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La estructura de las revoluciones científicas- Kuhn

Camila TuninettiResumen1 de Noviembre de 2016

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 La estructura de las revoluciones científicas – Kuhn

I - Introducción: un papel para la historia
Se considera a la historia como algo más que un depósito de anécdotas, puede producir una transformación decisiva de la imagen que tenemos actualmente de la ciencia. Esa imagen fue traza por los científicos que se encuentran en las lecturas clásicas.
un concepto de ciencia que se obtenga de ellos no tendrá más probabilidades de ajustarse al ideal que los produjo, que la imagen que pueda obtenerse de una cultura nacional.
Tratamos de demostrar que hemos sido mal conducidos por ellos en aspectos fundamentales. Su finalidad es trazar un bosquejo del concepto absolutamente diferente de la ciencia que puede surgir registros históricos de la actividad de investigación misma .
Sin embargo ese nuevo concepto no surgiría si continuáramos buscando y estudiando los datos históricos con el único fin de responder a las preguntas planteadas por el estereotipo no histórico que procede de libros de textos científicos.
El resultado ha sido un concepto de la ciencia con profundas implicaciones sobre su naturaleza y su desarrollo.
Si la ciencia es constelación de hechos, teorías y métodos reunidos en los libros de textos actuales, entonces los científicos son hombres que, se han esforzado en contribuir con alguno que otro elemento a esa constelación particular. El desarrollo científico se convierte en el proceso gradual mediante el que esos conceptos han sido añadidos, solo y en combinación, al caudal creciente de la técnica y de los conocimientos científicos, y la historia que relata y registra esos incrementos sucesivos y los obstáculos que han inhibido su acumulación.
Durante los últimos años, unos cuantos historiadores de la ciencia han descubierto que les es cada vez más difícil desempeñar las funciones que el concepto del desarrollo por acumulación des asigna. Quizás la ciencia no se desarrolla por medio de la acumulación de descubrimientos e inventos individuales.
Esos mismos historiadores se enfrentan a dificultades cada vez mayores para distinguir el componente “científico” de las observaciones pasadas, y las creencias de lo que sus predecesores se apresuraron a tachar de “error” o “superstición”.
En principio, las teorías anticuadas no dejan de ser científicas por el hecho de que hayan sido descartadas. Sin embargo, dicha opción hace difícil poder considerar el desarrollo científico como un proceso de acumulación.
El resultado de todas las dudas y dificultades es una revolución historiográfica en el estudio de la ciencia, una revolución que se encuentra todavía en sus primeras etapas.
Algunos historiadores de las ciencias han comenzado a plantear nuevos tipos de preguntas y a trazar líneas diferentes de desarrollo para las ciencias que, nada tiene de acumulativas. En lugar de buscar las contribuciones permanentes de una ciencia más antigua a nuestro caudal de conocimientos, tratan de poner de manifiesto la integridad histórica de esa ciencia en su propia época. Ejm. no se hacen preguntas respecto a la relación de las opiniones de Galileo con las de la ciencia moderna, sino sobre la relación existente entre sus opiniones y las de su gripo, sus maestros, contemporáneos y sucesores inmediatos en la ciencia.
La ciencia no parece en absoluto la misma empresa discutida por los escritores pertenecientes a la antigua tradición historiográfica. Por implicaciones al menos, esos estudios históricos sugieren la posibilidad de una imagen nueva de la ciencia.
¿Qué aspecto de la ciencia será el más destacado durante ese esfuerzo? El primero es el de la insuficiencia de las directrices metodológicas, para dictar, por si mismas, una conclusión substantiva única a muchos tipos de preguntas científicas.
Debemos notar que las primeras etapas de desarrollo la mayoría de las ciencias se han caracterizado por una competencia continua entre serie de concepciones distintas de la naturaleza, cada una de las cuales se deriva parcialmente de la observación y del método científicos y hasta, cierto punto, todas era compatibles con ellos, Lo que diferenciaba a esas escuelas no era uno u otro error de método, sino lo que llegaremos a denominar sus modos inconmensurables de ver el mundo y de practicar en él las ciencias.
