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La posibilidad de poder demostrar que hay una parte –la esencial-


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2015  •  Síntesis  •  483 Palabras (2 Páginas)  •  99 Visitas

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Según Platón, el cuerpo pertenece al mundo sensible, es imperfecto y obstaculiza el desarrollo del alma. Entiende al hombre como alma accidentalmente unida a un cuerpo. Para Platón es claro que el hombre es principalmente el alma, por eso, no es de extrañar que defienda, en ocasiones, una moral de la renuncia y del desprecio por lo sensible para alcanzar la katarsis o purificación del alma.

La posibilidad de poder demostrar que hay una parte –la esencial- de nuestra naturaleza que esquiva los infortunios de la materialidad y el cambio, nos otorga la certidumbre y por ende la seguridad de que no hay un final. Sin embargo, o bien todo es cuerpo, o bien hay cuerpo y otra cosa. Este dualismo supone en términos generales la separación de las entidades de dos grandes regiones del ser: lo material y lo inmaterial.

El alma nos es legada, proviene de mas allá de nosotros y, en el esquema de dos mundos, su proveniencia y función esta mas que clara: el alma es nuestra idea fundante.

Platón nos habla también de las distintas funciones del alma: la racional (por la cual pensamos, razonamos), la concupiscible (por la cual deseamos, apetecemos) y la irascible (por la cual nos encolerizamos). Entonces, no es una idea del alma fuerte y únicamente ligada a la actividad de la razón. Por eso se trata de alma en conflicto, en una lucha interna entre sus funciones que buscan imponer cada una su propósito. Del mismo modo como podría funcionar una ciudad, una polis, donde distintas facciones combaten por querer hacerse cargo del gobierno de la ciudad con el objetivo de hacer pasar su propia función e interés como si fuera la función o el interés del Estado.

Pero así como en el alma cada función debe concentrarse en su propio desarrollo y realización, del mismo modo esto debe suceder en la ciudad. Si un alma justa es aquella en la cual cada parte cumple su rol, una polis justa es aquella donde cada uno hace lo que tiene que hacer. Y así como en el alma es la razón la que nos gobierna, así en la polis está claro que el que gobierna debe ser aquel que más puede ser consciente de los contenidos y funcionamiento de su propia racionalidad: el filósofo.

Existe también una relación de reciprocidad entre la organización racional de la sociedad y la ordenación racional del alma a través de la reflexión dialéctica. Si las estructuras del pensamiento aclaran y precisan las de la realidad humana histórica, por otra parte, esta realidad impone y revela, justamente por el hecho de ser pensada y controlada, la fecundidad del pensamiento dialectico, ni inmóvil ni siempre idéntico a sí mismo. El filósofo no es el que predica la incontaminada pureza del ser como una unidad (Parmenides), sino, por el contrario, es el que conoce la sombra del pensamiento, lo negativo, y comprendiéndolo atenúa su fuerza destructiva.

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