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Filosofia

mfm9131 de Octubre de 2012

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http://www.temakel.com/histcmodernidad.htm

En la forma como una cultura construye su noción de cuerpo, se cifra una forma simbólica esencial de entender la realidad. En la modernidad, el cuerpo es construido desde diversos niveles. En la Edad Media y el Renacimiento, lo corporal se relaciona fuertemente con las festividades populares, y las culturas rurales, y una noción de un cuerpo que se identifica con la naturaleza. Pero luego, surge otra forma de la corporalidad relacionada con su reducción a objeto de investigación (Vesalio), a un opuesto de la mente (Descartes), una instancia construida y controlada por fuerzas panópticas (Foucault).

CUERPO Y MODERNIDAD

Por Analía Negishi 

Introducción

· "Cuerpo supernumerario al que el hombre le debe la precariedad y al que quiere volver impermeable a la vejez o a la muerte, al sufrimiento o a la enfermedad" (David Le Breton)

   Con el transcurrir de los siglos, las representaciones simbólicas que el hombre se hace de sí mismo, de los demás y del universo que lo rodea, han ido cambiando con el acontecer de diversos sucesos sociales, económicos y políticos. Diferentes personajes, diferentes concepciones en distintos momentos de la Historia han alimentado una gruesa reserva de teorías, corrientes y escuelas que nos permiten diferenciar aquéllas y (tratar de) entender nuestro presente. 

Este trabajo tiene la intención de recorrer la etapa que algunos pensadores de Europa Occidental titularon "Modernidad",

¿Cómo ve el hombre al hombre?

¿Qué es lo que influye en su percepción de sí mismo?

¿Cómo construye él las representaciones de él mismo?

¿Cómo se pensó el cuerpo en la Modernidad? 

Para llevar a cabo esta tarea, pretendo realizar una sucesión de las ideas imperantes en dos momentos diferentes de la Historia,: La Edad Media y la Modernidad, sólo tomando en cuenta a Europa Occidental, como eje y epicentro de las ideas y corrientes aquí tratadas.

La Edad Media y el Renacimiento

Se conoce como Edad Media a la etapa de la historia europea comprendida, aproximadamente, entre la caída del Imperio Romano de occidente y el advenimiento de la edad moderna, con el desarrollo del capitalismo, el florecimiento de la cultura renacentista y los descubrimientos geográficos. La civilización medieval fue, principalmente, la síntesis de tres elementos: La herencia de la antigüedad grecolatina, la aportación de los pueblos germánicos y la religión cristiana.

En el 476 DC, con la caída del Imperio Romano, el Cristianismo se convierte en la religión oficial de los diferentes reinos (bárbaros, godos, francos, etc.) La diferencias entre las religiones entre los mismos, como la invisibilidad del Dios cristiano, generaba temor, así como el lenguaje y la capacidad de leer, escribir y realizar actividades burocráticas de los sacerdotes. 

Poco a poco todos los pueblos se fueron convirtiendo al Cristianismo, por lo que la cultura medieval de occidente está signada por el teocentrismo. La verdad procede, entonces, de Dios, siendo la Iglesia católica la mediadora entre el Reino de los Cielos y el Reino de la Tierra, lo que determina la manera en que el sujeto se autoconoce. 

La iglesia fue la depositaria en occidente de la supremacía universal cuando desapareció el poder del imperio; el papa fue reconocido como la autoridad máxima a la que debían someterse los poderes temporales. De este modo, la jerarquía eclesiástica de Roma se constituyó en el factor aglutinante de las monarquías occidentales. 

La cultura, el arte, la ciencia y las letras fueron patrimonio eclesiástico. En los monasterios, los monjes realizaron un esforzado trabajo de recopilación de los textos clásicos y de los escritos teológicos de los padres de la iglesia. 

Es San Agustín (Aurelio Agustín: 354-430)quien diferencia al hombre anterior a la caída y el hombre medieval.

La diferencia crucial entre el hombre anterior a la caída y el hombre medieval es que el hombre anterior a la caída es una criatura "concupiscente y mortal", pero a la que Dios ha hecho don de la gracia, que es un "don sobreañadido" (donum superadditum). Este don no forma parte de la naturaleza humana en tanto que tal, y depende del acto mismo del Creador. Le permitiría escapar del pecado y de la muerte. El pecado de Adán le retiró ese don de la gracia, y se convirtió en lo que era por naturaleza, es decir, en "concupiscente y mortal". Más aún, la culpabilidad se extendería a toda su descendencia, y todos compartirían su falta, ya que habrían pecado en él. El hombre habría pues cometido un pecado original alzándose contra el orden establecido por Dios, un acto, una falta: "peccatum actuale". Este pecado se habría hecho hereditario y se convertiría en un estado: "peccatum habituale", el de la esclavitud del hombre con respecto a la concupiscencia y la muerte. Se pasa de la eternidad al tiempo. El hombre está destinado a la muerte, porque el hombre ya no es el verdadero hombre (el anterior a la caída). Entonces, para que el hombre medieval tenga salvación necesita de la Gracia, necesita de la Divinidad. Esa relación vital entre el hombre y la Divinidad no cambia sino hasta el Renacimiento. 

