Michel Foucault “Hermenéutica del Sujeto”
Tamara CasaEnsayo17 de Enero de 2019
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Michel Foucault “Hermenéutica del Sujeto”
Está interesado en las relaciones entre subjetividad y verdad. Toma como punto de partida, la “Inquietud de sí mismo”: el hecho de ocuparse de sí mismo, preocuparse por sí mismo, etcétera… termino traducido del “epimeleia heatou”.
La cuestión del sujeto se planteó originalmente en una formula y un precepto muy distintos: la famosa prescripción délfica del “conócete a ti mismo” o “gnothi seauton” apareció en el pensamiento filosófico en la figura de Sócrates. El gnothi seaton es la fórmula fundadora de la cuestión de las relaciones entre sujeto y verdad.
Cuando se formula el gnothi seauton no tenía el valor que se le atribuyó más adelante. Tenemos dos Interpretaciones:
- La de Roscher: Recuerda los preceptos délficos dirigidos a quienes iban a consultar al dios, y que había que leerlos como una especie de reglas, de recomendaciones rituales relacionadas con el acto mismo de la consulta. El gnothi seauton significaría, siempre de acuerdo a Roscher: “en el momento en que vengas a hacer preguntas al oráculo, examina bien en ti mismo las que vas a hacer, las que quieres hacer, puesto que debes reducir al máximo la cantidad de preguntas y no plantear demasiadas, presta atención a ti mismo a lo que necesitas saber.
- La de Defradas: El conócete a ti mismo sería el principio según el cual hay que recordar que uno no es más que un mortal y no un dios, y por lo tanto no debe presumir demasiado de su fuerza ni enfrentarse con las potencias que son de la divinidad.
Cualquiera sea el sentido que se haya dado o atribuido en el culto de Apolo al precepto délfico “conócete a ti mismo”, es un hecho que cuando ese precepto aparece en la filosofía lo hace alrededor de Sócrates.
En la Apología de Sócrates encontramos como centro: Incitar a los otros a ocuparse de sí mismos, a cuidar de sí mismo y no ignorarse: “Ocúpense de ustedes mismos” / “Es preciso que se ocupen de sí mismos” es la misión de Sócrates, despertar en el hombre la “inquietud en sí”. Entonces Inquietud de sí se entiende como el momento del primer despertar.
Incluso hace la famosa analogía del tabano. Ese insecto que persigue a los animales, los pica y los hace correr y agitarse. La inquietud del sí, la epimeleia heatou, es una especie de aguijón que debe clavarse en la carne de los hombres, y generar una agitación en él, a lo largo de la vida.
Focault cree que la cuestión de la epimeleia heatou tiene que librarse un poco de los prestigios del gnothi seauton, que hizo disminuir su importancia.
La Epimeleia Heatou tiene en su noción, lo siguiente:
- Una actitud general, una forma de considerar las cosas, de estar en el mundo. Es una actitud: con respecto a si mismo, con respecto al prójimo, con respecto al mundo.
- La epimeleia heatou es también una manera determinada de atención, de mirada. Trasladar la mirada desde el exterior hacia uno mismo.
- Designa siempre una serie de acciones que uno ejerce sobre sí mismo.
En síntesis, esta noción apareció en el siglo V a.C. y atravesó hasta los siglos IV y V d.c la filosofía griega, helenística y romana, así también a la espiritualidad cristiana.
Tenemos 2 momentos: La edad antigua y la edad medieval donde tenemos la inquietud del si y el cura sui (negación del cuerpo) y la edad moderna, donde aparece el momento cartesiano. ¿Qué es el momento cartesiano? El día que se admitió que lo que da acceso a la verdad, las condiciones que permiten el acceso a ella, es el conocimiento y sólo el conocimiento. Ese conocimiento y esa verdad no nos modifican. Se accede a la verdad por 2 condiciones:
Intrínsecas: Estructura, reglas de un método, objetividad.
Extrínsecas: Cultura, moral.
Descartes
Suponía que la razón es lo que nos libraba de la ignorancia, por eso escribió el Discurso del método en Francés para que lo entiendan todos. (Es el primer libro que se escribe en francés.
El tema principal es el método, ¿el método para qué? Para usar bien la razón. ¿Para qué sirve este método? Para aumentar por grados el conocimiento.
El Discurso del método consta de un breve prefacio y seis partes. Como introducción tenemos la frase “el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo”. Diciendo que todos somos racionales. Y llama razón a la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso. También dice que la razón es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de las bestias. Analicemos las partes que vimos de este libro:
La primera parte se ocupa de la ciencia de su tiempo; Descartes constata la decepción que le causaron, en general, sus estudios en el colegio de los jesuitas de La Flèche, a excepción de las enseñanzas matemáticas.
