Paulo Freire: una educación para la libertad
jocelin19Ensayo11 de Agosto de 2013
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Paulo Freire: una educación para la libertad
Si los hombres se educan entre sí, o \'en comunión\', es porque cada uno de nosotros educa y es educado por otros, y sobre todo, porque podemos educarnos a nosotros mismos. La concientización no puede ser individual ni egoísta.
Pareciese ser más adecuado hablar de pedagogías de la liberación, que referirse una pedagogía por esencia, toda vez que ésta es una tendencia multifacética[1], que se va desplegando en América Latina y en el Tercer Mundo, donde se enfrentan la situación de \'dependencia\' con la meta de la \'liberación\'.
Estos términos claves son, no sólo aplicables a los vínculos entre los modelos educativos de los países hegemónicos y los de los periféricos, sino a los que rigen la vida de los distintos grupos sociales en los que la distancia está dada por el poder de unos pocos construido a expensas de la marginación de los más.
Es tan evidente esta contradicción entre una educación dependiente, que acrecienta la dependencia, y una educación que ayude a generar o a consolidar, según los casos, formas diversas de liberación, que su conciencia se ha generalizado aún en la afirmación un tanto abstracta de volcar los esfuerzos educativos sobre las mayorías \'menos favorecidas\'. Por eso mismo, el objetivo de la liberación se ha convertido en uno de los motores para la elaboración de una pedagogía que viene naciendo y que, aunque sometida a muchas vicisitudes, tipifica gran parte del movimiento pedagógico latinoamericano en las dos últimas décadas.
No obstante la variedad de sus líneas y de sus fuentes, las pedagogías liberadoras tienen puntos básicos de contacto que permiten ubicarlas dentro de una denominación genérica. Entre esos aspectos comunes, quizá el más importante sea la identificación de los factores de alienación y deshumanización que hay en el contexto socioeconómico y político y la voluntad de compromiso con el cambio de esas condiciones.
Una pedagogía de la liberación, tal cual viene formulándose en América Latina, parece ser, además, la que comienza por reconocer la politicidad de la educación, su carácter de gran fenómeno social, aunque todavía no haya penetrado suficientemente en la especificidad de ese fenómeno.
Esta penetración se está produciendo y será, tal vez, el resultado de las nuevas síntesis pedagógicas que comienzan a abrirse paso en las postrimerías de los años 70. Este paso se ha demorado porque una pedagogía de este tipo requiere el ejercicio previo y paralelo de una praxis liberadora que va creando formas y estilos educativos liberadores. Sin esa praxis —que es también praxis educativa— se corre el riesgo de que no se trasciendan las simples postulaciones teóricas o los niveles de una ideología tan general en la que los procesos humanos, como la educación, pierdan sus perfiles y no puedan ser explicados ni organizados en función de objetivos probados de transformación.
En ese vaivén entre formulaciones meramente teóricas y movimientos de base que pueden acercar la teoría a la realidad y hacer de ésta el alimento de aquélla, es comprensible que no siempre las pedagogías liberadoras hayan alcanzado, como pedagogías, la solidez y la coherencia deseables. Una de las líneas que ha conseguido un mayor desarrollo en este sentido —no importa si se está o no de acuerdo parcial o totalmente con ella— es la impulsada por Paulo Freire, de gran difusión no sólo en América Latina, sino también en los otros países del Tercer Mundo y aun en los altamente industrializados. Todavía más: es la línea que, expresamente, se ha asumido y se ha presentado como una "pedagogía de la liberación" o, mejor dicho, como una "filosofía de la educación liberadora".
Es por esto que nos detendremos solamente en ella. Su pedagogía de la liberación se ha ido construyendo como una filosofía educativa sobre la marcha y con la apoyatura de una praxis que, al mismo tiempo, se ha ido enriqueciendo en contextos muy diversos. Por ello esta concepción —que su autor es el primero en reconocer inacabada— se presenta ante el primer golpe de vista como una combinación de influencias teóricas muy diversas y hasta dispares.
