La Ilustracion
celic24018 de Abril de 2013
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II. LA ILUSTRACIÓN
No puede considerarse todo el complejo movimiento intelectual
llamado Ilustración como una simple manifestación del empirismo.
Entran en ella otros elementos distintos, y muy principalmente
los que proceden del racionalismo idealista y, en
última instancia, del cartesianismo. Pero podemos incluir el pensamiento
«ilustrado» en la corriente empirista, por dos razones:
en primer lugar, porque el empirismo inglés depende, en buena
parte, del racionalismo continental, como hemos visto, y no excluye,
sino al contrario, supone la influencia de este; en segundo
lugar, porque la Ilustración, en la escasa medida en que es
filosofía, se preocupa más de las cuestiones del conocimiento
que de las metafísicas, y sigue los caminos empiristas, extremándolos
hasta el sensualismo absoluto. Por otra parte, los elementos
más importantes de la Ilustración, el deísmo, la ideología
política, partidaria de la libertad y del gobierno representativo,
la tolerancia, las doctrinas económicas, etc., tienen su origen en
el pensamiento empirista de los siglos xvi a xvni.
La época de la Ilustración —el siglo xvni— representa el
término de la especulación metafísica del xvn. Después de casi
una centuria de intensa y profunda actividad filosófica, encontramos
una nueva laguna en que el pensamiento filosófico pierde
su tensión y se trivializa. Es una época de difusión de las ideas
del periodo anterior. Y la difusión tiene siempre esa consecuencia:
las ideas, para actuar en las masas, para transformar la superficie
de la historia, necesitan trivializarse, perder su rigor y
su dificultad, convertirse en una superficial imagen de sí mismas.
Entonces, a cambio de dejar de ser lo que en verdad son, se extienden
y las masas participan de ellas. En el siglo xvni, una serie
de escritores hábiles e ingeniosos, que se llaman a sí mismos, con
tanta insistencia como impropiedad, «filósofos», exponen, glosan
y generalizan una serie de ideas que —en otra forma y con otro
alcance— fueron pensadas por las grandes mentes europeas del
siglo xvii. Estas ideas, al cabo de unos años, llenan el ambiente,
se las respira, se convierten en el supuesto sobre el que se está.
Nos encontramos en un mundo distinto. Europa ha cambiado
totalmente, de un modo rápido, casi brusco, revolucionario. Y
esta transformación de lo que se piensa determinará poco después
la radical mudanza de la historia que conocemos con el
nombre de Revolución francesa.
1. La Ilustración en Francia
Desde fines del siglo xvn y durante todo el siglo xvm se opera
en Francia un cambio de ideas y convicciones que altera el
carácter de su política, de su organización social y de su vida
espiritual. De 1680 a 1715 se producen las mayores variaciones
sustanciales; desde entonces, todo será una labor de difusión
y propagación de las nuevas ideas; pero el esquema de la historia
francesa ha cambiado ya. De la disciplina, de la jerarquía, de
la autoridad, de los dogmas, se pasa a las ideas de independencia,
de igualdad, de una religión natural, incluso de un concreto
anticristianismo. Es el paso de la mentalidad de Bossuet a la de
Voltaire; la crítica de todas las convicciones tradicionales, desde
la fe cristiana hasta la monarquía absoluta, pasando por la
visión de la historia y las normas sociales. Es una efectiva revolución
en los supuestos mentales de Francia; y, como Francia
entonces es el país rector de la comunidad europea, de Europa
toda.
FIERRE BAYLE.—La Ilustración quiere reunir todos los conocimientos
científicos y hacerlos asequibles a los grandes círculos.
Los problemas rigurosamente filosóficos —no digamos ya teológicos—
pasan a segundo plano. La «filosofía» se refiere ahora,
principalmente, a los resultados de la ciencia natural y a las
doctrinas empiristas y deístas de los ingleses; es una vulgarización
de la porción menos metafísica del cartesianismo y del pensamiento
británico, a la vez. Por una parte, el pensamiento es
racionalista y, por consiguiente, revolucionario: pretende plantear
y resolver las cuestiones de una vez para siempre, matemáticamente,
sin tener en cuenta las circunstancias históricas; por
otra parte, la teoría del conocimiento dominante es el empirismo
sensualista. Las dos corrientes filosóficas, la continental y la
inglesa, convergen en la Ilustración.