Para Descartes, ninguna de las materias que se estudiaban en su tiempo se interesaba en la búsqueda de la verdad. O eran un pasatiempo placentero, como la literatura o la retórica, o bien tenían un fin práctico, como las disciplinas técnicas. Y las diversas filosofías, contradiciéndose unas a otras, mostraban no haber llegado a su objetivo. Sólo las matemáticas, gracias al rigor de su método, presentaban absoluta certeza.
Las matemáticas, sin embargo, no se aplicaban a la investigación de lo real. Y esta consideración es la que determina su proyecto filosófico, que no es otro que evitar las especulaciones sin sentido y los razonamientos sin fundamento; en lugar de ello, es preciso encauzar la razón por los deseados caminos del rigor y del buen hacer metodológicos que caracterizan a las matemáticas, disciplina a la que el propio Descartes realizó aportaciones decisivas. De este modo esta primera parte es a un tiempo una autobiografía intelectual y una revisión, con conclusiones deprimentes, de la ciencia de su tiempo.
La segunda parte Descartes quiere poner remedio a esta situación de las ciencias proporcionándoles una metodología, un fundamento firme, unos cimientos indiscutibles para cualquier mente racional. Su método será la duda, pero su objetivo será muy diferente del de la duda escéptica. Si el escéptico duda para permanecer en la duda, Descartes dudará (o fingirá dudar) para alcanzar justamente lo contrario: la certeza, la ausencia de posible error, el fundamento seguro. Es esta duda metódica radical la que le llevará al establecimiento de un nuevo método simple y claro_
La primera de las cuatro reglas de su método está en íntima relación con esa "duda metódica": no admitir como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo es, evitando la precipitación; es preciso partir de principios racionalmente evidentes, es decir, claros y perfectamente inteligibles.
Las tres reglas siguientes formulan el cauteloso procedimiento que lleva al conocimiento cierto: dividir los problemas en sus elementos primarios, los cuales se revelarán como verdaderos o falsos (análisis); reunir y organizar ordenadamente los conocimientos elementales así obtenidos para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los compuestos (resolución de las partes); enumerar y revisar todas las verdades conocidas para estar seguro de no omitir nada y comprobar si se relacionan las unas con las otras (Revisión). ¿Para qué crea estas reglas? Para estar seguro de usar bien la razón.
La tercera parte del Discurso del método contiene las denominadas máximas de la moral provisional. Ello no contradice para Descartes la regla de la duda metódica; ocurre simplemente que, mientras no se alcance la verdad, es necesario establecer normas provisionales para dirigir nuestros actos. Estas normas incluyen obedecer siempre las leyes y costumbres del país; permanecer fiel a las opiniones aceptadas como verdaderas, mientras no se demuestren como falsas, evitando así las incertidumbres en la investigación; aceptar las verdades halladas y los hechos inevitables, adaptándose a ellos en lugar de pretender que se adapten a nosotros; y, por fin, aplicar nuestras vidas al cultivo de nuestra razón y adelantar todo lo posible en el conocimiento de la verdad según el método expuesto anteriormente.
En la cuarta parte hallamos lo más interesante y conocido del Discurso del método: el encuentro con la certeza, con la primera afirmación indubitable. La proyección de la duda sobre la forma en que percibimos el mundo, sobre la fiabilidad de los sentidos (vemos doblarse una vara al introducirla en el agua), sobre la misma existencia de este mundo exterior (imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño) e incluso sobre las mismas verdades racionales (mediante la hipótesis de un genio maligno que deliberadamente nos engaña) es la que llevará a la primera certeza, a la roca firme sobre la que levantar el edificio del conocimiento humano.
Descartes nota que, en efecto, podemos dudar de todo, pero no podemos dudar de que dudamos, y, como dudar es pensar, no podemos dudar de que pensamos. El pensamiento es nuestra primera certidumbre, y nos lleva a la certidumbre de nuestra existencia: "Pienso, luego existo". El hombre existe al menos como cosa pensante, como res cogitans. La existencia del pensamiento es un concepto claro y distinto, una verdad evidente que sirve como punto de partida.
Cuando, tratando de llegar a una certeza, dudamos, estamos intentando superar un estado imperfecto y alcanzar otro perfecto que aún no poseemos. Pero la idea de perfección (sin la cual el hombre no podría tener idea de su imperfección en cuanto sujeto que duda, que se equivoca) no puede venir del pensamiento, que es imperfecto, sino de un ser perfecto: Dios. Dios es el ser perfecto que ha puesto en nuestro pensamiento la idea de perfección. La idea que tenemos de Dios encierra ya en sí misma su existencia, puesto que no podría poseer la suma perfección si le faltase alguna cualidad; si le faltase la cualidad de existir, ya no sería perfecto.
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