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Petrarca: El ascenso al monte


Enviado por   •  1 de Mayo de 2014  •  Prácticas o problemas  •  4.504 Palabras (19 Páginas)  •  335 Visitas

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Petrarca: El ascenso al monte Ventoux2

La lectura es una carta escrita al profesor Dionisio da Bongo profesor de la universidad de parís

En la lectura nos habla de que Petrarca desde niño quería subir la montaña más alta de la región donde el vivía por que tenia la curiosidad de observar la vista desde arriba y cuando por fin se propuso a subir este monte se hizo la pregunta de cuál amigo debería acompañarlo y por ello checo las cualidades y las desventajas de cada uno

Pero se dio cuenta de que ninguno de sus amigo era el indicado para acompañarlo a tal expedición, triste regreso a su casa y después de analizarlo se dio cuenta que el indicado para ir con él al viaje era su único hermano que era menor que el

Y ya una vez escalando el monte Petrarca quería sacarle la ventaja a su hermano mayor y por lo mismo tomaba atajos solo, pero siempre que se daba cuenta veía que su hermano que sin tomar ventaja alguno seguía siempre adelante de el

También se dio cuenta en el viaje que los movimientos de cuerpo son manifiestos y externos, mientas que los del alma son ocultos e invisibles

También nos habla de cuando ya iban en descenso del monte dominaba el silencio aquí donde Petrarca está expresando las tensiones del hombre moderno ese permanente balanceo entre dos mundos

En el ascenso y descenso del monte Petrarca no quiere elegir entre razón o pasión. Quiere fundir almas en un abrazo, también nos dice que la curiosidad de Petrarca se inicio cuando la curiosidad era un pecado. En fin en esta obra trata en ella la curiosidad estética y científica del futuro

Desarrollo del espíritu humanista

La época de los humanistas y el apogeo del arte italiano no señala uno de los acontecimientos intelectuales más importantes de la historia occidental. El anterior renacimiento de los siglos XII y XIII fue una resurrección espiritual mucho más inequívoca, si bien las fuerzas operantes en la Edad Media, que en el siglo XVI se revelaron como destructoras del viejo orden, no produjeron una revolución fundamental en las formas del pensamiento humano hasta los siguientes XVII y XVIII. La época siguiente debería buscar las anchas bases sobre las cuales pudieran integrarse estos fragmentos en una nueva estructura, Versalles, preciso y ordenado, iba a suceder entonces a Reims. La época del renacimiento y de la reforma es, más que ninguna otra, una época de compromiso. Si en medio del goce de las más amplias perspectivas algunas se marearon con la belleza y la lujuria de la vida en su más plena riqueza, muchos más se vieron vacilar, mal dispuestos a aceptarla y, como Bruno, abandonaron la casa paterna sin aventurarse entre las glorias del mundo. Lo que el renacimiento y la reforma tenían de mejor no podían durar; era el noble entusiasmo de la juventud, y lo que necesitaba era el duro y penoso trabajo de la madurez. La ordenada sociedad medieval permitió que las fuerzas que había creado se desarrollaran hasta que naturalmente rebasaron el estrecho y fijo bastidor que funcionaban. La compleja jerarquía de la sociedad medieval, con su contralor comunal fijo, se manifestaba cada vez más inadecuada para satisfacer las nuevas necesidades y demandas de la naturaleza humana, y para organizar sus diversas y cambiantes actividades. Las fuerzas centradas en los miembros individuales quebraron lazos delicadamente ajustados, y en todos los campos de la aspiración humana, en la religión, en la ciencia, en el arte, en la vida económica, en el controlar político, se acentuó cada vez más el crecimiento y la expresión de las potencialidades contenidas en los elementos individuales, y cada vez mas menos la organización de estos elementos en conjuntos hacia los cuales los miembros individuales gradualmente perdían el sentimiento de la responsabilidad. Los cambios que se produjeron en el espíritu europeo durante este periodo, su nuevo saber y sus nuevos ideales, estaban condicionados por una multitud de otros factores, pero cada nueva creencia, cada nueva concepción del hombre y de su destino, era producto de hombres que vivían esta sociedad y que estaban poderosamente influidos a cada instante por las fuerzas de esta sociedad.

El Humanismo medieval

El interés en la humanidad había permanecido desde antes de que el cristianismo conquistara a los bárbaros.

A través de la Baja Edad Media hubo una corriente de canciones vulgares que ensalzaban un goce a la vida y de su placer. No solo a soldados sino los mismos clérigos que más tarde llegaban a escribir Summae e himnos a la Virgen. Cada vez que surgía una literatura laica y vernácula reflejaba por doquier el mismo goce pagano de los bienes de la vida.

El “nuevo y dulce estilo” que Dante y otros poetas del norte de Italia simbolizaban las cosas del cielo expresadas bajo el más terreno de los disfraces.

Los poemas más libres y realistas surgieron de la cultura burguesa de las ciudades; los obscenos fabliaux franceses alcanzaron un nivel de deleite al pintar hombres de toda clase y condición en su desnuda realidad, con especial predilección por pícaros, vagabundos y las debilidades del clero, que caracteriza la pandilla de Chaucer y la galería de vagabundos de Boccaccio.

En el sobrio Santo Tomás se encuentra la mezcla del sentido de la dignidad y mérito de todo cuanto es específicamente humano y el antiguo humanismo de Aristóteles. En Santo Tomás traza de ascetismo; toda su teoría de la carne y de sus impulsos se inspiraba en el principio aristotélico de mantener la supremacía de la parte más característicamente humana del hombre: la razón.

En el arte se encuentran los mismos caracteres que en la literatura; las primitivas vírgenes y santos de Chartres, con sus expresiones infantiles y beatificadas, se convierten en retratos realistas, y las convencionales madonnnas bizantinas se transforman en jóvenes campesinas italianas.

Descubrimiento del humanismo de los clásicos

El interés por las literaturas antiguas data en el siglo Xll. Los primeros estudiantes tenían un amor por los clásicos tan intenso como el de los intelectuales hacia el siglo XlV. Juan de Salisbury, el discípulo de Abelardo, hacía colecciones de los poetas latinos y se gozaba en su lectura. Petrarca, que tenía 17 años a la muerte de Dante está intensamente interesado en su propia persona, escribe Carta a la posteridad en pose autobiográfica; compone

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