situación presente o próxima. La ciencia de la Edad Media destaca por su afán de verdad, de investigación metafísica y teológica (V. MEDIA, EDAD III). Dicho afán de objetividad puede decirse que decae al irse imponiendo el nominalismo (v.) en las escuelas del s. XIV y XV; éste considera los nombres de las cosas puros flatus vocis sin contenido real, vacía de realidad los conceptos universales (v.), y sólo atribuye valor y cognoscibilidad a lo concreto y singular. Evidentemente esta actitud conduce a un escepticismo y relativismo muy generalizados.

El Renacimiento (v.), con su humanismo (v.), reacciona ante la escolástica nominalista, y comienza, entre otras cosas, a preocuparse por los estudios de crítica histórica y por señalar los caracteres específicos de su propia época. Así esa atención a los problemas prácticos, p. ej., morales y políticos, es uno de los primeros caracteres que seseñalan. Ello no significa una «vuelta al hombre» contrapuesta al pensamiento medieval «vuelto a Dios». En primer lugar porque es imposible resumir en una sola frase o idea ninguna época histórica. Además Edad Media y nominalismo (v.) no son lo mismo; éste forma una de las escuelas medievales, que sólo predomina y relativamente al final. Y por último ni en el Renacimiento hay un olvido de Dios, ni en la Edad Media del hombre; ello es obvio. Basta considerar las grandes síntesis medievales en Moral y en Derecho, las fuertes preocupaciones religiosas y espirituales que se desarrollan en el movimiento humanista, y la abundante literatura moral y religiosa que abarca toda la E. M.

Dentro de los humanistas del Renacimiento se dan varias tendencias. Algunas conservan los posos del escepticismo nominalista, y resultan así escépticas; pero no son las únicas ni las predominantes. La Metafísica y la Teología se recuperan también, su máximo exponente será la llamada Segunda Escolástica, en la que la Moral y el Derecho son los temas más desarrollados; y en ella se dan también varias escuelas o corrientes. Podemos decir que en el humanismo renacentista hay varias intelecciones de la propia época, al menos en germen.

Posteriormente, los fautores del movimiento racionalista de la Ilustración, en el s. XVIII, disocian falsamente Filosofía y Teología y radicalizan una particular intelección de los «tiempos modernos». Contraponen Edad Media a M. como épocas específicamente distintas, considerando a aquélla «teológica» y a ésta «antropológica». Esto es una manifestación más del racionalismo general de dicho movimiento, que no es necesario analizar aquí (v. ILUSTRACIÓN; DEÍSMO; RACIONALISMO; NATURALISMO); únicamente importa señalar que se intenta la «racionalización» de todo, incluso de la historia. El iluminismo ilustrado tiende a hacer interpretaciones cerradas de las etapas o periodos históricos como unidades acabadas en sí mismas, plenamente inteligibles con unos cuantos conceptos racionales que se les atribuyen como característicos. Esta visión de la Historia se radicaliza aún más con el idealismo (v.), sobre todo de Hegel (v.), que adoptará después Marx (v.), e incluso con el historicismo (v.). También los mismos contradictores del idealismo, o del historicismo, llegan a aceptar en el fondo esta visión de los «periodos históricos», aunque traten de darles otra interpretación o una valoración distinta.

De esta forma llegaron a consagrarse varios tópicos sobre las distintas «edades», Antigua, Media y M., contraponiendo excesivamente unas a otras, señalando características peculiares que las quieren cerrar en sí mismas. Son interpretaciones ideológicas, muchas veces interesadas, que resultan superficiales, cuando no alejadas de la realidad. Así el mito del «hombre moderno», de su «madurez», como contrapuesto al medieval, o al antiguo; el «humanismo» o descubrimiento del hombre y de la subjetividad, cuando en realidad es en la Edad Media, y antes en la Patrística, donde se descubrió y se tuvo una clara visión de la dignidad del hombre, una acabada conciencia del valor de la persona (v.) humana. Igualmente el uso del término «primitivo» con cierto tono peyorativo o despectivo, confundiendo la falta de desarrollo técnico-material con la falta de valores espirituales y morales; pero en la realidad pueden darse pocos conocimientos científicos ' o técnicos y al mismo tiempo un reconocimiento del valor de la persona o una profundidad y seriedad filosófico-religiosa; así mismo puede darse un gran desarrollo científico-técnico y ningún progreso moral o espiritual (v. INVESTIGACIÓN VI, 1).

Lo mismo el mito de lo «nuevo», cuando la mayor parte de la Filosofía de la E. M. se halla ya planteada en la Media o es heredada de ella. En todo caso lo más «nuevo» sería el mayor desarrollo de los métodos experimentales en la ciencia natural, menos cultivada en la Edad Media, y que sólo lentamente ayudarían a comprender la diversificación de las ciencias y de sus métodos (v.). Y asimismo el mito la «libertad» que, de forma simplista, según los ilustrados e idealistas caracterizaría el «espíritu de la filosofía moderna»; más exacto sería decir que el hombre moderno habla mucho más de libertad y emancipación, precisamente porque no la tiene. La tuvo más el hombre medieval; la tendencia al autoritarismo y absolutismo de los Reyes estuvo frenada por la autoridad del Papado, y por el Derecho divino que estaba sobre unos y otros. Por el contrario, esa «libertad» en la práctica faltó al «hombre moderno». Se pueden recordar casos concretos, que no son sólo anécdotas aisladas, sino consecuencia de los mismos rumbos del pensar; y también de la intolerancia protestante, tanto luterana como calvinista y de otras sectas; es en la E. M. cuando se crean y se tratan de justificar el despotismo (v.) y el absolutismo (v.). «Piénsese en las medidas tomadas por el gobierno de Iqs Países Bajos contra Descartes; en la actitud del ayuntamiento de Amsterdam contra Spinoza; en la de los regidores de Górlitz contra Bóhme; en la real orden de Federico Guillermo II contra Kant el 1 oct. 1794; en la Reclamación de la libertad de pensar dirigida a los príncipes de Europa que la oprimieron hasta el presente de Fichte; en la destitución de Moleschott y de Büchner,

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