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La dimensión ético-política de la convivencia humana


Enviado por   •  29 de Octubre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  15.732 Palabras (63 Páginas)  •  129 Visitas

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GRUPO: 3

La dimensión ético-política de la convivencia humana

La convivencia humana La condición biológica de los seres humanos nos habla de su forzosa relación con los otros. Pero la presencia activa de los otros no sólo se limita a los primeros años de vida y se prolonga en un período de preparación para la vida adulta, sino que toda la existencia humana se desarrolla en y través de la convivencia social. Resulta entonces que la existencia humana siempre es un vivir con, una vida compartida con otros, incluso aunque se pretenda vivir en solitario, en el aislamiento, como un Robinson Crusoe. 3 El cuerpo humano se hace humano en la convivencia, con su inclusión en una vida con otros, en común –comunitaria–, imbuido de las significaciones expresadas en el lenguaje, partícipe de una vida que sólo por ser significativa es humana, a la vez que esa significatividad se produce y reproduce en las interacciones sociales, en las diversas formas de comunicación (de poner en común). Pero la convivencia humana simultáneamente arraiga en profundidad y se pierde de vista cuando el grupo se amplía y se complejiza, generándose una red de interdependencias mutuas entre sus miembros. Se ha vinculado el “ensanchamiento de la visión a largo plazo” con este aumento de la complejidad de la convivencia. El lapso de tiempo entre el primer paso hacia una objetivo y el lapso con que se llega al objetivo se hizo más largo, y los pasos intermedios, más numerosos. Este tiempo todavía era breve en los pequeños grupos humanos en los que los adultos podían y tenían que realizar ellos mismos –y generalmente juntos– todas las actividades necesarias para satisfacer necesidades en la forma habitual en su sociedad, y en los que estos adultos dominaban todos los oficios, ya se tratara de trabajar piedras y huesos, encontrar alimentos, construir algo que protegiera contra el viento o producir y conservar el fuego con piedras y maderas. Poco a poco ese período de tiempo se fue prolongando. El instrumental se adecuó más a los objetivos; aumentó el número de herramientas especializadas y también se multiplicaron los oficios (...) Y en el transcurso de ese proceso, cada vez más personas quedaron sujetas por las invisibles cadenas de una creciente dependencia mutua. Cada uno actuaba como un miembro, como un especialista encargado de una tarea particular bien delimitada; estaba implicado en una red de acciones en la cual entre el primer paso entre un objetivo social y la consecución de ese objetivo estaba incluido un creciente número de funciones especiales y de personas capaces de realizarla. Y, a partir de un determinado nivel de la división de funciones, aumentó también el número de funciones de coordinación especiales necesarias para mantener en funcionamiento la interacción de un creciente número de actividades especializadas. A medida que las cadenas de acciones se hicieron más numerosas, se hicieron también menos perceptibles para los individuos entretejidos en esa red de interdependencias tanto por sus necesidades como por sus capacidades; y, finalmente, se hizo cada vez más difícil distinguir qué era el medio y qué era el fin. 4 En relación con las “funciones de coordinación” que dieran continuidad en el tiempo a la convivencia, en diversos lugares y momentos históricos, se han visualizado diferentes ideales y planteado diversos obstáculos y peligros. Puede decirse que cada sociedad problematiza a su modo la cohabitación en la ciudad ( polis ), en tanto que las repuestas dadas a esas problematizaciones conforman prescripciones de distinta índole (no sólo en cuanto a su contenido sino también con respecto al modo de coaccionar). Cuando se trata de llevar adelante la convivencia, entonces parece que siempre se impone alguna clase de normatividad a los comportamientos, que además de apuntalar privilegios, se establece por sobre las relaciones sociales, con sus tensiones y conflictos, estabilizándolas en ciertas modalidades. Tal vez sea universal la presencia de normatividad en las sociedades, pero cada sociedad histórica se observan sus particulares problematizaciones de las relaciones sociales. 2. El ethos El término “moral” proviene del latín mores ; y “ética”, del griego ethos . Ambos remiten etimológicamente a “usos y costumbres”. Pero también coinciden en connotar la idea de “residencia”; y en este sentido, del latín proviene nuestra palabra “morada”. En su uso actual, el vocablo ethos habla de la residencia, de la morada, ese lugar donde se vive conviviendo con personas que siguen en sus comportamientos los usos y las costumbres comunes. Para los miembros de un ethos , sus usos y costumbres tienen sentido y orientan sus vidas. Por consiguiente, en los comportamientos del grupo social se observan (en el sentido de percibir y también de guardar y cumplir) las significaciones que conforman el ethos , ya que están incorporadas en los comportamientos habituales de sus miembros. En este sentido, son universales de un ethos : están presentes en sus miembros, y todos quedan abarcados por ellos, aun los díscolos y extravagantes. Quienes se han formado en un ethos modelan regularmente (por regla general) sus conductas en los usos y costumbres a los que están precisamente habituados por ser oriundos de ese ethos . Las expectativas recíprocas de comportamiento surgen de esas regularidades y son un factor básico para una convivencia más o menos armoniosa: permiten decidir cuál es la actuación beneficiosa (por adecuada) en las distintas interacciones, sabiendo qué es lo que se espera de uno y qué se puede esperar de los demás. Podría hacerse una analogía entre la pertenencia a un ethos y la capacidad de seguir las reglas del juego social: pertenece quien puede participar, quien es un jugador –posee el “sentido práctico”, 5 es capaz de “seguir una regla”– 6 de un juego compartido, que se juega entonces sin necesidad de especificar las modalidades del juego. Por el contrario, las reglas están dadas, ya están establecidas. Y lo están de tal manera que incorporadas en los cuerpos, a través del proceso de socialización, operan desde los cuerpos. Más aún, ellos son lo que son, tienen una identidad, por haber sido formado en ese ethos y participar de él. 7 Con el término ethos se significa entonces la “vivienda”, la “morada”, el “lugar donde se habita”, y también la manera de ser y el modo de conducirse de sus miembros. Como lugar donde las personas están como “en casa”, el ethos alberga , cobija , y también identifica , brinda una identidad. Las maneras de ser y los modos de comportarse de los participantes de un ethos responden a la posición que se ocupa en el espacio social y al papel socialmente atribuido para desempeñar en las diversas circunstancias de la vida cotidiana. Cada personaje escenifica su parte en el guión acostumbrado, conforme a su posición y su papel. En cada interacción, los actores se dan pié mutuamente para jugar los juegos sociales, reproduciendo un orden que los usos y costumbres articulan objetivamente en un mundo de significados compartidos. Este orden subsume las formas particulares de comportarse convenientemente, correctamente. El acatamiento de los usos y costumbres, el “estar en regla” –aunque sea sólo en apariencia–, brinda los beneficios de la pertenencia

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