Las Preguntas De La Vida
sergillotorre2 de Abril de 2013
7.423 Palabras (30 Páginas)557 Visitas
LAS PREGUNTAS DE LA VIDA
F. SAVATER
CAPÍTULO 1:
La muerte para empezar.
En este primer capítulo, el autor Fernando Savater habla sobre la muerte. Comienza con este tema porque invita a la filosofía a partir de su propia experiencia intelectual, y en su caso fue la revelación de la muerte como certidumbre, lo que le hizo ponerle a pensar.
Cuenta la primera vez que comprendió que tenía que morirse alguna vez, su propia muerte, algo que nunca pensaría, y la describe como una cosa rara, terrible, peligrosa, incomprensible, pero sobre todo personal. Ese momento fue a los 10 años, y fue en ese momento cuando empezó por fin a pensar, a tener un pensamiento verdaderamente suyo.
Comenta el autor que la muerte le vuelve a uno pensador, nos hace madurar personalmente y nos humaniza, ya que las plantas y los animales no son mortales porque no saben que van a morir y es que no es mortal quien muere, si no quien sabe que va a morir. Aunque se empiece con este tema, el autor dice creer que la filosofía trata más sobre la vida que sobre la muerte, pero resulta que la muerte prevista es la que al hacernos mortales nos convierte también en vivientes. Platón dice que filosofar ''es aprender a morir'' y todas las tareas y empeños de nuestra vida son formas de resistencia ante la muerte.
Una de las cosas en la que más enfatiza el autor es en la diferencia entre saber que a todos debe pasarles y otra cosa es que te pase a ti. Pero la muerte no solo es necesaria sino que resulta el prototipo mismo de lo necesario en nuestra vida.
Conocemos muy pocas cosas sobre la muerte, una de ellas es que resulta personal e intransferible, ya que nadie puede morir por otro. Si la muerte no existiese, no habría dioses, ya que todos los dioses del santoral antropológico son dioses de la muerte, inmortales, los dioses seríamos nosotros.
Unamuno sostuvo que sabernos mortales como especie pero no querer morirnos es precisamente lo que individualiza a cada uno de nosotros. Rechazó la muerte, pero en este mundo y en el caso de otro, quería conservar su personalidad. La única vida eterna compatible con nuestra personalidad individual sería una vida en la que la muerte estuviese presente pero como posibilidad, algo siempre temible pero que no llegase de hecho jamás.
El dato más evidente de la muerte es que suele producir dolor cuando se trata de la muerte ajena pero sobre todo causa miedo cuando pensamos en la propia. Pero un suceso extraño para razonar es que nunca coexistimos con ella, por lo que, según Epicuro, lo indudable es que nos morimos, pero nunca estamos muertos, lo temible sería quedarse consciente en la muerte. Inquietarse por los años en los que no estaremos es como preocuparse por los en que aún no habíamos venido a este mundo, y si la muerte es no ser, ya la hemos vencido una vez al nacer.
De modo que la muerte nos hace pensar, nos convierte a la fuerza en pensadores, en seres pensantes, pero a pesar de todo seguimos sin saber qué pensar de la muerte. Vladimir Jankélevitch decía que ante ella procuramos aturdirnos para no temblar o temblamos hasta la abyección. En cambio, Spinoza pensaba sostenía que en la muerte no hay nada positivo que pensar, cuando la muerte nos angustia es por algo negativo.
Así que la muerte sirve para hacernos pensar, pero no sobre la muerte, sino sobre la vida.
CAPÍTULO 2:
Las verdades de la razón.
En este segundo capítulo, Savater comienza diciendo que la muerte ha despertado un apetito de saber cosas de la vida en él, quiere dar respuesta a mil preguntas. Querer saber, querer pensar, eso piensa que equivale a querer estar verdaderamente vivo, vivo frente a la muerte, no atontado y anestesiado esperándola.
Sigue razonando sobre la gran cantidad de preguntas sobre la vida, pero hay una previa a ellas y fundamental, ¿cómo contestar a las preguntas que la vida me sugiere?. Y si no se pueden responder convincentemente, ¿cómo lograr entenderlas mejor. La primera pregunta que tendrá que responder es, ¿cómo llegaré a saber lo que no sé?.
Para empezar, la pregunta no puede nacer de la pura ignorancia, ya que se pregunta desde lo que se sabe o se cree saber, porque parece insuficiente o dudoso. Acerca de lo que no se sabe absolutamente nada ni siquiera se puede dudar o hacer preguntas.
