John Dewey
ely04269 de Diciembre de 2014
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1. Introducción.
A partir de las transformaciones sociales de fines del siglo XIX y principios del XX, se
fueron generando los grandes desarrollos del pensamiento educativo moderno. En esas
fechas surgió un movimiento con tendencia renovadora al que se adhirieron muchas
innovaciones pedagógicas. Este movimiento se conoce con el nombre de “Educación
Nueva”. Se le relacionan muchos educadores e investigadores como María Montessori,
Célestin Freinet, Alfred Binet, Eduardo Claparede, John Dewey, etc.
Esta vanguardia se inició proclamando una ruptura con la pedagogía tradicional,
especialmente con el método de enseñanza.
A continuación presentaremos la vida e ideas de Dewey, ya que se le considera uno de
los máximos exponentes de esta tendencia y a través de él, se hace posible conocerla.
2. John Dewey, su vida[1]
Nació en Burlington, Vermont, en los Estados Unidos, el 20 de octubre de 1859.
Realizó hasta los estudios universitarios en su estado natal. Enseñó en una escuela
secundaria durante dos años y en una escuela rural durante otro. En el año de 1884
inició su doctorado en Filosofía en la Universidad Johns Hopkins; al terminarlo
desempeñó el cargo de “instructor” en Filosofía en la Universidad de Michigan en
donde se vio influenciado por la Filosofía de Hegel y la Psicología de William James
(Fadiman, 1983), que ahí se manejaba ampliamente. Permaneció en dicha universidad
como profesor titular hasta 1894, cuando fue nombrado profesor de la Universidad de
Chicago.
En ese lugar realizó las experiencias que le rindieron mayores frutos y que han tenido
gran trascendencia en la educación actual. En primer lugar, creó en 1985 la “escuela
primaria universitaria” en donde pudo experimentar y comprobar sus ideas
pedagógicas y que puede considerarse el inicio del movimiento llamado “educación
nueva”. Debido a discrepancias con el rector de esta Universidad, renunció a su cargo
docente y fue nombrado profesor en la Universidad de Columbia (Nueva York) en
donde permaneció hasta su jubilación. Falleció a los 93 años de edad en 1952.
Dewey puede ser considerado uno de los pocos pedagogos que ha tenido una
experiencia de valor extraordinario. Se le ha nombrado como el representante de la
Filosofía Pragmática, que él denomina Instrumental, y de la concepción democrática;
sus ideas han recorrido de tal forma el mundo, que puede considerarse el pedagogo
más influyente de la concepción llamada “escuela activa”. Para este filósofo la
educación debe tener como fin aumentar la capacidad vital del alumno; en general, no
debe tener fines trascendentales, no sirve para la vida adulta, futura, sino para la vida
actual, para que la vaya haciendo más rica y fructífera.
ODISEO. REVISTA ELECTRÓNICA DE PEDAGOGÍA. MÉXICO. AÑO 5, NÚM. 9. JULIO-DICIEMBRE 2007. ISSN 1870-1477
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DORANTES, C. Y MATUS, G. LA EDUCACIÓN NUEVA: LA POSTURA DE JOHN DEWEY
Este autor propone a la escuela como una minicomunidad, o más propiamente, una
comunidad miniatura, en la que el niño vive más que aprende, ya que no prepara para
la vida, sino que es la vida misma, solo que se ha seleccionado y depurado. La escuela
debe ser capaz de conservar la esencia de la vida en comunidad que el niño tiene fuera
de ella y sobre esa vida crear sus métodos. Estos deben ser principalmente activos,
emerger del ambiente diario y tener un carácter lo más espontáneo posible. Por medio
de las actividades manuales se permite la reproducción por parte de la escuela de las
manifestaciones esenciales de los individuos y se logra que las personas se puedan
incorporar a la vida social. A pesar de que las materias de enseñanza son el resultado
de una evolución social, histórica, no se debe permitir que se alejen de la vida diaria,
deben estar animadas por ella. Su materia de conocimiento no debe subordinarse a
razones teóricas abstractas, sino que debe estar al servicio de la vida.
Las obras de Dewey son muy numerosas, las más importantes son: “Mi credo
pedagógico” de 1897; “La escuela y la sociedad” de 1900; “La escuela y el niño” de 1906;
“Las escuelas del mañana” de 1913; Democracia y educación” de 1917; “La ciencia de
la educación” de 1929; “Experiencia y educación” de 1932 y “La educación de hoy” de 1949.
