ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La Persona Y Sus Notas

18 de Junio de 2013

6.775 Palabras (28 Páginas)314 Visitas

Página 1 de 28

Apuntes de Antropología Filosófica: “La Persona y sus notas”

1. La Persona

Habitualmente, los cursos de antropología se inician con la exposición de lo que es la naturaleza humana. Sin embargo, una nueva tendencia en Filosofía da preeminencia al término “persona” antes que el de “naturaleza humana”.

La diferencia está en que persona designa al singular. Digo “persona” y digo “Juan”, “María”, “Fulano o Zutano”. Persona significa el ser concreto que tiene inteligencia y, por tanto, libertad. Persona se refiere siempre a un individuo o ciudadano tal, con unas características específicas, con una biografía que está siendo escrita mientras está viviendo.

Naturaleza humana se refiere a lo común de toda una especie, en este caso: la especie humana. Es un término útil y no se dejará de usar, porque en todo momento debemos recurrir a aquello de común que tienen las personas entre sí. Respecto de esto, no podemos dejar de repasar las características que conforman la naturaleza humana:

Cuerpo y alma: unidos y compenetrados al punto de que no hay persona humana sin cuerpo (eso es un ánima) ni tampoco sin alma (eso es un cadáver). La estructura corpóreo espiritual es fundamental en la persona. Cada una de sus notas vienen dadas por ser alma encarnada o cuerpo animado.

El cuerpo implica una vida vegetativa y sensitiva. Toda persona posee la capacidad de nutrirse, desarrollarse y reproducirse. Además, tiene sentidos e impulsos sensitivos: tacto, olfato, gusto, oído y vista; sensorio común, imaginación, memoria y cogitativa; sentimientos (amor - odio, atracción - rechazo, miedo, vergüenza, alegría, entre otros); impulsos sensitivos (hambre, sed, sueño, cansancio, agitación, etc.).

El alma (vida espiritual), porque es simple e inmaterial, es principio de dos facultades: inteligencia y voluntad. Este salto, desde los conocimientos e impulsos sensitivos hacia las facultades espirituales está muy bien descrito en el siguiente párrafo:

“Nuestro antepasado de frente huidiza y largos brazos caza al bisonte en el páramo. Atraviesa corriendo un paisaje de olores y pistas. Arrastrado por el rastro, salta, corre, gira la cabeza, explora, husmea. La presa es la luz al fondo del túnel. Sólo existe esa atracción feroz y una sumisión sonámbula. Sólo sabe que la ansiedad se aplaca al seguir aquella dirección. No caza, se desahoga. No persigue un bisonte: corre por unos corredores visuales y olfativos que le excitan (...). No hay nada que pensar, porque aún no piensa. Su cerebro calcula y le impulsa. Está sujeto la tiranía del “Si A.. entonces B”.

A continuación, un salto increíble. Sin saber cómo, la oscura caverna de los resortes instintivos es iluminada desde dentro por la inteligencia. El bisonte ya no es luz irresistible al fondo del túnel, porque ahora el túnel tiene luz propia. Y con esa luz, el frío, el hambre y la sed ya no reciben respuestas forzadas por el estímulo externo, sino suavizadas por la libertad interna.

“La transfiguración ocurrió un misterioso día, cuando al ver el rastro detuvo la carrera, en vez de acelerarla y miró la huella. Aguantó impávido el empujón del estímulo. De una vez para todas se liberó del tiránico dinamismo del impulso. La huella era en cierto modo el bisonte: apareció el signo. Ahora era capaz de pensar en el bisonte sin tener en su olfato el olor, ni en sus ojos la imagen, ni siquiera era imprescindible tener el deseo del bisonte para pensar en él. Podía poseer al bisonte sin haberlo cazado. Y, además, indicárselo a sus compañeros.” (José Marina, Teoría de la Inteligencia Creadora).

La persona humana tiene capacidades que desbordan sus propias aspiraciones. Está inserta en un espacio y en un tiempo (nace y muere), pero eso no implica que no pueda pensar en otros tiempos y en otros lugares: todas las ciencias son posibles por la inteligencia. Trasciende sus propios límites: se equivoca, pero puede rectificar; sufre dolores, pero puede darles un sentido.

La persona humana es un quien, un alguien. No es una pieza más de la Naturaleza ni del mundo que la circunda. Es dueña de sí misma y se hace a sí misma, tomando del mundo y de la naturaleza lo que le haga falta para llegar a ser quien quiera ser.

La persona humana, ya lo dijimos, escribe su biografía. Única, personal e irrepetible. No podrá existir jamás otra persona como yo. Podrán haber parecidos o coincidencias, pero nunca igualdades. Cada persona es única. Cada persona es cada persona. Por eso no caben los esquemas, ni las tipologías absolutas.