El mismo Freire ha confesado que sus primeras y siempre queridas lecturas han sido las de Tristán de Athayde, Maritain, Bernanos y Mounier, que le dieron una formación cristiana inicial aunque no confesional —"me alejé de la Iglesia, jamás de Dios"— que explica muchos elementos de su sistema teórico como expresión de lo que podría llamarse un "cristianismo militante". Su teoría, en la medida de su desarrollo, ha sido influida por el existencialismo, el hegelianismo y hasta el marxismo, y, según aparece en sus libros, ha leído a fondo a autores que, aparte de los arriba nombrados, son, entre otros, Nicolai Hartmann, Hegel; Marx, Engels, Lukács, Fromm, Marcusse, Fanon,y ha puesto las ideas de todos ellos al servicio de una experiencia creadora hecha en un medio muy singular y que busca expresarse lo más coherentemente posible en ese medio.
Por otra parte, el contexto de la praxis educativa de Freire es el de las poblaciones marginales de América Latina, en una sociedad dependiente. Su pensamiento se elaboró, se elabora y se reelabora no sólo en función de restringidas necesidades \'didácticas\', sino también, sobre todo, de un compromiso con la liberación de los marginados y de toda la sociedad latinoamericana. De ahí que muchos de sus críticos —y el mismo Freire— hayan visto su filosofía educativa como una filosofía \'emergente\', esto es, no definitiva. Sin duda, Freire está por lograr una teoría que supere las emergencias y tenga una estructura, si no cerrada —la movilidad dialéctica del pensamiento y de la acción es uno de los supuestos inconmovibles de su trabajo—, más orgánica e integrada, cualquiera que sea el rumbo que su autor le imprima.
La pedagogía de Freire es, influencias aparte, una de las primeras pedagogías que busca su coherencia en el intento de constituirse desde y con los oprimidos, antes que para ellos, y que, por sobre todo, construye con la mentalidad puesta en la situación latinoamericana y en función de su problemática más aguda.
Esta pedagogía arranca, precisamente, de la problematicidad de lo humano, planteada en toda su urgencia por la deshumanización que padecemos. "Humanización y deshumanización, dentro de la historia, en un contexto real, concreto y objetivo —expresa— son posibilidades de los hombres como seres inconclusos". Esta deshumanización es igualmente real tanto en los explotados (los \'oprimidos\') como en los explotadores (los \'opresores\'). La situación opresora, la distorsión del \'ser más\', que es la vocación humana por excelencia, no lleva a los oprimidos a \'ser menos\', sino, "tarde o temprano, a luchar contra quien los minimizó.
Esta lucha "por la recuperación de la humanidad, que deviene en forma de crearla" carecerá de valor y no producirá los efectos deseados si los oprimidos se transforman "en opresores de sus opresores", en lugar de convertirse en restauradores de la humanidad de ambos. Freire ve en el oprimido, una \'conciencia dual\' que lo vuelve temeroso de la libertad y puede hacerlo concebir su liberación no como un \'ser más\', sino como un \'tener más\'. En la conciencia del oprimido vive, pues, la del opresor. Por eso es preciso rebasar la "contradicción opresores-oprimidos" que, en última instancia, es la liberación de todos. La liberación tampoco es concebible en términos ideales, sino objetivamente, y a través de la praxis liberadora de los oprimidos. En lo que concierne al opresor, éste no se desprende de ese carácter, ni se solidariza con los oprimidos, mediante actitudes meramente \'asistencialistas\' sino cuando se aleja de "gestos ingenuos y sentimentales puramente individualistas", para ser capaz de un acto de amor hacia aquéllos.
La liberación surge de superar todas esas contradicciones en el proceso de una efectiva \'concientización\' del puesto que cada cual ocupa en el par \'opresores-oprimidos\', y la praxis liberadora de estos últimos pasa a formar parte de la \'pedagogía de los oprimidos\'.
La tesis de Freire es importante porque considera posible una acción pedagógica liberadora, aun dentro de situaciones opresoras, y el enfrentamiento \'cultural\' de la \'cultura de la dominación\', cubriendo lo que considera uno de los aspectos principales de la \'revolución cultural\'. Produce así un acercamiento y una interrelación entre política y cultura ya que "la acción política, junto a los oprimidos, en el fondo debe ser una acción cultural para la libertad y, por eso mismo,
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