3. El niño y la escuela
Para Dewey los factores fundamentales de la educación son dos: por un lado un ser no
desarrollado, no maduro y, por el otro, ciertos fines sociales, ideas, valores que se
manejan a través de la experiencia madura del adulto. El proceso adecuado de la
educación consiste en la interacción de estas dos fuerzas. La esencia de la teoría
educativa se encuentra en la concepción de cada una de ellas en relación con lo otra,
para facilitar su completa y libre interacción. (Dewey, 1959).
El niño vive en un mundo que se puede considerar estrecho, tiene pocos contactos
personales, las cosas llegan difícilmente a su experiencia a menos que afecten íntima o
directamente a sus familiares o amigos. Su mundo está constituido por personas con
intereses propios más que por hechos y leyes naturales. Frente a todo esto, surge el
problema del programa de estudios escolar, que le presenta al niño material que se
extiende indefinidamente tanto en el tiempo como en el espacio. Se arranca al niño de
su ambiente familiar y es llevado al ancho mundo, a los límites del sistema solar. Su
pequeño espacio de memoria y tradición personales es cambiado por toda la historia de
los pueblos. (Abbagnanno, 1975).
La vida del niño no está dividida, pasa de un asunto a otro; no se da cuenta de esa
transición, ni del intervalo pasado. Así, las cosas que lo ocupan son mantenidas unidas
por los intereses personales y sociales que lleva consigo. Todo lo que contiene su
espíritu constituye su universo, éste es fluido y fluyente, su contenido se está
disolviendo y construyéndose con gran rapidez. Sin embargo, cuando va a la escuela,
las diversas materias de estudio dividen y fraccionan el mundo, cada área es una
división y así se puede ir indefinidamente. También, cada una de las materias se
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clasifica en la escuela, los hechos se organizan con referencia a un principio general,
esto no es asunto de la experiencia del niño, en él las cosas no llegan a recibir un
encasillamiento (Frankena, 1968). La mente del adulto se encuentra muy
familiarizada con esta actividad, tanto, que no se puede realizar correctamente el
trabajo de separación y reforma que los hechos de la experiencia directa han de sufrir
para presentarlos como asignatura o materia de estudio y referirlos a la propia
materia del educando. Esto supondría hábitos intelectuales muy desarrollados y el
dominio de una técnica definida y del mecanismo de la investigación científica. Las
materias de estudio clasificadas por los adultos, no son producto de la experiencia del
niño, sino de la ciencia de los siglos.
Así, Dewey menciona que podría ampliar indefinidamente estas observaciones de las
desviaciones y diferencias entre el niño y la escuela, pero que puede sintetizarlas de la
siguiente manera:
“...primero, el mundo restringido pero personal del niño, frente al mundo impersonal,
pero infinitamente extenso del espacio y el tiempo; segundo, la unidad, la pureza y
completa afectividad de la vida del niño y las especializaciones y divisiones del
programa escolar; y, tercero, un principio abstracto de clasificación y ordenación
lógicas y los lazos prácticos y emotivos de la vida infantil”. (Luzuriaga, 1968).
Todo esto nos muestra la opinión de Dewey con respecto a la forma de interacción
entre el niño y la escuela.
4. Las materias de enseñanza
Para Dewey lo primero que se debe hacer al enfrentarse con la educación, es librarse
de la idea de que existe una separación entre el niño y las materias de enseñanza.
Desde la perspectiva infantil, debemos ver la forma en que su experiencia contiene
elementos de la misma naturaleza que la materia de estudio y que contiene, asimismo,
las actitudes, los motivos y los intereses que han realizado el desarrollo y organización
de las materias hasta el punto que ocupan actualmente (Dewey, 1978). Por el lado de
las materias, debemos interpretarlas como las manifestaciones de fuerza que actúan
en la vida del niño. Hay que descubrir los procesos que intervienen entre la
experiencia y la madurez del individuo.
Dewey menciona que se debe dejar de pensar en las materias de estudio como algo
rígido y ya elaborado por sí mismo, fuera del niño. Se deben ver como algo que fluye,
vital y así se comprenderá que el niño y el programa son solamente dos límites que
definen un solo proceso. La instrucción no es más que una continua reconstrucción
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