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Filosofia


Enviado por   •  17 de Julio de 2015  •  1.709 Palabras (7 Páginas)  •  201 Visitas

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El ateísmo tuvo representantes en todo tiempo y en todo lugar dentro de las sociedades humanas, su doctrina y su expresión distan mucho de haber permanecido invariables; sin duda el ateo moderno, nutrido de las más recientes con- cepciones físico–químicas de la materia, está más cerca del

Ateo medieval, alquimista por vocación, que de aquel del siglo XVIII, sentimental adorador de la Naturaleza deificada.

El Marques de Sade trata de argumentar que Dios no existe, desde el momento que se escapa de la razón y compresión del ser humano. Un sacerdote va a darle la absolución a un moribundo. El Sacerdote: Llegado el instante fatal en que el velo de la ilusión sólo se desgarra para dejar al hombre reducido al cuadro cruel de sus errores y sus vicios, ¿no te arrepientes, hijo mío, de los múltiples desórdenes a los que te condujo la humana debilidad y fragilidad?

Aquel hombre moribundo se negaba a arrepentirse de sus faltas terrenales y conservar aquello cómo nobles recuerdos de su errante andar por éste mundo, no poder disfrutar aún más de lo que el placer le ofrecía infinitamente, los sentimientos de culpa inquiridos por la sociedad y la iglesia, eran motivo suficiente para escupir, por haberlo privado de acciones hedónicas.

Suficientes razones para menospreciar la iglesia ante la falsa moral que desenmascaraba en ese instante sin trabajo, aquel enfermizo a punto de dar su último respiro, pareciera que Satanás hablara en él, pero aun así el cura firme en su postura, persuadía al moribundo para que se entregara al juicio divino.

La mínima frase de aquel hombre postrado en su lecho, eran diálogos imprescindibles y de una razón exquisita, que al más blasfemo ateo regocija en medio de una razón absoluta. Se disputa la cuestión de lo que es comprensible es digno de fe, y de aquello que es una total dificultad de interpretar pareciera que es motivo suficiente para dejar morir dicha fe, el ciego no es aquel que no ve, sino aquel mismo que por su cuenta amortigua la luz con una venda para cubrir sus ojos.

Aquello se envolvía en un tenso ambiente, lo que en unos instantes fue un disputar sosiego se ha tornado en un enérgico conflicto de acusaciones a todo aquello, en que el ser humano lleno de fanatismo se obliga a creer.

Se rinde ante la omnipotencia de un ser inconsistente, dando rienda suelta a disparates, y demostrando que en el mundo individual de cada hombre, se crea temor, rendir culto al fantástico ser con él fin de vanagloriarse a la sumisa autoridad.

Las personas creen lo que uno quiere creer, el ser humano no está obligado a creer en un creador, ellos hacen lo que creen mejor para uno mismo, un Dios que los va a salvar el día final de cada persona.

El hombre se niega rotundamente a admitir una absolución final antes de morir, despotricando en contra del sacerdote, la iglesia y su doble moral impuesta por tal dogma, el hombre con su afán de pensar que después de la muerte hay una nada, que de ser un humano seremos un gusano y después una mosca pero al final no seremos nada.

Si el hombre no comprende a Dios es por falta de sentido pero no falta de fe, no se presenta absoluto como en imaginación, se presenta en una imagen, sí, creo en Dios y le creo a Dios; creo en Él y creo aquello que Él nos ha manifestado. Por ello, fortalecer nuestra fe significa también profundizar en el contenido de lo que creemos, es decir, en las verdades de nuestra fe.

El hombre no es abandonado por Dios, el mismo hombre es el que lo abandona y abandona su fe, el moribundo creía en sus ideales no en un Dios ya que para él la verdad estaba en cada uno de los ideales de las personas, si existiera un Dios no habría sangre, muertes o sufrimiento en este mundo no existiría ni la maldad.

Obra donde aparece con claridad muchos de los temas que obsesionaban al divino Marqués, la no existencia de Dios, el poder y el desafío a la muerte.

Uno piensa que tan sólo basta con arrepentirse y el otro que debe arrepentirse buscando la salvación. Aquí comienza una dialéctica sobre la necesidad o no de un Dios, y la omnipotencia de éste. 

Le hace ver que no hay un sólo Dios, sino que también aparte de su Dios Omnipresente existe Mahoma, Brama e incluso Confucio… empiezan a hablar de la religión y por último de los milagros, y también niega su existencia, argumentando que para que fuesen ciertos deberían de ser prodigios contrarios a las leyes de la naturaleza. En definitiva, el diálogo en esta parte gira a la necesidad de razonar y comprender del moribundo y la fe del sacerdote. Y va desarrollando los argumentos y pensamientos de cada uno de los personajes.

La intervención del moribundo, cuando le dice al sacerdote que la única moral es no hacer daño a los demás y que no le hace falta ninguna

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