La ética de Sócrates
fanni05Ensayo11 de Julio de 2013
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La ética de Sócrates
El objetivo de Sócrates era el de educar al hombre por medio de un continuo ejercicio en busca del bien que, en la ciudad, no podía ser otro que el bien colectivo, la justicia. Ese ejercicio tenía también un nombre, areté, la excelencia humana, la virtud.
La tradición griega había enseñado que los héroes eran aristoi, los mejores. Pero las excelentes cualidades que poseían se debían a su nacimiento, a dones especiales de los dioses. Esa areté era algo heredado. Con el nuevo cambio social que tiene lugar en el siglo V y con los valores de la democracia, se plantea el problema de si se puede aprender la virtud, como se aprende matemática.
Este planteamiento, en consonancia con el mundo de los sofistas, que enseñaban con la retórica a persuadir y convencer a los otros, modula en Sócrates una nueva moral. Una moral independiente de la tradición y que ha de construirse en función de la solidaridad y, sobre todo, de la racionalidad. La inteligencia, el buen sentido y la armonía de los deseos son las bases de esa «sabiduría ética», levantada desde la experiencia concreta de los hombres. Por ello, una virtud que tiene como fundamento la racionalidad puede, en consecuencia, enseñarse.
Sócrates centró su interés en la problemática del hombre, al igual que los sofistas, pero a diferencia de ellos, supo llegar al fondo de la cuestión, como para admitir que era un sabio en esta materia: “Por la verdad, ¡oh! atenienses, y por ninguna otra razón me he ganado este nombre, si no es a causa de una cierta sabiduría. ¿Y cuál es esta sabiduría? Tal sabiduría es precisamente la sabiduría humana (es decir, aquella que puede tener el hombre sobre el hombre): y con esta sabiduría es verdaderamente posible que yo sea sabio”. ¿Cuál es la naturaleza y la realidad última del hombre? ¿Cuál es la esencia del hombre? Son las preguntas que trata de responder Sócrates.
Finalmente se llega a una respuesta precisa e inequívoca: el hombre es su alma, puesto que su alma es precisamente aquello que lo distingue de manera específica de cualquier otra cosa. Sócrates entiende por alma nuestra razón y la sede de nuestra actividad pensante y ética. En pocas palabras: el alma es para Sócrates el yo consciente, es decir, la conciencia y la personalidad intelectual y moral.
Uno de los razonamientos fundamentales realizado por Sócrates para probar esta tesis es el siguiente. Uno es el instrumento del cual nos valemos y otro es el sujeto que se vale de dicho instrumento. Ahora bien, el hombre se vale del propio cuerpo como de un instrumento, lo cual significa que son cosas distintas el sujeto –que es el hombre- y el instrumento, que es el cuerpo. A la pregunta de ¿qué es el hombre?, no se podrá responder que es el cuerpo, sino que es aquello que se sirve del cuerpo, la psyche, el alma (la inteligencia) es la que se sirve del cuerpo, de modo que la conclusión es inevitable: “Nos ordena conocer el alma aquel que nos advierte “Conócete a ti mismo”. Sócrates llevó esta doctrina suya hasta tal punto de conciencia y de reflexión crítica, que logró deducir todas las consecuencias que lógicamente surgen de ella, como veremos en seguida.
De este modo Sócrates lleva a cabo una revolución en la tabla tradicional de los valores. Los verdaderos valores no son aquellos que están ligados a las cosas exteriores, como la riqueza, el poder o la fama, y tampoco aquellos que están ligados al cuerpo, como la vida, la fuerza física, la salud o la belleza, sino exclusivamente los valores del alma que se hallan todos incluidos en el conocimiento. Por supuesto, esto no significa que todos los valores tradicionales se conviertan en antivalores, sin más; significa sencillamente que por sí mismos carecen de valor. Sólo se convertirán en valores si se utilizan como lo exige el conocimiento, es decir, en función del alma y de su areté.
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