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Metafisica De Los Valores


Enviado por   •  2 de Octubre de 2013  •  4.843 Palabras (20 Páginas)  •  296 Visitas

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Metafísica de los valores

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Autor: Clotilde Montoya Juárez

Antonio Caso, educado en un ambiente positivista, denso y azaroso, muy pronto descubrió que México, desposado con dicha doctrina, por Gabino Barreda, tenía como preocupación principal el orden y el progreso; que se lograría a través de la adquisición de grandes riquezas y dinero. Advirtió además, que el humanismo y la filosofía habían sido desterrados de los planes de estudio y de las aulas. Por otra parte, la doctrina de Bergson, con su evolución creadora, le hace notar que todo cambia, incluyendo en este cambio la misma materia.

Los positivistas afirmaban que la materia era inmutable; la nueva doctrina, sostiene que todo es perecedero. El progreso se da solamente en la vida, y ésta es la fuente de toda transformación. La libertad positivista se logra a través de ciertas normas y leyes. A partir de esta nueva época, la auténtica libertad no conoce ley alguna. La característica primordial era la creación sin límites; la libertad creadora.

El filósofo mexicano tomó la época sacudida, agrietada, convulsiva, llena de profundos abismos y de aspiraciones de justicia y trató de iniciar su labor de restaurador, atacando las doctrinas decadentes, y presentando las bases para una nueva creencia que dé sentido a todo su pensamiento.

Se trata ahora de un nuevo humanismo; su punto de partida, es una cosmovisión cristiana, se ocupó principalmente de la axiología y aunque conoció indirectamente las corrientes axiológicas de su época, estas enriquecieron su pensamiento, sin que por ello cambiaran sus convicciones.

La mayor preocupación de Antonio Caso, fueron los valores morales, y esto porque contempla con dolor el deterioro de la nación con deseos bestiales del hombre que finca su atención en el tener sobre el ser. El siglo XIX, merced a su industrialismo y positivismo sui géneris, vivió una tremenda transmutación de valores morales; cada individuo quiere más y más. Los pueblos, como los hombres, ansían tener más, la codicia de uno es la codicia de todos.

Afirma que el siglo es egoísta y perverso; pero, sin embargo, debemos amar a los hombres de nuestro siglo que parece, ya no saben amar; es decir, obran sólo por hambre y por codicia. De aquí surge la necesidad de crear nuevos valores, comenzando por amarnos; porque el amor, al fin, es más fácil que el odio; significa descanso, confianza y paz.

El Dr. Caso, en su obra “El problema de México” tiene la siguiente frase: “Hazte valer, México, Hazte valer”... En la escuela, en el taller, en la Iglesia, en el laboratorio, sustituyamos la pasión por la compasión; la antipatía tradicional, por la simpatía; la ofensa, con la indulgencia y el perdón; porque si no nos amamos; ¡Santo Dios! ¿“Quién nos amará”? Añade: “Afiancemos los vínculos de la nación que parece derrumbarse; organicemos nuestras conciencias nacionales hoy hechas añicos, átomos dispersos y enemigos, para que otros días contemplen los mexicanos más próximos unos a otros, en el plano realismo y misterioso del alma”. La catástrofe contemporánea se engendró cuando se llevó a cabo la transmutación de todos los valores, porque así lo afirmaban los devotos de la nueva moral; “Los valores se transmutan”.

En su plan de restaurador del país, se vio seducido por la calidad moral de la nueva filosofía; sintió la urgencia de limpiar la atmósfera de los rescoldos comtianos y spencerianos que la infectaban. Su labor fue una constante invitación a sustituir la frivolidad por la meditación seria y profunda… A semejanza de Sócrates, manifestaba su propósito de moralizar a la juventud, haciendo de ella una generación de ciudadanos puros e incorruptibles.

El Dr. Caso comprendió que el problema social de México era, sobre todo, de carácter moral. Esto es lo que constituye el núcleo de su pensamiento, de donde brota su preocupación por el tema.

En nuestro filósofo encontramos una íntima relación entre su doctrina y sus ideales. Enseña que el mundo moral nace esplendoroso en el momento en que se realiza un acto de sacrificio. Define la moral en términos ascéticos, como sacrificio y como caridad. Pero su moral, no es al estilo kantiano; por el contrario, enseña que debemos ser buenos por entusiasmo y por amor y no por respeto a la ley y al deber.

Como filósofo espiritualista exalta la caridad como virtud fundamental de todo cristiano; ella, dice, es el centro de la vida del hombre y el punto de partida para realizar los valores supremos. Afirma que esta virtud no es un hecho como la lucha, no sólo se demuestra, sino que se practica; forma parte de la vida del hombre; en cierta forma, es ya otra vida.

En “Problemas filosóficos”, observa que el hombre no siempre ha preferido los mismos valores; sin embargo, el maestro nos presenta una jerarquía de valores. En su obra “La existencia como economía, como desinterés y como caridad” declara que sobre el orden biológico, está el orden humano, está a su vez el desinterés artístico; la caridad, el heroísmo irreductibles a la vida, contrarias a ella. Agrega: así como el físico es impotente para engendrar de sí lo biológico, de la misma manera, éste es incapaz de engendrar lo moral.

El egoísmo, impide el altruismo; el bien, en su nuevo principio, se nos presenta como su valor y mueve a la voluntad a tender hacia él. La razón, subraya el filósofo, casi intuye al bien, y éste es como un nuevo instinto. El bien no se impone al bueno; por el contrario, éste es el bien. Añade que una vez conocido el bien, se pone en movimiento el apetito racional.

Según Caso, existen varios órdenes; el biológico, el egoísmo sistemático, que tiende a transformar en sustancia propia el alimento, la sustancia material. El vegetal, por su parte, se nutre del mineral; el animal, a su vez, del vegetal; el hombre, de todos ellos. Por tanto, unos como otros se niegan a sí mismos en el fracaso de toda individualidad viviente. En cambio, en el género humano hay desinterés, voluntad, caridad, deseos de ayudar al que sufre; desea evitarle el dolor y aún la misma muerte.

El orden físico es perecedero y transitorio; el orden biológico es contingente; lleva consigo la destrucción. todo ello es mudable; en cambio, el bien, que quizás es la metafísica de la esperanza, cuando ya no tenga individuos que redimir y cese su fin terreno, persistirá otro nuevo orden, no como ánimo de renuncia, sino como vida espiritual, pura, libre y única. El bien, sobreviene a la existencia, pero ésta de alguna manera causa el bien.

Cabe agregar que el maestro

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