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Enviado por   •  5 de Noviembre de 2014  •  16.723 Palabras (67 Páginas)  •  304 Visitas

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I. Modernidad y posmodernidad: elementos para entender un debate

Guillermo, A. Obiols y Silvia Di Segni de Obiols

Ahora luchemos para cumplir aquellas promesas, luchemos por liberar al mundo, por acabar con las barreras, con los odios e intolerancia. Luchemos por un mundo con raciocinio, un mundo donde la ciencia y el progreso nos conducirán a la felicidad. Soldados, en nombre de la democracia ¡unámonos!

Charles Chaplin, 1940.

Desde que en la antigua Grecia Heráclito afirmó que todo cambia permanentemente y Parménides replicó que lo esencial es inmutable, calibrar la entidad y el significado de los cambios ha resultado bastante problemático. Sin embargo, el cambio parece ser el denominador común de las últimas décadas. En la Argentina como en el mundo, en la política como en la economía, en la tecnología como en las ideas y la vida cotidiana, en las comunicaciones como en la educación, rápidos y significativos cambios han transformado la vida de gran parte de los hombres, a los que nos toca vivir un complejo final de siglo. Aunque el cambio lo afecta todo y produce una crisis global de las distintas sociedades, hay territorios, sectores, instituciones, grupos y generaciones, más o menos dinámicos, más o menos dependientes, que viven la crisis de modo diferente. No es difícil advertir la interrelación entre los diversos procesos de cambio: un descubrimiento tecnológico en el mundo desarrollado lleva a que tiempo después se instale un video-club a la vuelta de nuestra casa, lo que traerá como consecuencias, entre muchas otras, menos salidas al cine, con una reducción en el número de salas, y un mayor acceso al mundo de la imagen televisiva, con una reducción del tiempo dedicado a otras actividades; el generalizado uso del walk-man entre los jóvenes, replantea su relación con la música que se hace omnipresente en los contextos más diversos, incluida el aula de la escuela que debe dar alguna respuesta a este nuevo fenómeno. Aunque advertimos la interrelación de los cambios entre sí, más difícil resulta encontrar un hilo conductor que nos permita aproximarnos a comprender las grandes líneas de los procesos de cambio de los que participamos, un hilo conductor que nos permita llegar a entender, aunque sea de un modo provisional, el sentido global de los mismos y nos posibilite una ubicación más o menos lúcida en relación con ellos. Naturalmente se puede intentar buscar este hilo conductor en muy distintas áreas y acudiendo a distintos conceptos; explicarlo todo desde la economía, a partir de la revolución científico-tecnológica o postular una crisis de los valores. Sin embargo, estas explicaciones suelen ser un tanto reduccionistas: todo sería consecuencia de ciertos desarrollos producidos en el área que se privilegia. En lugar de definir una clara, pero a la vez unilateral perspectiva, para intentar una comprensión de los procesos de cambio, hemos optado, en este trabajo, por algo más difuso cual es considerar como punto de referencia la transición, el corte o el enfrentamiento modernidad-posmodernidad que atraviesa las disciplinas científicas, pero también las expresiones estéticas, el mundo de los valores, la política, la economía, la educación y la vida cotidiana. Este corte modernidad-posmodernidad ha resultado fecundo para entender diferentes áreas sociales y aunque se lo ha aplicado a la comprensión de la educación, en general, y a la universidad en particular, casi no se lo ha empleado para comprender la crisis de la escuela secundaria y la situación del adolescente en relación con esta institución en las presentes circunstancias. La expresión "posmodernidad" fue ocupando un espacio a partir de los años ochenta. Desde su uso en los medios de comunicación en primer término, y en el vocabulario de algunos jóvenes posteriormente, quienes la abreviaron "posmo", nos fuimos habituando a una palabra que, en casi todos los casos, se emplea con un significado extremadamente vago. Comencemos por indagar sus orígenes. A fines de los sesenta, Alain Touraine escribe un libro titulado La sociedad postindustrial; en la década del setenta se habla de cultura posmoderna, con especial referencia a la arquitectura. De 1979 es el libro de JeanFrancois Lyotard, La condición posmoderna, donde sostiene la hipótesis de que el saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades entran en la llamada edad posindustrial y las culturas en la edad posmoderna. (1) La posmodernidad sería entonces la cultura que correspondería a las sociedades posindustriales, sociedades que se habrían desarrollado en los países capitalistas avanzados a partir de los años cincuenta sobre la base de la reconstrucción de posguerra. Más adelante consideramos en este trabajo las características de estas sociedades posindustriales y, lo que será objeto de nuestro especial interés, las de la cultura posmoderna. Pero hay un punto de referencia inevitable de donde la posmodernidad recibe su nombre que es la modernidad La posmodernidad, como edad de la cultura, debe comprenderse por referencia a lo que se denomina "modernidad", ya sea que se la considere como su contrapartida, como su continuidad o su superación. Nuestro planteo nos llevará entonces inicialmente a la consideración de las ideas de la modernidad en los siglos XVII y XVIII y al replanteo y las críticas de estas ideas en el siglo XIX; posteriormente estudiaremos el desenvolvimiento de las sociedades posindustriales y la crisis de la modernidad; seguiremos desarrollando las ideas que conforman la cultura posmoderna, para finalizar con una valoración crítica de lo expuesto.

(1) Lyotard,Jean-Francois. La condición posmoderna. Bs.As., REI, 1989,p.13.

1. Las ideas de la modernidad en los siglos XVII y XVIII

Las ideas de la modernidad en los siglos XVII y XVIII La modernidad se había gestado en las ciudades comerciales de la Baja Edad Media en las que se había desarrollado el capitalismo y surgido una nueva clase social: la burguesía. En las mismas se había originado el Renacimiento artístico de los siglos XV y XVI con figuras que, como Leonardo Da Vinci, atisbaban un futuro diferente. De estas ciudades había partido el impulso de viajar y conocer el mundo, de afán de riquezas y de conocimiento científico. El mundo se ensancha con los grandes viajes de descubrimiento y conquista de los siglos XV y XVI que penetran en lo desconocido y abren nuevas posibilidades al comercio cuyo desarrollo lleva, progresivamente, a la constitución de un incipiente mercado mundial potenciado por la plata americana. El predominio económico y político se desplaza del Mediterráneo al Atlántico,

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