El Renacimiento significó un movimiento cultural de los siglos XV y XVI, iniciado en Italia y propagado por Europa, que terminó dando nombre a un período de la civilización occidental caracterizado por la vuelta a la antigüedad clásica como reacción contra la mentalidad teológica medieval.

En cuanto a las características generales de dicho período podemos citar la desvinculación del arte del monopolio cultura de la iglesia. También en este período el arte se inspira en el legado artístico grecorromano de "renacer" y las obras toman como referencia al ser humano. El canon de belleza se ajusta a la belleza humana.

· "En el pasado (…) estaba mezclado a un gran río, nunca estaba separado, con una vida propia; pero me miré a un espejo y decidí ser libre. La única ventaja de esta libertad fue descubrir que tenía un cuerpo y que, durante determinada cantidad de años, debía alimentar y vestir ese cuerpo. Y luego, todo habrá acabado." 

(V. S. Naipul)

Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del mismo no pueden desligarse de un contexto, de un estado social determinado, de una visión del mundo y, dentro de ésta última, de una definición de la persona. El cuerpo, sostiene David Le Breton, "es una construcción simbólica, no una realidad en sí misma" En Occidente la concepción del cuerpo está ligada a la posesión, no a la identidad, al ser. "Mi cuerpo", que nació de la emergencia y el desarrollo del individualismo en las sociedades occidentales en el Renacimiento, convierte al cuerpo en el envase del sujeto, el lugar de sus límites y de su libertad. 

Le Breton realiza una comparación para poder diferenciar otro tipo de concepción del cuerpo, para lo cual debemos, al menos momentáneamente, librarnos de la concepción moderna y occidental que nos acorrala. Para los conacos el cuerpo participa por completo de una naturaleza que, al mismo tiempo, lo asimila y lo cubre. El vínculo que existe entre el cuerpo y lo natural no es metafórico, sino una "identidad de sustancia”, ese vínculo es solidario. Cada sujeto existe solamente por su relación con los demás, el hombre es sólo un reflejo, obtiene se existencia a partir de su relación con los demás. La noción individual occidental de persona como unidad, no existe entre los conacos. Por lo tanto, el cuerpo, como nosotros lo entendemos, tampoco existe. El cuerpo no es una frontera, no limita la libertad, sino que es un elemento imposible de separar de un conjunto simbólico. 

"El cuerpo grotesco no tiene una demarcación respecto del mundo, no está encerrado, terminado, ni listo, sino que se excede a sí mismo, atraviesa sus propios límites. El acento está puesto en las partes del cuerpo en que éste está, o bien abierto al mundo exterior, o bien en el mundo, es decir, en los orificios, en las protuberancias, en todas las ramificaciones y excrecencias: bocas abiertas, órganos genitales, senos, falos, vientres, narices." (Mijail Bajtín) 

Volviendo a la Edad Media, podemos tomar como punto de partida el Siglo XV y la fiesta popular medieval. En el Carnaval, en el fervor de la calle y de la plaza pública es imposible apartarse, cada hombre participa de la efusión colectiva, de la barahúnda confusa que se burla de los usos y de las cosas de la religión. El Carnaval como un Intervallum mundi, una apertura de un tiempo diferente en el tiempo de los hombres y de las sociedades en las que se vive. Los principios más sagrados no se toman enserio, las risas y las parodias estallan por todos los lugares, la burla es constante. El Carnaval tiene como regla la trasgresión, lleva a los hombres a una liberación de las pulsiones habitualmente reprimidas. 

Por el contrario, las fiestas oficiales instituidas por las capas sociales altas están basadas en la separación, jerarquizan a los sujetos, consagran los valores religiosos y sociales y, de este modo, afirman el germen de la individualización de los hombres. La retirada progresiva de la risa y de las tradiciones en la plaza pública marca la llegada del cuerpo moderno como instancia separada, como marca de distinción entre un hombre y otro. El carnaval absuelve y confunde; la fiesta oficial fija y distingue. El cuerpo medieval no se distingue del hombre, como sucederá con el cuerpo en la modernidad, entendido como factor de individuación.

Estas

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