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LITERATURA FRANCESA SIGLO XVI

Aitor & Sara Rodríguez Cuñado Santos LlamazaresTrabajo5 de Febrero de 2018

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Asignatura: FUENTES CULTURALES DE LA LITERATURA FRANCESA DE      S. XVI-XVII.

UN SIGLO INNOVADOR

El siglo XVI constituye un momento de gran importancia para la creación de la teoría literaria francesa moderna. A lo largo del siglo aparecen muchas de las tendencias críticas que predominarán hasta el siglo XIX.

Dos movimientos fundamentales configuran la teoría literaria francesa del XVI: el humanismo y el nacionalismo. Ambos aparecen en muchos casos vinculados, ya que el contacto con Italia introduce el humanismo y aviva las tendencias nacionalistas.

  • En el siglo XVI se instaura un nuevo humanismo (de influencia italiana): se toma como inicio de esta nueva tendencia la fecha de 1494 con la invasión de Italia por Carlos VIII.

  • La emulación de los clásicos nos lleva al segundo rasgo característico de esta época: el nacionalismo, el sentimiento nacional es avivado por la Guerra de los Cien Años.

Se revindica la memoria de los galos. Se exalta a la lengua francesa para disipar su complejo de inferioridad frente a las lenguas clásicas.

La defensa de las lenguas vernáculas no era una novedad en el siglo XVI, en Francia, las declaraciones a favor del empleo de la lengua materna se multiplican a lo largo del siglo.

Todas estas defensas y exaltaciones de la lengua nacional constituyen el telón de fondo sobre el que se construirá la Défense et Illustration de la langue française (Defensa e Ilustración de la lengua francesa, 1549) de Du Bellay.

La tradición narrativa vive durante toda la Edad Media. Las novelas y los cuentos eran menos numerosos en el siglo XVI, no porque faltasen lectores, sino porque escaseaban los autores. Sin embargo, las obras maestras de este género figuran entre los primeros libros impresos en Francia. Los humanistas leen especialmente a Boccaccio cuyo Decamerón se traduce al francés en 1545.

Caracteriza a todas estas obras, como a las de la Edad Media francesa, el interés que se centra en el relato a expensas de los personajes. El ritmo de estos relatos tiene más importancia que la profundidad de las ideas y los matices de los caracteres.

Predominan los personajes ridículos, volubles e irresponsables que son víctimas de alguna burla en el momento en que querían ellos burlar al prójimo. Esta clase de cuentos tendrá todavía éxito a lo largo del siglo XVI.

LA PROSA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVI

Rabelais:

Rabelais es el gran escritor francés de la primera mitad del siglo XVI. Como muchos contemporáneos, Rabelais cree vivir, en los años treinta, un momento privilegiado. No llegará a conocer los tiempos difíciles de las guerras de religión y, sin embargo, su pensamiento pierde algo de su optimismo a partir de su tercer libro.

Su saga pantagruélica destaca por su belleza y diversidad. En ella se tratan los principales temas del momento sin renunciar nunca a su carácter cómico y paródico, Rabelais quiso hacer ante todo una obra divertida.

François Rabelais es un humanista y un hombre del Renacimiento, pero no hay que olvidar los numerosos elementos de la literatura de la baja Edad Media que incorpora a su obra. Su creación está en constante tensión entre lo “viejo” y lo “nuevo”, entre la cultura medieval y la cultura grecolatina.

La vida de sus dos gigantes Pantagruel y Gargantúa, se desarrolla según el modelo de los cantares de gesta tardíos, narrándonos su nacimiento, sus infancias y sus mocedades, sus proezas, que consiguen la liberación de su país y el restablecimiento de la justicia.

El teatro medieval, serio o cómico, pervive con fuerza durante la primera mitad del siglo XVI, Rabelais parece haber sido un gran aficionado a este teatro.

Sabemos muy poco de la vida de Rabelais, ignoramos la fecha de su nacimiento. No sabemos, pues, qué edad tenía cuando publicó su primera obra.

La fecha más aceptada hoy sitúa su nacimiento en 1483.

Es oriundo de Chinon o de sus alrededores, es decir, de la Turena.

Entró en un convento franciscano para más tarde pasar a la orden de los benedictinos.

Un buen día cuelga los hábitos y se inscribe en la facultad de medicina de Montpellier. Una vez médico trabaja en el hospital de Lyon. Sorprendentemente, publica un libro muy alejado de lo que parecían ser sus aficiones humanistas, el Pantagruel (“Los horripilantes y portentosos hechos y proezas del celebérrimo Pantagruel, rey de los dipsodas, hijo del gran Gargantúa”), apareció hacia el año 1532 y firmado por el autor con un seudónimo, tal vez por el temor a empañar la reputación de humanista erudito que le proporcionaban sus tratados de latín.

