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PAULO FREIRE Y LA EDUCACIÓN LIBERADORA

pinkyyboniResumen3 de Diciembre de 2020

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PAULO FREIRE Y LA EDUCACIÓN LIBERADORA

Antología de

MIGUEL ESCOBAR G.

LA RELACIÓN ENTRE PROFESOR Y ALUMNO

Las relaciones entre educador-educandos dominantes en la escuela actual son de naturaleza fundamentalmente narrativa, discursiva, disertadora. El educador aparece como su agente indiscutible, como su sujeto real, cuya tarea es "llenar" a los educandos con los contenidos de su narración. La narración, cuyo sujeto es el educador, conduce a los educandos a la memorización mecánica del contenido narrado. En vez de comunicarse, el educador hace comunicados y depósitos que los educandos, reciben pacientemente, memorizan y repiten. Tal es la concepción "bancaria" de la educación, donde lo único que se ofrece a los educandos es el de recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos; en esta visión distorsionada de la educación, no existe creatividad alguna, no existe transformación, ni saber. En la concepción "bancaria", la educación es el acto de depositar, de transferir, de transmitir valores y conocimientos, no se verifica, ni puede verificarse esta superación. Si el educador es quien sabe, y si los educandos son los ignorantes, le cabe, entonces, al primero, dar, entregar, llevar, trasmitir su saber a los segundos. Saber que deja de ser un saber de "experiencia realizada" para ser el saber de experiencia narrada o trasmitida.  En esta visión "bancaria" de la educación cuanto más se ejerciten los educandos en el archivo de los depósitos que les son hechos, tanto menos desarrollarán en sí la conciencia crítica de la que resultaría su inserción en el mundo, como transformadores de él, como sujetos del mismo. Cuanto más se les imponga pasividad, tanto más tenderán a adaptarse al mundo en lugar de transformar. En la medida en que esta visión "bancaria" anula el poder creador de los educandos o lo minimiza, estimulando así su ingenuidad y no su criticidad, satisface los intereses de los opresores. Para éstos, lo fundamental no es el descubrimiento del mundo, es por esta misma razón por lo que reaccionan, contra cualquier tentativa de una educación que estimule el pensamiento auténtico, pensamiento que no se deja confundir por las visiones parciales de la realidad, buscando, por el contrario, los nexos que conectan uno y otro punto, uno y otro problema.  La tentativa es hacer de los hombres: unos autómatas.

Un educador humanista, revolucionario, no puede esperar comprometerse en la lucha por su liberación. Su acción, al identificarse, desde luego, con la de los educandos, debe orientarse en el sentido de la liberación de ambos. En el sentido del pensamiento auténtico y no en el de la donación, el de la entrega de conocimientos. Su acción debe estar empapada de una profunda creencia en los hombres. Creencia en su poder creador. Todo esto exige que sea, en sus relaciones con los educandos, un compañero de éstos. La educación "bancaria", en cuya práctica no se concilian el educador y los educandos, rechaza este compañerismo, ya no efectuaría "depósitos", ya no intentaría domesticar, ya no prescribiría. Saber con los educandos en tanto éstos supieran con él, sería su tarea. Ya no estaría al servicio de la deshumanización, al servicio de la opresión, sino al servicio de la liberación. No puede percibir que la vida humana sólo tiene sentido en la comunicación, ni que el pensamiento del educador sólo gana autenticidad en la autenticidad del pensar de los educandos, mediatizados ambos por la realidad y, por consiguiente, en la intercomunicación.

La liberación auténtica, que es la humanización en proceso, implica la acción y la reflexión de los hombres sobre el mundo para transformarlo. La educación que se impone a quienes verdaderamente se comprometen con la liberación no puede basarse en una comprensión de los hombres como seres "vacíos" a quienes el mundo "llena" con contenidos; no puede basarse en una conciencia espacializada, mecánicamente dividida, sino en los hombres como "cuerpos conscientes" y en la conciencia como conciencia intencionada al mundo. No puede ser la del depósito de contenidos, sino la de la problematización de los hombres en sus relaciones con el mundo. A través de éste se opera la superación de la que resulta un nuevo término: no ya educador del educando; no ya educando del educador, sino educador-educando con educando-educador. Ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, y el mundo es el mediador.