El órgano adecuado para esta vulgarización de la filosofía y
la ciencia es la «Enciclopedia». Y, en efecto, el primer representante
típico de este movimiento, Fierre Bayle (1647-1706) es el
autor de una: el Dictionnaire historíque et critique. Bayle ejerció
una crítica aguda y negativa acerca de numerosas cuestiones.
Aunque no negaba las verdades religiosas, las hacía completamente
independientes de la razón, y aun contrarias a ella. Es
escéptico, y considera que la razón no puede comprender nada
de los dogmas. Esto, en un siglo prendado de la razón, tenía que
abocar a un apartamiento total de la religión; de la abstención
se pasa a la negación resuelta; γ los enemigos del cristianismo
utilizan luego ampliamente las ideas de Bayle.
Los ENCICLOPEDISTAS.—Pero mucha más importancia tuvo la
llamada Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, artes
y oficios, publicada de 1750 a 1780, a pesar de las prohibiciones
que intentaron oponerse a su impresión. Los editores de la
Enciclopedia eran Diderot y d'Alembert; los colaboradores eran
las mayores figuras del tiempo: Voltaire, Montesquieu, Rousseau,
Turgot, Holbach y otros muchos. La Enciclopedia, que a primera
vista no era más que un diccionario, fue el vehículo máximo de
las ideas de la Ilustración. Con cierta habilidad deslizaba los
pensamientos críticos y atacaba a la Iglesia y todas las convicciones
vigentes. De los dos editores, d'Alembert era un gran matemático,
y escribió, aparte de su colaboración científica, el Discurso
preliminar, con un intento de clasifición de las ciencias.
Diderot fue un escritor fecundo, novelista, dramaturgo y ensayista,
que terminó en una orientación casi enteramente materialista
y atea.
EL SENSUALISMO Y EL MATERIALISMO.—Esta dirección del movimiento
ilustrado procede de un sacerdote católico, el abate
Etienne de Condillac. Nació en 1715 y murió en 1780. Su obra
principal es el Traite des sensations, y en él expone una teoría
sensualista pura. Condillac supone una estatua a la que se le irían
dando sucesivamente los sentidos, desde el olfato al tacto; al
llegar al final tendríamos la conciencia humana completa y, por
tanto, todo el conocimiento. Condillac, que era creyente, excluye
de su sensualismo la época anterior a la caída de Adán y la vida
ultraterrena, y habla de Dios y del alma simple como unidad
de la conciencia. Pero esta reserva no se mantiene después. Mientras
los llamados ideólogos, sobre todo el conde Destutt de Tracy
(1754-1836), cultivan según sus métodos la psicología y la
lógica, el sensualismo de Condillac encuentra una continuación
en el grupo más extremado de los enciclopedistas, que lo convierten
en simple materialismo ateo.
Los principales pensadores de este núcleo son el médico
La Mettrie (autor de un libro de título bien elocuente: L'homme
machine); Helvétius (1715-1771), que escribió De l'Esprit, y, sobre
todo, un alemán residente en París, el barón de Holbach,
autor del Systéme de la nature y de La moróle universelle. Todos
estos escritores consideran que la única vía de conocimiento es
la sensación, que todo en la naturaleza es materia, incluso el
fundamento de la vida psíquica; que las religiones son un engaño
y que, desde luego, no puede hablarse de la existencia de
Dios ni de la inmortalidad del alma humana. El valor filosófico
de sus obras, poco originales, es extremadamente escaso. Mucho
más interés tienen los pensadores de la Ilustración que se orientan
hacia la historia y la teoría de la sociedad y del Estado, sobre
todo Voltaire, Montesquieu y Rousseau, y también Turgot y Condorcet,
los teóricos de la idea del progreso.
VOLTAIRE.—Frangois Arouet de Voltaire (1694-1778) fue un
gran personaje de su época. Su fama fue extraordinaria, y le
valió la amistad de Federico el Grande de Prusia y de Catalina de
Rusia. Su éxito y su influencia fueron incomparables en el siglo
xviii. Ningún escritor fue tan leído, comentado, discutido,
admirado. El valor real de Voltaire responde desigualmente a
esta celebridad. Tenemos que distinguir en él tres aspectos: la
literatura, la filosofía y la historia.
Voltaire es un escritor excelente. La prosa francesa ha llegado
en él a una de sus cimas; es enormemente agudo, ingenioso
y divertido. Sus
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