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Hegel y la música del romanticismo


Enviado por   •  18 de Enero de 2021  •  Ensayos  •  4.455 Palabras (18 Páginas)  •  80 Visitas

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Las masivas producciones artísticas del nuevo mundo moderno sitúan al espectador y al receptor del arte en un constante interés por comprender las temáticas y los estilos en los cuales se ve sumergido las nuevas reproducciones artísticas. La tendencia por conocer cómo se clasifica el arte en la contemporaneidad aún no se ha tratado como algo nuevo, se toma lo viejo para estudiar lo nuevo y se deja a un lado el cómo se reproduce el arte en las nuevas épocas, cegando al individuo solo a las concepciones clásicas.

Uno de los ejemplos que ayudará a estudiar e investigar estos procesos, es el surgimiento de la música, que a lo largo de la historia se ha visto estrechamente ligada al contexto social en el que surge.  Recientemente se han incrementado las investigaciones sobre la historia de la música, proceso que se ha configurado en forma de congresos y jornadas dedicadas a alguna vertiente de esta temática. Si bien estos eventos son bastante frecuentes, la mayor parte de lo allí producido en general impacta solo al interior de los círculos académicos. Partiendo de esto, esta investigación tomará como categoría conductora la noción hegeliana de Certeza Sensible, para a partir de ella lograr una crítica posible a cómo es tomada la música en la modernidad. Principalmente, se situará la crítica de Hegel de la certeza sensible, en un contexto histórico sucumbido por nuevos cambios, que de manera directa influenciaron las reproducciones artísticas de la época.

El surgimiento de la era industrial; la transición entre la edad moderna y contemporánea; y las nuevas revoluciones en el s. XVIII, hicieron que el hombre intentará encontrarle sentido a la transición de la nueva época a través de la exaltación de las emociones y los sentimientos, sin embargo, para Hegel, este acercamiento a la emocionalidad no estaba tan certero como aparentaba estarlo, debido a que estas nuevas teorías se vieron sumergidas en una añoranza que no les permitió adaptarse al surgimiento de las nuevas épocas. Esta crítica se puede observar en la Fenomenología del Espíritu de Hegel, para él, el espíritu, por lo tanto, el hombre, y su entorno, está en constante movimiento:

“No es difícil ver, por lo demás, que nuestro tiempo es un tiempo de parto y de transición hacia un periodo nuevo. El espíritu ha roto con el mundo anterior de su existencia y de sus representaciones, y está a punto de arrojarlo para que se hunda en el pasado, está en el trabajo de reconfigurarse. Cierto que él nunca está en calma, sino que está prendido en un permanente movimiento hacia delante”.[1]

El pensamiento hegeliano sobre la música aparece en el marco general del pensamiento idealista de la Alemania de principios del siglo XIX, pensamiento impregnado de un carácter metafísico en la consideración de la estética. El fundamento de esta estética de "contenido" es el arte como autoexpresión o automanifestación, plena de significado, de un espíritu concebido como esencia y aliento de la realidad en general. El arte recibe la acción vivificadora de éste y adquiere entonces la preponderante misión de revelar, de una manera diferente en cualquier caso al de la filosofía, de una forma inmediata, la esencia de la realidad.

Es importante también subrayar la necesidad, inherente al desarrollo del pensamiento desde la Modernidad, de una consideración del fenómeno artístico que reivindicaba un profundo tratamiento filosófico. A ese camino que condujo a tal consideración metafísica del arte corresponde la necesidad (sólo aparentemente metodológica) de un sistema de las artes, que ya teóricos y filósofos precedentes comenzado por ser una discusión respecto a la primacía de un arte individual sobre el otro[2], o una pregunta por los límites de las artes entre sí[3], pregunta que fue evolucionando en la forma de la búsqueda de un sentido de un arte individual en relación a otra, acabó por engranar una organización del arte y sus manifestaciones en un sistema cuya última fundamentación residía en su cercanía con un concepto de lo absoluto o, lo que es lo mismo, con el grado de manifestación o revelación de este absoluto que proporcionaba. Así, la diversidad de las artes adquiría en su multiplicidad una raíz común que daba un sentido último también a cada una de ellas. Este principio de la sistematización de las artes representaba, en definitiva, la consideración en el campo de la estética de la relación entre lo uno y lo múltiple. Una consideración en sí altamente especulativa que comportaba, sin embargo, la necesidad de la detallada descripción de sus manifestaciones, pues la cuestión de la esencia del arte (que es lo que en definitiva se planteaba) no podía permanecer independiente de cómo esta esencia se hacía objetiva, ya que de lo que se trataba era de la transformación espiritual de lo objetivo. Por ello debía ser el principio del arte el que llevara en su concepto el principio mismo de su desarrollo fenoménico, debiendo por tanto dar cuenta de ello. Este planteamiento no sólo va a enriquecer el campo del arte, sino que va a ir modificando la propia perspectiva de la filosofía. Por una parte, la objetividad que representa la obra de arte cobra un significado que remite el pensamiento al ser mismo de la belleza. Por otra, si el arte es una aparición objetiva e individual del espíritu, toda reflexión sobre el arte lleva ahora una carga decisiva de reflexión sobre la naturaleza, sobre lo exterior, sobre lo que es transformado en espíritu. Pero la obra de arte es además una obra humana, un producto del espíritu humano, lo cual implica una consideración nueva y atenta de la subjetividad, de la actividad creadora y de todas las facultades en ello implicadas. Esto supone la meditación del hombre, de la persona humana como ser que expresa en la creación libre bella un fundamento de sí mismo, fundamento que sólo alcanza una última explicación en la consideración del hombre capaz de hacer arte en profunda unión con la consideración del hombre capaz de pensar y preguntarse por su ser en el mundo. En este contexto general, el pensamiento de Hegel sobre la música representa una aportación sumamente incisiva no solamente respecto a la esencia de la música (pese a su deficiente formación específicamente musical, y pese al problema que se plantea en la actualidad respecto a las fuentes de sus aserciones sobre música[4]), sino también, y sobre todo, respecto a la consideración de la posibilidad efectiva de la identidad del absoluto. Y la problemática de esta identidad reside en la formulación originaria de las condiciones para su plena autoconstitución.

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