Estudiar es, un trabajo difícil. Exige de quien lo hace una postura crítica, sistemática. Exige una disciplina intelectual que no se adquiere sino practicándola, es buscar las relaciones entre el contenido en estudio y otras dimensiones afines del conocimiento, es una forma de reinventar, de recrear, de reescribir, tarea de sujeto y no de objeto. La actitud crítica en el estudio es la misma que es preciso adoptar frente al mundo, la realidad, la existencia. Estudiar es también, y sobre todo" pensar la práctica, y pensar la práctica es la mejor manera de pensar correctamente. De esta manera, quien estudia no debe perder ninguna oportunidad, en sus relaciones con los demás, con la realidad, de asumir una postura de curiosidad. La de quien pregunta, la de quien indaga, la de quien busca. el acto de estudiar exige humildad. Si quien estudia asume realmente una posición humilde, coherente con la actitud crítica, no se siente disminuido si encuentra dificultades, a veces grandes, para penetrar en la significación más profunda del texto. Humilde y crítico, sabe que el texto, en la medida misma en que es un desafío, puede estar más allá de su capacidad de respuesta. El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. La comprensión de un texto no es algo que se recibe de regalo: exige trabajo paciente de quien se siente problematizado por él. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearla.

LA EDUCACIÓN COMO ACTO POLÍTICO Y COMO ACTO DE CONOCIMIENTO

La organización del contenido programático de la educación, lo mismo si se trata de la primaria, secundaria y universitaria, que de la que se da en el nivel de una campaña de alfabetización de adultos, es un acto eminentemente político, como es política la actitud que asumimos en la elección de las propias técnicas y de los métodos para concretar aquella tarea. El carácter político de tal quehacer existe independientemente de que tengamos conciencia de él o no.

 El saber cómo delimitar el qué conocer no puede estar separado del para qué conocer, ni de las demás implicaciones de este acto. En una visión dinámica -la de la unidad de práctica y teoría- la escuela no se define nunca como una institución burocráticamente responsable de la transferencia de un saber selecto. No se define tampoco como un "mercado" de conocimiento y en la escuela, como "centro democrático" desaparece, por una parte, el profesor que transmite autoritariamente un saber selecto y, por otra, el alumno pasivo, que recibe sin más el saber transferido. En lugar de ellos surgen el profesor y el alumno militantes, el profesor que aprende al enseñar y el alumno que enseña al aprender.

 El proceso de alfabetización es un acto político, como toda la educación. No hay práctica educativa que sea neutral. La educación es una práctica al servicio de la humanidad. La humanidad no existe, es un concepto abstracto; en todo caso, la humanidad somos nosotros concretamente. Hay una politicidad en la educación que alcanza obviamente a la alfabetización, porque ésta es también educación. De la misma forma en que se educa en el acto político, no hay una educación que no sea política, ni tampoco un acto político que no sea educativo. La cuestión fundamental es saber qué política es la de la educación, a quiénes sirve, a quiénes no ayuda; en otras palabras: a quién sirvo como educador en la sociedad y, por lo tanto, contra quién estoy, porque no existe ningún caso en que se esté a favor de alguien sin estar en contra de otro. En una situación educativa, los sujetos del conocimiento son exactamente los educandos y los educadores, con una obvia preeminencia de los educadores que tienen experiencia anterior a los educandos. La alfabetización, al ser educativa, es también un acto creador: la relación alfabetizador-alfabetizando no es una relación en la cual uno alfabetiza al otro, es una relación en la que uno que conoce las técnicas de leer y escribir plantea al otro, a través de una cierta práctica, la posibilidad de asumir estas técnicas. Si el educador no es llevado a "burocratizarse" en este proceso, sino a mantener viva su curiosidad, redescubre el objeto en el descubrimiento que de él van haciendo los educandos, y de ese modo, no pocas veces, percibe en él dimensiones que hasta entonces había pasado por alto, es indispensable que educadores-educandos y educandos-educadores se ejerciten constantemente en decir no a la "burocratización" que, aniquilando la creatividad, los convierte en repetidores. El conocimiento de la realidad es indispensable para el desarrollo de la conciencia de sí, y éste para el aumento de aquel conocimiento.

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