El Pantagruel tuvo un enorme éxito. Unos dos años después publica el Gargantúa.

Entre una obra y otra, ha logrado el sueño de todo humanista: ha viajado a Roma en el séquito de Jean du Bellay. Rabelais muere en París.

La obra de Rabelais es también una epopeya renacentista paródica, género surgido en Italia unas décadas antes. Además de este doble esquema épico (medieval y clásico), están presentes los principales géneros del momento: la parodia de los juicios, de las discusiones o disputas universitarias, los apólogos picantes, los chistes marrones, los novelistas de origen italiano y hasta los relatos de viajes fantásticos. En el mundo serio de la epopeya, Rabelais inserta los elementos cómicos propios de la sátira y sobre todo del teatro de su época.

La parodia del esquema épico queda eclipsada en los capítulos 6-22, en los que se plantea esencialmente el tema del lenguaje: deformación pedante del habla natural, poliglotismo que crea una nueva torre de Babel, dificultad y oscuridad del lenguaje jurídico, significación múltiple y ambigüedad del lenguaje por signos etc.

La gestación y nacimiento de Gargantúa son prodigiosos, lo que permite recordar los extraños alumbramientos de la antigüedad.

Rabelais ensaya en esta obra otros lenguajes: recurre a los enigmas, a las largas enumeraciones, refranes y giros anquilosados.

El Gargantúa es una obra dirigida principalmente a los cortesanos, mientras que el primer Pantagruel presenta un carácter más provinciano.

Las críticas de su obra se dividen en dos grupos, los que consideran que  Rabelais nos ha dejado una obra esencialmente cómica y los que consideran que tras la apariencia jocosa de su obra, Rabelais quiere transmitir un pensamiento serio: evangelista, ateo, populista etc.

La diversidad de interpretaciones ha acompañado a la obra de Rabelais a lo largo de su historia. En el siglo XX se le considera uno de los grandes escritores franceses.

A esta misma tradición narrativa pertenecen otros cuentistas, algunos de los cuales inspiraron  a Rabelais. Bonaventure des Périers(1510-1544), amigo de Rabelais y de Marot, publica en 1538 el Cymbalum mundi (Carrillón del mundo). Después de su muerte se publicaron sus Nouvelles  récréations et joyeux devis (Nuevas recreaciones y alegres pláticas), serie de cuentos que recuerdan mucho las fabliaux de la Edad Media.

Noël du Fail (1520-1591), siempre tuvo amor al campo, como se desprende de sus Propos rustiques (Conversaciones rústicas, 1547), cuentos en los que se mezclan las imitaciones de Rabelais, y conversaciones de campesinos tomadas al natural. En las Baliverneries (Chanzas, 1548), y en los Contes et discours d´Eutrapel (Cuentos y discursos de Eutrapelio, 1585), describe unos personajes cómicos  tradicionales en el siglo XVI.

LA PROSA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVI

A la hora de considerar las obras en prosa de la primera parte del siglo XVI, los historiadores de la literatura se enfrentan a una diversidad ingente de textos, muchos de ellos difíciles de encasillar en un género o subgénero determinados. Se dividen habitualmente a partir de criterios formales o temáticos, o de ambas clases.

Para facilitar su estudio, se suele distinguir entre: novela, novela corta (nouvelle), ensayo o comentario, discurso, crónica y memorias.

Mientras los humanistas de la primera generación escribían sus obras en latín, la literatura destinada a un mayor número de lectores se desarrolla en lengua vulgar, cada vez más refinada y perfecta.

La novela en sí no adquiere todavía identidad propia. La obra de Rabelais no crea escuela: sigue explotando el gusto del público por la ficción narrativa y ésta solo hallará su manifestación más brillante con la novela corta.

Entre 1500 y 1550 no se observa en la producción novelesca ningún indicio de renovación .Gracias a la imprenta, se siguen difundiendo obras medievales, cantares de gesta como el Fierabrás, editado como novela desde 1478; novelas de temática bretona como Huon de Bordeaux, Melusina; novelas del ciclo artúrico como Lancelot, El caballero del león, el Tristán , con dos versiones en prosa (1525 y 1554) y el tan conocido Libro de la rosa (Roman de la rose), que conoce cerca de cuarenta reediciones, una de ellas, la de 1429, atribuida a Clément Marot.

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