La Convivencia Humana

LA CONVIVENCIA HUMANA

Introducción

Pudiera pensarse que con todos los recursos de los cuales puede echar mano el hombre, como el raciocinio o recorrer los vastos paisajes por el mundo o crear cosas o practicar cualquier actividad o disciplina, para poder “entretenerse” y sobrellevar la vida en soledad, la realidad nos muestra una respuesta opuesta a lo que suponíamos al principio. Por alguna razón, la convivencia o al menos la coexistencia con otros seres humanos juega un papel preponderante en nuestras vidas. Ellos, los otros, constituyen en gran medida la fuente de un sinnúmero de emociones: placer, dolor, como también de momentos de satisfacción y frustración y fracaso. Con todo esto, no es novedad que destinemos una gran parte del tiempo y de la vida misma interactuando con otros, pensando en otros, procurando entenderlos y formularnos algunas teorías rudimentarias que nos permitan predecir su conducta en el futuro.

Y es precisamente en éste basto terreno, el de la convivencia o la relación entre los individuos que la filosofía social encuentra su campo de acción. Abordaremos en este ensayo las formas en las que se da la convivencia incluyendo el de la coexistencia.

Desarrollo

A diferencia de otros animales, al hombre no le dictan sus impulsos e instintos aquello que ha de hacer y, a diferencia del hombre de épocas pasadas, tampoco le prescriben las tradiciones y los valores tradicionales aquello que debe hacer (Frankl, 1992).

El hombre vive en sociedad. Esto significa que la interacción con otras personas es inevitable, que en este incesante ir y venir se construyan diferentes tipos de convivencia: con la familia, en el colegio, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, en el transporte público, en un supermercado, en la calle; y cada una posee pensamientos propios, comportamientos, intenciones, actitudes, motivaciones y también creencias.

Parafraseando un poco a Maslow (Maslow, 1943) se reconocen dos necesidades sociales básicas: la necesidad de una relación íntima y estrecha con un padre o un cónyuge y la necesidad de sentirse parte de una comunidad cercana e interesada por él. Los seres humanos son fundamentalmente animales grupales y alcanza su bienestar cuando el ambiente es armónico y en compañía de otros.

Esta vida en compañía de otros, a lo que se le llama vida social, genera pues relaciones sociales y esto hace necesario que se establezcan reglas que condicionen a todos los actores; ésas reglas deben ser parejas, es decir equitativas y recíprocas con el fin de mantener un equilibrio, abonando al bien común. Entonces ¿qué implica ésta convivencia? Pues identificar la forma en la que se da, en la que como seres individuales participamos en grupo y cómo esos grupos influyen en nuestro comportamiento y nuestras acciones.

El Diccionario de la Real Academia Española indica que convivencia – procedente del latín convivere – significa "acción de convivir", definiendo convivir a su vez como "vivir en compañía de otro u otros, cohabitar" y para el término castellano de coexistencia la definición del Diccionario es "existir varias cosas al mismo tiempo" o "existir una persona o cosa a la vez que otras”.

Entonces, está claro que existe una marcada diferencia entre convivencia y coexistencia y aunque las dos se dan en el mismo espacio existen ciertas condiciones que las vuelven diferentes pues la coexistencia señala una mera coincidencia en el tiempo y espacio, como si no hubiera opción y generalmente es en forma negativa, mientras que la convivencia requiere ya una interacción y por supuesto que debe ser armoniosa y plagada de situaciones positivas.

A partir de ahí, las relaciones entre personas describen dos tipos de comportamiento: las relaciones pasivas y las relaciones activas. En las relaciones pasivas, las personas no aceptan totalmente las diferencias o los puntos de vista de los otros sin embargo deciden sobrellevarlas, o sea, se aplica una máxima que es la tolerancia, pero a veces una persona puede llegar a tener más poder que la otra y ahí hay una distribución desigual del mismo y aunque el ambiente es más o menos tranquilo, esa desigualdad no permite que los problemas sean resueltos a satisfacción de ambas partes; mientras que en las relaciones activas hay reconocimiento, aceptación y sobre todo respeto por las diferencias y se basan en igualdad, justicia, etc. A esas relaciones se les debe intervenir a través del Derecho pero ¿por qué a él? Porque se considera que el derecho es “un conjunto de normas obligatorias que determinan las relaciones de los hombres con sus semejantes, con más sencillez, el Derecho puede definirse como: la regla de conducta social obligatoria siendo su objeto esencial la disciplina colectiva” (González, 1992).

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