Hay cosas que se saben porque las dicen otros, y la mayoría de los conocimientos provienen de fuentes semejantes a esta. Hay otras cosas que sabemos porque las estudiamos, aunque menos. Pero hay otras muchas cosas que se saben por experiencia propia, la experiencia enseña que puedes sentir, padecer, gozar, sufrir, dormir y tal vez soñar. Ahora bien, ¿hasta qué punto se está seguro de una cosa que se sabe? No todas se creen con el mismo grado de certeza ni me parecen conocimientos igualmente fiables. Creerse algo solo porque otros lo han dicho tampoco es prudente ya que podrían estar equivocados o querrían engañar.
Parece imprescindible revisar de vez en cuando algunas cosas que se creen saber, compararlas con otros de los conocimientos, someterlas a examen crítico... En una palabra, buscar argumentos. A este ejercicio de buscar argumentos antes de aceptar como bueno lo que se cree saber se le llama en términos generales utilizar la razón. La razón se parece a un conjunto de hábitos deductivos, tanteos y cautelas, en parte dictados por la experiencia y en parte basados en las pautas de la lógica. La combinación de todos ellos constituye “una facultad capaz de establecer o captar relaciones que hacen que las cosas dependan unas más de otras, y estén constituidas de una determinada forma y no de otra” Leibniz.
La razón no es algo que cuenten los demás, ni el fruto de los estudios o la experiencia, sino un procedimiento intelectual crítico utilizado para organizar las noticias recibidas, los estudios realizados o las experiencias obtenidas, aceptando unas cosas y descartando otras. Lo primero que intenta armonizar la razón es el punto de vista meramente personal o subjetivo con un punto de vista más objetivo, el punto de vista desde el que cualquier otro ser racionales “sólo para mí”. Lo carasterístico de la razón es que nunca es exclusivamente “mi” razón, es universal. La razón puede servir de árbitro para zanjar muchas disputas entre los hombres. Esa facultad llamada razón es precisamente lo que todos los humanos tenemos en común y en ello se funda nuestra humanidad compartida.
El objetivo del método racional es establecer la verdad. Verdad y razón comparten la misma vocación universalista, el mismo propósito de validez para todos los humanos. Buscar la verdad por medio del examen racional de nuestros conocimientos consiste en intentar aproximarnos a lo más real, pero no todas las verdades son del mismo género porque la realidad abarca dimensiones muy diversas.
Ortega y Gasset distinguió entre ideas y creencias: son ideas nuestras construcciones intelectuales mientras que constituyen nuestras creencias esas certezas que damos por descontadas hasta el punto de no pensar ni siquiera en ellas. Tenemos tales o cuales ideas pero estamos en tales o cuales creencias.
En cuanto al problema del conocimiento, tal vez la respuesta más perspicaz fue de Kant. Según él, el conocimiento es una combinación de cuanto aporta la realidad con las formas de nuestra sensibilidad y las categorías de nuestro entendimiento. Pensar consiste luego en volver a descender desde la síntesis más lejana a los particulares datos concretos hasta los casos individuales y viceversa. Tanto el escepticismo como el relativismo ponen en cuestión que seamos alguna vez capaces de alcanzar la verdad por medio de razonamientos.
El peso de los condicionamientos subjetivos varía grandemente según eel campo de la verdad que en cada caso estemos considerando. En cualquier caso, también para determinar hasta qué punto nuestros conocimientos están teñidos de subjetivismo necesitamos un punto de vista objetivo desde el que compararlos unos con otros.
Decir que algo es verdad significa que es más verdad que otras afirmaciones concurrentes del mismo tema.
Por último, habla sobre una versión errónea de relación entre la capacidad de argumentación y la igualdad democrática. Se da por supuesto que cada cual tiene derecho a sus propias opiniones y que intenta buscar la verdad es una pretensión dogmática, casi totalitaria. La democracia se basa en el supuesto de que no hay hombres que nazcan para mandar ni otros nacen para obedecer. Pero para que los ciudadanos puedan ser políticamente iguales es imprescindible que en cambio no todas sus opiniones lo sean.Y por supuesto, no todas las opiniones son igual de válidas.
CAPÍTULO 3:
Yo adentro, yo afuera.
La parte esceptica que todos tenemos nos hace preguntarnos, a parte de por qué creemos lo que creemos, por qué no creemos en lo que no creemos. Existen gran número de teorías que directamente damos por descartadas, pero que si aceptaramos como válidas podrían explicarnos por qué recordamos, por qué sentimos lo que sentimos, etc.
Descartes planteó una hipótesis en la cual todo se explicaba a partir de la idea de que todo cuanto consideramos real en realidad es un sueño. "Un sueño total, inacabable, en el que soñamos dormirnos y a veces también despertar", un sueño que parece totalmente real, pero en el que todo cuanto vemos
...