Procesos Mentales
MCVolta1 de Octubre de 2012
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“El Papel del Trabajo en la Transformación del Mono en Hombre”
[1]
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Federico Engels
Tomado de: Obras Escogidas de Carlos Marx y Federico
Engels en Tres Tomos, Editorial Progreso, Moscú,
1981,Tomo 3, pp. 66-79.
El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía
política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los
materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que
eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en
tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al
propio hombre.
Hace muchos centenares de miles de años, en una época, aún no
establecida definitivamente, de aquel período del desarrollo de la Tierra que
los geólogos denominan terciario, probablemente a fines de este período, vivía
en algún lugar de la zona tropical — quizás en un extenso continente hoy
desaparecido en las profundidades del Océano Indico— una raza de monos
antropomorfos extraordinariamente desarrollada. Darwin nos ha dado una
descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Estaban totalmente
cubiertos de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y
formaban manadas [¨2]
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Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por
el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las
de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al
caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta.
Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre.
Todos los monos antropomorfos que existen hoy día pueden
permanecer en posición erecta y caminar apoyándose únicamente en sus pies;
pero lo hacen sólo en caso de extrema necesidad y, además, con suma
torpeza. Caminan habitualmente en actitud semierecta, y su marcha incluye
el uso de las manos. La mayoría de estos monos apoyan en el suelo los
nudillos y, encogiendo las piernas, hacen avanzar el cuerpo por entre sus
largos brazos, como un cojo que camina con muletas. En general, aún hoy
podemos observar entre los monos todas las formas de transición entre la
marcha a cuatro patas y la marcha en posición erecta. Pero para ninguno de
ellos ésta última ha pasado de ser un recurso circunstancial.El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, FEDERICO ENGELS
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Y puesto que la posición erecta había de ser para nuestros peludos
antepasados primero una norma, y luego, una necesidad, de aquí se
desprende que por aquel entonces las manos tenían que ejecutar funciones
cada vez más variadas. Incluso entre los monos existe ya cierta división de
funciones entre los pies y las manos. Como hemos señalado más arriba,
durante la trepa las manos son utilizadas de distinta manera que los pies. Las
manos sirven fundamentalmente para recoger y sostener los alimentos, como
lo hacen ya algunos mamíferos inferiores con sus patas delanteras. Ciertos
monos se ayudan de las manos para construir nidos en los árboles; y algunos,
como el chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las ramas, para
defenderse de las inclemencias del tiempo. La mano les sirve para empuñar
garrotes, con los que se defienden de sus enemigos, o para bombardear a
éstos con frutos y piedras. Cuando se encuentran en la cautividad, realizan
con las manos varias operaciones sencillas que copian de los hombres. Pero
aquí es precisamente donde se ve cuán grande es la distancia que separa la
mano primitiva de los monos, incluso la de los antropoides superiores, de la
mano del hombre, perfeccionada por el trabajo durante centenares de miles de
años. El número y la disposición general de los huesos y de los músculos son
los mismos en el mono y en el hombre, pero la mano del salvaje más primitivo
es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas
por la mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás
un cuchillo de piedra, por tosco que fuese.
Por eso, las funciones, para las que nuestros antepasados fueron
adaptando poco a poco sus manos durante los muchos miles de años que
dura el período de transición del mono al hombre, sólo pudieron ser, en un
principio, funciones sumamente sencillas. Los salvajes más primitivos,
incluso aquellos en los que puede presumirse el retorno a un estado más
próximo a la animalidad, con una degeneración física simultánea, son muy
superiores a aquellos seres del período de transición. Antes de que el primer
trozo de sílex hubiese sido convertido en cuchillo por la mano del hombre,
debió haber pasado un período de tiempo tan largo que, en comparación con
él, el período histórico conocido por nosotros resulta insignificante. Pero se
había dado ya el paso decisivo: la mano era libre y podía adquirir ahora cada
vez más destreza y habilidad; y ésta mayor flexibilidad adquirida se transmitía
por herencia y se acrecía de generación en generación.
Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también
producto de él. Unicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas y
nuevas funciones, por la transmisión hereditaria del perfeccionamiento
especial así adquirido por los músculos, los ligamentos y, en un período más
largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas
habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, ha sido
como la mano del hombre ha alcanzado ese grado de perfección que la ha
hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael, a
las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini.
Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era
únicamente un miembro de un organismo entero y sumamente complejo. Y lo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, FEDERICO ENGELS
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que beneficiaba a la mano beneficiaba también a todo el cuerpo servido por
ella; y lo beneficiaba en dos aspectos.
Primeramente, en virtud de la ley que Darwin llamó de la correlación
del crecimiento. Según ésta ley, ciertas formas de las distintas partes de los
seres orgánicos siempre están ligadas a determinadas formas de otras partes,
que aparentemente no tienen ninguna relación con las primeras. Así, todos
los animales que poseen glóbulos rojos sin núcleo y cuyo occipital está
articulado con la primera vértebra por medio de dos cóndilos, poseen, sin
excepción, glándulas mamarias para la alimentación de sus crías. Así
también, la pezuña hendida de ciertos mamíferos va ligada por regla general a
la presencia de un estómago multilocular adaptado a la rumia. Las
modificaciones experimentadas por ciertas formas provocan cambios en la
forma de otras partes del organismo, sin que estemos en condiciones de
explicar tal conexión. Los gatos totalmente blancos y de ojos azules son
siempre o casi siempre sordos. El perfeccionamiento gradual de la mano del
hombre y la adaptación concomitante de los pies a la marcha en posición
erecta repercutieron indudablemente, en virtud de dicha correlación, sobre
otras partes del organismo.
Sin embargo, ésta acción aún está tan poco estudiada que aquí no
podemos más que señalarla en términos generales.
Mucho más importante es la reacción directa —posible de demostrar—
del desarrollo de la mano sobre el resto del organismo. Como ya hemos dicho,
nuestros antepasados simiescos eran animales que vivían en manadas;
evidentemente, no es posible buscar el origen del hombre, el más social de los
animales, en unos antepasados inmediatos que no viviesen congregados. Con
cada nuevo progreso, el dominio sobre la naturaleza, que comenzara por el
desarrollo de la mano, con el trabajo, iba ampliando los horizontes del
hombre, haciéndole descubrir constantemente en los objetos nuevas
propiedades hasta entonces desconocidas. Por otra parte, el desarrollo del
trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta, y al
mostrar así las ventajas de ésta actividad conjunta para cada individuo, tenía
que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la
sociedad. En resumen, los hombres en formación llegaron a un punto en que
tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creó el
órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta
pero firmemente, mediante modulaciones que producían a su vez
modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco
a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.
La comparación con los animales nos muestra que ésta explicación del
origen del lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la única acertada. Lo
poco que los animales,
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