Finalmente, podemos enumerar las notas características de la persona:

Intimidad

Manifestación

Diálogo

Libertad

Amor – donación de sí

2. La intimidad.

Desarrollo de la personalidad y de las facultades intelectuales y morales.

La intimidad no es fácil de definir. Es el dentro, el mundo interior que cada persona desarrolla espontáneamente. Por su inteligencia libre, todo lo que hace y todo lo que ocurre a su alrededor deja huellas en ella. Huellas más o menos profundas, positivas o negativas, pero que conforman ese dentro. Es decir, la intimidad se constituye desde algo que viene dado (genes, temperamento, medio ambiente, educación, etc.) y por aquello que nos sucede y de lo que somos actores, y no meros actores: protagonistas.

Lo íntimo es lo que sólo conoce uno mismo: lo más propio. De hecho, todas las personas protegen su intimidad naturalmente y cualquier intromisión ajena produce vergüenza. La virtud del resguardo de la intimidad es el pudor.

La intimidad es algo vivo, crece o decrece, se desarrolla, cambia. Es natural ver a las personas madurar, tener un modo de ver las cosas, desarrollar una personalidad definida. Surge de esta intimidad toda la creación propia, las ilusiones, la innovación, la energía que lleva a vivir cada día como si fuera único.

Las distintas intimidades pueden ser más ricas o más pobres y todo depende del cultivo personal. Hay modos de compartir la intimidad con otros y dejar que otras intimidades enriquezcan la mía. De hecho, además, debo lograr mi identidad personal: saber quién soy y cuáles son mis características propias. Cerrar la intimidad o enmascararla puede llevar a una frustración, porque no estamos hechos para ser otros. La autenticidad con que vivimos es reflejo de la riqueza de nuestra intimidad. La persona que imita, que se deja llevar por la masa, que no tiene una identidad propia es una persona pobre en intimidad, porque carece de algo propio, de algo que la haga ser tal persona y no un monigote de la moda o de las tendencias mundiales.

Enriquecer la propia intimidad implica desarrollar todas nuestras facultades. Desde el cuerpo hasta lo más espiritual. Resulta importante, por ejemplo, estar sanos íntimamente y muchas veces esto dependerá del cuerpo: un justo descanso, ejercicio físico, dominio de las propias debilidades, etc. También debemos enriquecer nuestra sensibilidad, lo que no significa ser sensibleros. Es muy importante saber apreciar la Belleza que es la Verdad y el Bien visibles. Apreciar la Naturaleza, las obras de arte humanas, la belleza de otras personas. Desarrollar la imaginación y la memoria es también enriquecer la intimidad: dominarlas y activarlas según sea preciso.

Ahora bien, es el alma el principio de vida y el principio supremo de nuestra intimidad. El alma nos ha sido dada en blanco y cada cual debe imprimir en ella una biografía. Conocimientos y amores hacen del alma un alma más grande. Por esto, es tan importante conocernos a nosotros mismos en primer lugar. Saber cómo funcionamos.

El cultivo intelectual es imprescindible: saber acerca del mundo que nos rodea, en distintas especialidades, pero saber. Desarrollar el lenguaje, vehículo del pensamiento, es clave para el cultivo personal. Leer, conversar, informarse. Hoy, las comunicaciones nos permiten estar mucho más cerca de este ideal de cultivo personal. Profundizar en las Bellas Artes, tener intereses científicos y/o humanistas, desarrollar una actividad que me guste mucho... son todas piezas del enriquecimiento de la intimidad.

Pero, principalmente, nuestra intimidad crece con el desarrollo moral. Esto es, con la adquisición de virtudes. Hábitos que nos disponen a hacer las cosas de un modo bueno. Cada virtud va calando en lo profundo de la intimidad y va transformando a la persona en un alguien mucho más rico espiritualmente.

Las virtudes, dice Ayllon, son estrategia de repetición. Ponerse una vez y otra a actuar de un modo hasta que se nos hace costumbre.

3. La manifestación.

Dignidad del cuerpo. Desarrollo de la expresión personal.

Manifestar la intimidad es la segunda nota de la persona. Cada persona se manifiesta necesariamente a las demás. No manifestarse es signo de enfermedad (autismo, por ejemplo). Nos manifestamos con el cuerpo a través de gestos, movimientos, actitudes, pero, sobre todo, con el lenguaje.

Parte de este manifestarse es el vestido. El cuerpo tiene una dignidad infinita conferida por ser el cuerpo de una persona. Sin embargo, nuestro cuerpo oculta en cierto modo al alma, deja nuestra intimidad cubierta por la materialidad. Surge, entonces, espontáneamente la necesidad de cubrir el cuerpo para manifestar el alma. Somos nuestro cuerpo y justamente por eso lo dominamos. Nos vestimos también para proteger la intimidad que nuestro mismo cuerpo es. El vestido me distingue, salgo del

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (41 Kb)
Leer 27 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com