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Las Dimeciones De La Filosafia Ontologicas Axiologica Epistemologia Y Teleologia


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2011  •  828 Palabras (4 Páginas)  •  700 Visitas

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José María Vargas →

Negra Hipólita

Posted on May 22, 2007 by cesar

Fue la afro americana Hipólita quien brindó su abundante leche tanto para su hijo como para el niño llamado “Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios”. Doña Concepción Palacios –la madre del Libertador, no pudo lactarlo por problemas de salud.

Antes de que Hipólita diera a luz su hijo, por algunas semanas también fue Bolívar amamantado por Doña Inés Mancebo de Miyares, una dama realista (como también lo era el dueño de la Quinta donde pasó sus últimos días).

Recordemos que el nombre de Hipólita es célebre por corresponder a la reina amazona de Escitia, vencida por Hércules. La “vía láctea” en el poderoso eterno femenino de piel oscura de Hipólita –la nodriza de Bolívar, paradójicamente pareciera que hubiera preparado al cuerpo del niño para ser un jinete.

Recordemos que nuestro escudo nacional tenía inicialmente en la franja media el caballo blanco de Bolívar como símbolo de la Independencia, cambiado por el gorro frigio, símbolo de la libertad (página 50 del folleto No. 5 mencionado). Pero, el caballo blanco ha sido también símbolo de Neptuno –la más catártica o purificadora de las divinidades en los misterios Órficos, de donde emerge la “sal” simbolizante del espíritu pletórico de Vida, el relevante del Marte harto de sangre.

En los antiguos relatos hindúes, concretamente en el Kalika Purana se habla de “La Oscura Señora”, la Gran Diosa Madre, la Tejedora del mundo. Brahma, la cabeza divina productora del mundo, en meditación, ya había hecho emanar cierto número de apariciones que habían entrado en la esfera del tiempo y del espacio; Sus visiones eran puras como el cristal.Brahma, hundiéndose aún más hondamente en la límpida oscuridad de su propio interior (luego de haber hecho surgir en meditación, desde las profundidades vivificadas de su propia sustancia divina y que todo lo abarca, al universo y sus múltiples seres), llegó a una nueva profundidad: súbitamente, la más hermosa mujer de piel oscura emanó de su visión y se irguió desnuda ante la vista de todos.

Era AURORA, y estaba radiante de vívida juventud. Entre muchos otros atributos, tal purana dice que sus senos eran turgentes, con sus dos pezones oscuros, suficiente para hacer desvariar a un santo. Elegantemente torneado, como el astil de una lanza, era su cuerpo, y sus piernas pulidas eran como trompas de elefantes. Resplandecía su piel recubierta de pequeñas y delicadas perlas de transpiración. (Ver “El Rey y el cadáver. Cuentos sicológicos sobre la conquista del mal” de Heinrich Zimmer, Ediciones Marymar, páginas 172 y 173).

La anterior es una de tantas muestras del valor metafórico

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