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Que Es Ser Universatario


Enviado por   •  15 de Junio de 2014  •  1.392 Palabras (6 Páginas)  •  180 Visitas

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¿Qué significa ser universitario?

Víctor H. Palacios Cruz

Prof. adscrito al Departamento de Filosofía y Teología

Hacia 1088, en Bolonia (Italia) se creó la primera organización que llevó este nombre: Universidad. Por ella pasaron figuras decisivas en la transición hacia la modernidad: Dante, Petrarca, Pico de la Mirandola y Erasmo de Rotterdam. Ella fue, asimismo, el modelo de las universidades fundadas más tarde en el resto de Europa (Oxford, París, Salamanca) y de la primera surgida en América en 1551, llamada San Marcos. Sin embargo, lo original de la primera de todas fue el hecho de ser producto de la iniciativa de profesores y estudiantes de las escuelas municipales que venían funcionando en aquella urbe medieval. La institución que hoy conocemos no descendió de la potestad de una corona. Su aparición fue resultado del acuerdo de unas voluntades que deseaban aprender.

Con variaciones de mayor o menor importancia a lo largo de los siglos (incluida la reforma napoleónica que le imprimió una sujeción al Estado y, con ello, una subordinación de la enseñanza a las necesidades sociales), las universidades han conservado y protegido su carácter de centro de investigación y de generación del saber. Es lo que las distingue de los institutos y escuelas dedicados a la sola instrucción técnica, que privilegia la adquisición de las habilidades específicas de un quehacer determinado (administración, ingeniería, abogacía).

El latín universitas, de donde proviene «universidad», aludía en la Edad Media a la totalidad de los practicantes de un oficio (la universidad de los zapateros, la universidad de los talabarteros). Así, la de Bolonia se llamó Universidad de los Estudiantes y Profesores de la Ciudad de Bolonia. A su vez, universo resulta de la fusión de unum y versus. «Universidad», en definitiva, significa “variedad convertida en unidad”.

Una universidad es, en efecto, una pluralidad de especialidades, asignaturas, metodologías, profesores y, por ello, de miradas y puntos de vista. Multiplicidad que tiende a la síntesis antes que a la dispersión. Que aspira a una integración que no se limita a la coexistencia de carreras, vitrinas y pabellones, sino que busca proponer una imagen del mundo como fruto de la concurrencia de las disciplinas. Ello explica que siempre se haya visto en las universidades la irradiación de una sabiduría y una voz autorizada para las más dispares coyunturas; lo que justifica, asimismo, su preeminencia no solo científica, sino igualmente social y cultural.

En las universidades no solo se aprende el ejercicio de una profesión. En ellas se brindan al estudiante los elementos que sitúan el área de su futura dedicación en el conjunto de las circunstancias de su tiempo y en el cuadro de una comprensión de la condición humana, que es la de los seres a quienes ha de servir y con quienes habrá de tratar. La literatura, el arte, la historia, la lengua y la filosofía conciernen a los humanistas, pero también al ingeniero y al médico que entienden su desempeño –para el que recibirán un permiso llamado licenciatura– como la intervención en un entorno dotado de unas facciones culturales, sociales, históricas y, ante todo, humanas, que es preciso identificar y contemplar en la propia rutina. Si los jueces de los tribunales de Nüremberg que, tras la Segunda Guerra Mundial, juzgaron a los mandos nazis que concibieron y organizaron el horror de los campos de concentración, se hubieran atenido a ser ejecutores del Derecho establecido, no habrían podido dictar una sola sentencia. Ni los acusados habían desacatado legislación alguna existente, ni se contaba con una jurisprudencia que hubiera afrontado atrocidades de similar magnitud. Aquellos magistrados debieron apelar a su saber sobre la naturaleza humana –esto es, a su formación humanística– para deducir la gravedad de esos atropellos dirigidos no solo contra la vida, sino contra la dignidad de unas personas. No actuaron como meros operarios de la ley, y su labor posibilitó la posterior constitución del Tribunal Penal Internacional de La Haya que hoy permite al ciudadano de cualquier país denunciar crímenes cometidos no contra el Estado o la propiedad, sino contra la humanidad de un semejante, que es precisamente el fundamento y el sentido de la existencia del Derecho.

La interacción de las facultades,

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