La observación y la experiencia pueden y deben limitar drásticamente la gama de las creencias científicas admisibles o, de lo contrario, no habría ciencia.
Un elemento arbitrario, compuesto de incidentes personales e históricos, es siempre uno de los ingredientes de formación de las creencias sostenidas por una comunidad científica dada en un momento determinado.
Este elemento arbitrario no indica que cualquier grupo científico podría practicas su profesión sin un conjunto de creencias recibidas.
Cuando examinemos la ciencia normal (en las secciones III, IV, V) nos gustaría describir esta investigación como una tentativa tenaz y ferviente de obligar a la naturaleza a entrar en los cuadros conceptuales proporcionados por la educación profesional. Al mismo tiempo, podemos preguntarnos si la investigación podría lleva ese a cabo sin esos cuadros, sea cual fuere el elemento de arbitrariedad que forme parte de sus orígenes históricos.
Ese elemento de arbitrariedad se encuentra presente y tiene también un efecto importante en el desarrollo científico.
La ciencia normal, la actividad en que, inevitablemente, la mayoría de los científicos consumen casi todo su tiempo, se predica suponiendo que la comunidad científica sabe cómo es el mundo. Gran parte del éxito de la empresa se debe a que la comunidad se encuentra dispuesta a defender esa suposición.    
Cuando la profesión no puede pasar por alto ya las anomalías que subvierten la tradición existente de prácticas científicas, se inicia las investigaciones extraordinarias que conducen por fin a la profesión a un nuevo conjunto de compromisos, una base nueva para la práctica de la ciencia, Los episodios extraordinarios en que tienen lugar esos cambios de compromiso profesionales son los que se denominan
Revoluciones Científicas. Son los complementos que rompen la tradición en la que está ligada la actividad de la ciencia normal.
Los ejemplo más evidentes de revoluciones científicas son lo episodios famosos del desarrollo científico que, han sido llamados anteriormente revoluciones.
Cada una de las revoluciones científicas necesitaba el rechazo, por parte de la comunidad, de una teoría científica antes reconocida, para adoptar otra incompatible con ella. Cada una de ellas producía un cambio consiguiente en los problemas disponibles para el análisis científico y en las normas por las que la profesión determinaba que debería considerarse como problema admisible o como solución legitima de un problema.
Eso cambios, junto con las controversias que los acompañan casi siempre son las características que definen las revoluciones científicas.
Esas características surgen, por ejemplo, de un estudio de la revolución de Newton o de la de la química.
La invención de otras nuevas teorías provoca, de manera regular y apropiada, la misma respuesta por parte de algunos de los especialistas cuyo especial campo de competencia infringen. Para esos hombres, la nueva teoría implica un cambio en las reglas que regían la práctica anterior de la ciencia normal.
Su asimilación requiere la reconstrucción de teoría anterior y la reevaluación de hechos anteriores; un proceso intrínsecamente revolucionario y que nunca tiene lugar de la noche a la mañana.
Los principios que rigen la ciencia normal solo especifican que tipos de entidades contiene el Universo, sino también, por implicación, los que no contiene.
Los hechos y las teorías científicas no son categóricamente separables, excepto quizá dentro de una tradición única de practica científica normal.
El mundo científico es transformado desde el punto de vista cualitativo y enriquecido cuantitativamente por las novedades fundamentales aportadas por hecho o teoría.
Continuare hablando incluso de los descubrimientos como revolucionarios, porque es precisamente la posibilidad de relacionar su estructura con la de, por ejemplo, la revolución de Copérnico, lo que hace que la concepción amplia me parezca tan importante.
Con demasiada frecuencia, decimos que la historia es una disciplina puramente descriptiva. Sin embargo, las tesis que hemos sugerido son, a menudo, interpretativas y, a veces, normativas. Además, muchas de mis generalizaciones se refieren a la sociología o a la psicología social de los científicos.
¿Cómo podría dejar de ser la historia de la ciencia una fuente de fenómenos a los que puede pedirse  legítimamente que se apliquen las teorías sobre el conocimiento?

