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Los políticos y analistas cristianos se preocupan por el poco cambio moral en un siglo


Enviado por   •  13 de Marzo de 2016  •  Ensayos  •  1.409 Palabras (6 Páginas)  •  218 Visitas

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Los políticos y analistas cristianos se preocupan por el poco cambio moral en un siglo. En la Encíclica centesimus annus se trata de una carta encíclica escrita por el Sumo Pontífice Juan Pablo II para salir al paso de los grandes problemas de fondo producidos por la revolución política e industrial del siglo XIX.

Centesimus annus está dirigido a los católicos  en primera instancia pero también  y explícitamente  a los creyentes en general, y a todos los hombres de buena voluntad. La encíclica trata de poner en evidencia los principios expresados por León XIII, en el cual Juan Pablo II hace un análisis de la Rerum Novarum y matiza sus "rasgos característicos"; y en el resto de la encíclica aplica los principios básicos de la Rerum Novarum a los problemas sociales de hoy, es básicamente una comparación que busca una enseñanza a los fieles. La Iglesia se encontró que había un cambio político, una nueva concepción de la sociedad, del Estado y, como consecuencia, de la autoridad. La sociedad tradicional dejaba paso a una sociedad moderna y desconocida que se iba extinguiendo e iba formándose otra con la esperanza de nuevas libertades, pero con nuevas formas de injusticias y de esclavitudes. En consecuencias una serie de cambios que no eran demasiado buenos para la sociedad ya que terminaría corrompiéndose. La principal consecuencia de estos cambios era “la división de la sociedad en dos clases separadas por un abismo profundo”. El papa se enfrenta con una serie de situaciones de miseria humana, por un lado, y por otro con la amenaza de las ideologías colectivistas que aprovechando  la desesperación  de la masa obrera ofrecían una solución peor que la enfermedad. Hacía falta la intervención de todas las personas influyentes en la civilización  occidental para salvar una situación bastante difícil. Le pareció a león XIII que no podía callar, y que le correspondía formular en conciencia  las condiciones fundamentales que sirven de marco sustentador a las relaciones humanas en el campo socioeconómico. El papa sugiere  la decisión de León XIII parece obvia, además oportuna, pero entonces rompía esquemas, tanto dentro de la iglesia contra la religiosidad puramente ultraterrena como fuera de ella, donde existía el prejuicio de que la iglesia católica interfería constantemente contra la libertad en todos  los terrenos. La Encíclica Rerum novarum, en esencia, llama la atención sobre unos pocos puntos fundamentales. El primero es la dignidad del trabajador y de su trabajo. Por el hecho de ser una persona. El segundo es la importancia fundamental de la propiedad privada, debidamente ordenada al bien común. Luego destaca también el derecho humano a crear asociaciones profesionales de empresarios o trabajadores. Y por último  están las condiciones adecuadas de trabajo, horarios, salud, etc. y el salario ligado al digno sustento del operario y su familia. El Papa añade también que las estructuras laborales no perjudiquen las relaciones con Dios, y permitan cumplir debidamente los deberes religiosos. Todo lo dicho no quita que Rerum novarum fuera una Encíclica en defensa de los pobres, apelando a lo que entonces llamaba "amistad", que une a todos los seres humanos en un destino común, y que hoy en día suele denominarse "solidaridad". En efecto, el Papa previó las consecuencias negativas políticas, sociales y económicas de un ordenamiento de la sociedad, tal como lo proponía el "socialismo" por aquella época todavía filosófica. 

El Papa crítica las soluciones que se daban a la "cuestión obrera" comenzando por el socialismo, lo planteaba bajo la forma de un Estado fuerte y poderoso, con todos los recursos a su disposición. Al poner de manifiesto que la naturaleza del socialismo de su tiempo estaba en la supresión de la propiedad privada, León XIII apuntaba la peligrosidad de esto, según sus palabras: "Para solucionar este mal (la injusta distribución de las riquezas junto con la miseria de los proletarios) los socialistas instigan a las pobres al odio contra los ricos y tratan de acabar con la propiedad privada estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes; pero esta teoría es tan inadecuada para resolver la cuestión, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y es además sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera la misión del Estado y perturba fundamentalmente todo el orden social". La iglesia ha considerado siempre la propiedad privada como un derecho humano fundamental. Este derecho es primero que nada a la apropiación, y secundariamente al uso de los bienes de producción y consumo. Además, por ser "humano" se mueve necesariamente dentro de ciertos límites, como todo lo humano. Estas serían pues las consecuencias de un estado socialista, considera a todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento del Estado. Así se distorsiona el derecho, que define el ámbito del ejercicio de la libertad, y la oposición a la propiedad privada. En si es como si explicase los problemas del comunismo, así como su ateísmo fundamental para prescindir de la dignidad y responsabilidad de la persona. Por eso, añade Juan Pablo II: "Es, pues, necesaria y urgente una gran obra educativa y cultural, que comprenda la educación de los consumidores para un uso responsable de su capacidad de elección, la formación  de un profundo sentido de responsabilidad  en los productores y sobre todo en los profesionales de los medios de comunicación social, además de la necesaria intervención de las autoridades públicas". Se trata de la lucha de clases. El Papa, ciertamente, no pretende condenar todas y cada una de las formas de conflictividad social. La Iglesia sabe muy bien que, a lo largo de la historia, surgen inevitablemente los conflictos de intereses entre diversos grupos sociales. La Iglesia en contraste con el totalitarismo defiende la propia libertad, la persona, que debe obedecer a Dios antes que a los hombres. La iglesia aprecia el sistema de democracia, pero una democracia con valores si no se trata de ratificar la dignidad de la sociedad y de la persona, un cristiano no renuncia a lo que siente a través del corazón y la fe. “A mayor éxito mayor grandeza moral, para no corromperse”.

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