V- Prioridad de los paradigmas:
Para descubrir la relación existente entre reglas, paradigmas y ciencia normal, tómese como aísla el historiador los lugares particulares de compromiso que se describieron como reglas aceptadas. Una investigación histórica profunda de una especialidad, dad en un momento dado, revela un conjunto de ilustraciones recurrentes y casi normalizadas de diversas teorías en sus aplicaciones conceptuales, instrumentales y de observación.
Ésos son los paradigmas de la comunidad revelados en sus libros de texto, sus conferencias y sus ejercicios de laboratorio. Estudiándolos y haciendo prácticas con ellos es como aprenden su profesión los miembros de la comunidad correspondiente.
Los paradigmas de una comunidad científica madura pueden determinarse con relativa facilidad.
La determinación de los paradigmas compartidos no es, sin embargo, la determinación de reglas compartidas. Esto exige una segunda etapa, el historiados deberá comparar los paradigmas de la comunidad unos con los otros y con sus informes corrientes de investigación. Su objetivo es descubrir qué elementos aislables, explícitos o implícitos, pueden haberle abstraído los miembros de esa comunidad de sus paradigmas más globales.
Cualquiera que haya tratado de describir o analizar la evolución de una tradición científica dada, habrá buscado,  necesariamente, principios y reglas aceptadas de ese tipo. La búsqueda de reglas es más difícil y menos satisfactoria que la de paradigmas.
La búsqueda de un cuerpo de reglas pertinentes para construir una tradición de investigación normal dada, se convierte en una fuente de frustración continua y profunda. Sin embargo, el reconocimiento de la frustración hace posible diagnosticar su origen. Los científicos pueden estar de acuerdo en cuanto a su identificación de un paradigma sin ponerse de acuerdo o, incluso, sin tratar siquiera de producir, una interpretación plena o racionalización de él. La falta de una interpretación ordinaria o de una reducción aceptada a reglas, no impedirá que un paradigma dirija las investigaciones. La ciencia normal puede determinarse en parte por medio de la inspección directa de los paradigmas.
En realidad, la existencia de un paradigma ni siquiera debe implicar la existencia de algún conjunto completo de reglas.
Inevitablemente, el primer efecto de esos enunciados es el de plantear problemas. A falta de un cuerpo pertinente de reglas, ¿qué es lo que liga al científico a una tradición particular de la ciencia normal? ¿Qué puede significar la frase “inspección directa de paradigmas”? Wittgenstein dio respuestas parciales a esas preguntas, aunque en un contexto muy diferente.
Wittgenstein llegaba a la conclusión de que, dado el modo en que utilizamos el lenguaje y el tipo de mundo al cual se aplica, no es preciso que haya tal conjunto de características.
No existe un conjunto de características que sea aplicable simultáneamente a todos los miembros de la clase y solo a ellos.
Los diversos problemas y técnicas de investigación que surgen dentro de una única tradición de ciencia normal. Lo que tienen en común no es que satisfagan algún conjunto explicito, o incluso totalmente descubrible, de reglas  y suposiciones que da a la tradición su carácter y su vigencia para el pensamiento científico. En lugar de ello pueden relacionarse, por semejanza o por emulación, con alguna parte del cuerpo científico que la comunidad en cuestión reconozca ya como una de sus realizaciones establecidas. Los científicos trabajan a partir de modelos adquiridos por medio de la educación y de la exposición subsiguiente a la literatura, con frecuencia sin conocer del todo o necesitar conocer que características les han dado a esos modelos su status de paradigmas de la comunidad. Por ello no necesitan un conjunto completo de reglas.
El hecho de que los científicos no pregunten o discutan habitualmente lo que hace que un problema particular o una solución sean aceptables, nos inclina a suponer que, al menos intuitivamente, conocen la respuesta.
Los paradigmas pueden ser anteriores, más inflexibles y completos que cualquier conjunto de reglas para la investigación que pudiera abstraerse inequívocamente de ellos.
Los paradigmas podrían determinar la ciencia normal sin intervención de reglas descubribles.
Algunas de las razones para creer que los paradigmas funcionan realmente de esa forma:
-La
primera, que ya hemos examinado, es la gran dificultad para descubrir las reglas que han guiado a las tradiciones particulares de la ciencia normal.
-La
segunda, tiene sus raíces en a naturaleza de la educación científica. Como debe ser obvio ya, los científicos nunca aprenden conceptos, leyes y teorías en abstracto y por si mismos. En cambio, esas herramientas intelectuales las encuentran desde un principio en una unidad histórica y pedagógicamente anterior que las presenta con sus aplicaciones a cierto rango concreto de fenómenos naturales; sin ellas, ni siquiera podrían esperar ser aceptada. Después de su aceptación, esas mismas aplicaciones u otras acompañaran a la teoría en los libros de textos. El proceso de aprendizaje de una teoría depende del estudio de sus aplicaciones.
Ese proceso de aprendizaje por medio del estudio y de la práctica continúa durante todo el proceso de iniciación profesional.
Podemos con toda libertad suponer que en algún momento durante el proceso, el científico intuitivamente ha abstraído reglas del juego para él mismo, pero no hay muchas razones para creer eso.  
Estas consecuencias de la educación científica tienen una reciproca que proporciona una
 tercera razón para suponer que los paradigmas guían la investigación tanto como modelos directos como por medio de reglas abstraídas. La ciencia normal puede seguir adelante sin reglas silo en tanto la comunidad científica pertinente acepte sin discusión las soluciones de los problemas particulares que ya se hayan llevado a cabo. Las reglas deben hacerse importantes y desaparecer la despreocupación característica hacia ellas, siempre que se sienta que los paradigmas o modelos son inseguros.
El periodo anterior al paradigma, está marcado regularmente por debates frecuentes y profundos sobre métodos, problemas y normas de solución aceptables. Esos debates no desaparecen de una vez por todas cuando surge un paradigma. Aunque casi no existen durante los periodos de ciencia normal, se presentan regularmente poco antes de que se produzcan las revoluciones científicas y en el curso de estas, los periodos en los que los paradigmas primero se vean atacados y más tarde sujetos a cambio.
Cuando los científicos están en desacuerdo respecto a si los problemas fundamentales de su campo han sido o no resueltos, la búsqueda de reglas adquiere una función que ordinariamente no tiene. Mientras continúan siendo seguros los paradigmas, pueden funcionar sin acuerdo sobre la racionalización o sin ninguna tentativa en absoluto de racionalización.
Podemos concluir una
cuarta razón para conceder a los paradigmas un status anterior al de las reglas y de los supuestos compartidos.
Puede haber revoluciones tanto grandes como pequeñas, algunas revoluciones afectan solo a los miembros de una subespecialidad profesional y que, para esos grupos, incluso el descubrimiento de un fenómeno nuevo e inesperado puede ser revolucionario.
Si la ciencia normal es tan rígida y si las comunidades científicas están tan estrechamente unidas como implica la exposición anterior, ¿cómo es posible que un cambio de paradigma afecte solo a un pequeño subgrupo? Puede haber parecido implicar que la ciencia normal es una empresa única, monolítica y unificada, que debe sostenerse o derrumbarse tanto con cualquiera de sus paradigmas como con todos ellos juntos. Pero la ciencia raramente o nunca es de ese tipo. Parece más bien una estructura desvencijada con muy poca coherencia entre sus diversas partes.
Las reglas explicitas, cuando existen, son generalmente comunes a un grupo científico muy amplio; pero no puede decirse lo mismo de los paradigmas.
Aun cuando un cambio de la ley de la mecánica cuántica seria revolucionario para todos esos grupos, un cambio que solo refleja en alguna de las aplicaciones del paradigma de la mecánica cuántica solo debe resultar revolucionario para los miembros de una subespecialidad  profesional determinada. Para el resto de la profesión y para quienes practican otras ciencias físicas, ese cambio no necesitara ser revolucionario en absoluto. En resumen, aunque la mecánica cuántica es un paradigma para muchos grupos científicos, no es el mismo paradigma para todos ellos; puede, por consiguiente, determinar simultáneamente varias tradiciones de ciencia normal que, sin ser coextensivas, coincide. Una revolución producida en el interior de una de esas tradiciones no tendrá que extenderse necesariamente a todas las demás.

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